miércoles, 15 de febrero de 2012

¡QUÉ FRÍO HACE AQUÍ!

«Ordena a los israelitas que te traigan aceite puro de oliva, para mantener las lámparas siempre encendidas» (Levítico 24:2).

Cuando los israelitas estaban realizando su travesía por el desierto, Dios les pidió que mantuvieran las lámparas del tabernáculo encendidas en todo momento. Los israelitas usaban lámparas de aceite, y Dios les pidió que usaran específicamente aceite de oliva en ellas. ¿Sabes de dónde sale el aceite de oliva? En los tiempos bíblicos, se elaboraban unas prensas especiales con dos tablones de madera. Las aceitunas, que son el fruto del olivo, eran aplastadas por estos dos tablones. Cuanto más fuertemente se aplastaban, más aceite se obtenía.
Lo curioso de las aceitunas es que para que germinen tiene que haber hecho mucho frío durante dos o tres meses del año. Si la temperatura no baja al menos a siete grados centígrados cada día durante un par de meses, las aceitunas no crecen. Afortunadamente, el clima ayudaba a los israelitas.
Al igual que a los olivos, a veces Dios nos hace pasar «en frío» por situaciones difíciles. Él quiere que crezca en nosotros el fruto del Espíritu, que comprende virtudes como la alegría, la bondad y la paciencia. Así que cuando atravesemos por ese tipo de momentos, antes de pedirle a Dios que nos saque de esa situación, pidámosle que nos ayude a desarrollar el «fruto» que necesitamos para ser mejores personas para él.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL DÍA DE REPOSO

Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en él confió mi corazón…Con mi cántico lo alabare (Salmo 28:7).

Agradezco a Dios desde estas páginas por haber escuchado y haberme dado una nueva oportunidad de vida. Yo era católica y siempre oraba con gran fe. Un día sintonicé un programa cristiano en la televisión, gracias al cual acepté al Señor Jesucristo como mi Salvador y empecé a conocerlo más de cerca. Poco después asistí a una cruzada evangelizadora. Le confesé al sacerdote mis experiencias con una iglesia evangélica, y él se molestó mucho. Me dijo que la Biblia no se lee, sino que se practica, y que lo que debía estudiar era mi propia religión. Por respeto no le contesté, aunque se me salieron las lágrimas. Me sentía arrepentida de todos mis pecados y le rogaba al Señor que me siguiera abriendo los ojos.
Un día, debido a que mi hijo había cambiado los controles del televisor, comencé a ver un programa adventista donde hablaban del verdadero día de reposo. Al oír aquello caí de rodillas pidiéndole perdón a Dios por no haber estado cumpliendo sus mandamientos. Me di cuenta de que la iglesia a la que asistía no obedecía ese mandato divino.
A partir de aquel día el Señor me fue mostrando la verdad acerca del día de reposo. Al orar sentía que Dios deseaba que la compartiera con la congregación evangélica que visitaba. El Señor incluso me mostró en repetidas ocasiones el texto de Jeremías 17: 19-27. Consideré que debía obedecerlo y así lo hice durante uno de los cultos. Pero el pastor se enojó y me dijo que él era el único responsable de lo que se decía o hacía en su iglesia.
Dios me fue mostrando varias cosas que se practicaban en aquella congregación que eran contrarias a lo que la Biblia enseña. Hasta que un día el Señor me dijo: «Sal de ella, pues tú eres pueblo mío».
Ahora soy miembro de la Iglesia Adventista y me siento feliz porque sé que Cristo vive. Él me ha cambiado tanto interior, como exteriormente. Soy guiada por el Espíritu Santo y disfruto de la presencia de mi Padre celestial.
Padre eterno, gracias porque tú peleas mis batallas y me das la victoria. En ti confío y me regocijo. Siempre te alabaré, mi precioso Señor. En Cristo Jesús te doy las gracias. Amén.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia Judith Morales escribe desde México.

¿QUIÉNES SON TUS AMIGOS?

Más se puede confiar en el amigo que hiere que en el enemigo que besa. Proverbios 27:6.

Imaginemos el siguiente caso. Alberto se enamora de Miriam. Pero Miriam es la clase de muchacha que consideraba a sus novios como «material desechable». Para ella, cambiar de novio es como renovar su vestuario. Tomás y Carlos, los mejores amigos de Alberto, se dan cuenta del peligro que corre. ¿Deberían advertir a Alberto del peligro que corre con esa «devoradora de hombres», aunque le duela?
En última instancia, ¿cómo podemos saber quién es un verdadero amigo? El simpático relato que sigue, de John C. Maxwell, puede ayudarnos a descubrirlo. Es la experiencia de un pajarito canadiense que decidió no viajar hacia el sur en el invierno. «Si otros animales se quedan —razonó— ¿por qué no puedo hacerlo yo?»
No pasó mucho tiempo, sin embargo, antes de que se convenciera de su error. El frío invernal llegó con tanta fuerza, que el pajarito tuvo que volar hacia el sur. Pero las cosas no salieron bien. En pleno vuelo, se desató la lluvia y el frío helado comenzó a congelarle las alas. En cuestión de minutos, el pajarito terminó estrellado contra un granero.
No se había recuperado del golpe cuando una vaca vació su intestino sobre él. Disgustado, protestó: «¡Esto es lo que me faltaba! Me muero de frío, en este lugar desconocido, y ¡ahora esto!». Ya se había resignado a morir cuando, después de varios minutos, descubrió que su cuerpo se estaba calentando. El calor del excremento estaba derritiendo el hielo de sus alas. Rebosante de alegría, la avecilla comenzó a cantar.
Lo que el pajarillo no imaginó fue que su canto sería escuchado por el gato de la granja. «¿No es ese el canto de un pajarito? — se preguntó el sorprendido gato—. Creía que todos se habían ido al sur». Fue a comprobar sus sospechas y, en efecto, ¡allí había un pajarito! Con mucha delicadeza, le limpió el excremento de la vaca... ¡y se lo comió! (El mapa para alcanzar el éxito, p. 46).
¿Lecciones de esta historia? Maxwell señala tres:
1. No todo el que te ensucia es tu enemigo.
2. No todo el que te limpia es tu amigo.
3. Si alguien te ensucia, cállate.

Entonces, ¿quién es el amigo verdadero? El que te dice, no lo que quieres escuchar, sino lo que necesitas saber. No lo que te complace, sino lo que te conviene.
Ayúdame, Señor, a reconocer a mis verdaderos amigos y a conservarlos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«CREADOS PARA BUENAS OBRAS»

«Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5: 16).

Dios nos creó para hacer buenas obras. «Pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Efe. 2: 10).
«En su divina disposición, en virtud del favor inmerecido del Señor, él ha ordenado que las buenas obras sean recompensadas. Somos aceptados solo por los méritos de Cristo; y los actos de misericordia, las acciones de caridad que realizamos, son los frutos de la fe, y llegan a ser una bendición para nosotros; pues los hombres serán recompensados de acuerdo con sus obras. Es la fragancia de los méritos de Cristo lo que hace aceptable para Dios nuestras buenas obras, y es la gracia la que nos capacita para hacer las obras por las cuales él nos recompensa. Nuestras obras mismas» Y Por sí mismas, no tienen ningún mérito. Cuando hemos hecho todo lo que nos es posible hacer, debemos considerarnos como siervos inútiles. No merecemos ninguna gratitud de parte de Dios. Solamente hemos hecho lo que es nuestro deber hacer, y nuestras obras no podrían haber sido hechas con la fuerza de nuestra propia naturaleza pecaminosa» (Mensajes selectos, t. 3, pp. 227, 228). El objetivo de las buenas obras no es llamar la atención sobre nosotros mismos, sino inducir a los demás para que miren a nuestro Padre celestial.
Esta cuestión es fundamental porque tendemos a hacer buenas obras para impresionar a los demás.
Nuestra naturaleza soberbia y pecaminosa nos lleva a practicar buenas obras por razones egoístas.
Supongamos que alguien está enfermo y que el diablo entra en la habitación y lo sana. ¿Podríamos decir que el diablo hizo una «buena obra» porque curó al enfermo? La respuesta es que no. Satanás nunca haría nada que pudiera glorificar a Dios. De hecho, cualquier cosa que haga el maligno, por buena que parezca, tiene un único fin: causar la ruina eterna de la persona a la que, en apariencia, ha ayudado. De la misma manera, aunque esté revestido de una apariencia de bondad, lo que no se hace para gloria de Dios nunca traerá nada bueno.
Que Dios nos ayude para que, si comemos, bebemos o hacemos cualquier otra cosa, sea todo para la gloria de Dios (1 Cor. 10: 31). (Basado en Mateo 5:)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill