jueves, 3 de mayo de 2012

FLORES PODEROSAS


«Es como una flor que se abre y luego se marchita; pasa y desaparece como una sombra» (Job 14:2).

Hoy vamos a caminar por la acera de una avenida. ¿Te has fijado en las líneas que los obreros trazan en el cemento de la acera cada cierta distancia? Espera ¿Eso es una flor? ¿Cómo pudo crecer esa flor en medio del cemente de la acera?  Fíjate bien y notarás que de hecho, la flor rompió el cemento. ¡Increíble! Una hermosa y delicada flor puede romper una acera.
Cuando piensas en algo fuerte seguramente te imaginas a un tipo corpulento levantando pesas o una pesada excavadora extrayendo tierra de un enorme hoyo en el suelo.  Cuando pensamos en algo fuerte, no solemos pensar en una frágil flor.  Pero así como una pequeña flor puede abrirse caminos entre el cemento de una acera, el amor de Dios puede abrirse camino en el más duro de los corazones.
Tal vez conoces a alguien que parece tener un corazón de piedra.  A veces ocurre que los sentimientos de las personas han sido heridos, y ya no confían en nadie que trate de ser bueno con ellos,  No dejes de mostrarles el amor de Dios. No te rindas. Así como una flor puede abrirse camino a través del duro y grueso cemento, el amor de Dios puede entrar al corazón incluso dela persona más endurecida. Conviértete hoy en una poderosa flor para Dios. 

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LOS ÁNGELES EXISTEN


Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos los caminos. (Salmos 91:11).

En muchas ocasiones quizá no reconocemos el gran cuidado que Dios tiene para cada una de nosotras.  Nos asombraría si pudiéramos ver las veces que los ángeles nos libran de los muchos peligros que se nos acechan.
Dios, en su gran amor, dispone que los ángeles nos cuiden y nos protejan.  Únicamente debemos ponernos en sus manos y él los enviará para que nos guarden en todos nuestros caminos.
Recuerdo que hace unos diez años nuestros dos hijos asistían a la escuela primaria.  Todos los días en la mañana, después de orar y estudiar la lección de Escuela Sabática, los mayores salíamos al trabajo y ellos a la escuela.
A su regreso, los niños eran dejados en una calle de doble circulación sumamente transitada y peligrosa.  El chofer del transporte escolar se aseguraba de que no viniera ningún vehículo para darles la señal de que podían atravesar la calle.  Aquel día así lo hizo. De repente apareció un microbús del transporte público que viajaba gran velocidad, sin percatarse de que los niños estaban cruzando la calle.  Los vecinos dicen que se escuchó un golpe fuerte como si el microbús hubiera chocado contra otro automóvil.  Nuestra hija salió despedida y cayó a varios metros de distancia.  Los que presenciaron el accidente corrieron a ayudar a la niña, mientras el descuidado chofer se daba a la fuga.
Todos pensaron que la niña estaba gravemente herida y la llevaron a un centro médico, pero lo maravilloso es que únicamente tenía las manos rasguñadas.  El médico le curó las manitas y dijo que debía ser cuidadosamente observada durante un tiempo prudencial.
Al salir del trabajo encontré a mi esposo en casa.  Eso me sorprendió, pues nunca nos veíamos a esa hora.  Entonces me contaron lo sucedido.  De más está decir que le domos gracias a Dios efusivamente por su cuidado.
La gente se sorprendió al ver que la niña volvió a casa caminando normalmente.  Aunque ya han transcurrido varios años, ella no ha mostrado ninguna secuela de aquel accidente.
Hermana, demos gracias a Dios, porque aún existen milagros en estos tiempos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Concepción Rodríguez Medina

¡LEJOS DEL ÁRBOL!


Padre […], no nos expongamos a la tentación, sino líbranos del maligno. Mateo 6:9,13.

Una versión de la Biblia dice «No nos metas en tentación» (RV60). Otra «No nos dejes caer en tentación» (NRV2000). Y todavía otra: «No nos expongas a la tentación» (DHH). Pero ninguna dice: «Sácanos de la tentación». Y hay una gran diferencia entre una cosa y la otra.  Nadie mejor que Eva, la esposa de Adán, para explicar la diferencia.
Mientras ella y su esposo se mantuvieran lejos del árbol prohibido, nada podría lograr el tentador.  Cerca del árbol, otra sería la historia. Por esta causa, la orden de Dios debería entenderse en su sentido pleno: ¡Ni siquiera debían acercarse del árbol!
¿Qué pasó en el caso de Eva? ¿No entendió bien la advertencia? El libro Patriarcas y Profetas (p.33) nos da la respuesta.  Allí se dice que…
  1. Eva sabía que no debía alejarse de su esposo.
  2. Inconscientemente se alejó de Adán.
  3. Cuando se dio cuenta del peligro que corría, «desechó sus temores, diciéndose a sí misma que tenía suficiente sabiduría y poder para comprender el mal y resistirlo».

Doble error: colocarse en terreno prohibido, y no huir inmediatamente, al percatarse del peligro que corría.  Le dio al tentador una oportunidad y este, ni corto ni perezoso, no la desperdició.  ¿Podía Eva, aun estando cerca del árbol, pedir ayuda a Dios?  Claro que sí, pero el punto es que ya estaba en gran desventaja.  No es lo mismo orar: «Dios, no me dejes caer en tentación», que orar: «¡Dios, por favor sácame de esta tentación!».  En el primer caso, estás lejos del árbol; el segundo, estás tan cerca que el solo aroma del fruto prohibido te hace agua la boca.
Cuando el pulso te late aceleradamente y la adrenalina circula a toda velocidad, la oración a Dios para que te saque del aprieto muy probablemente no pasará del techo.  Y no es que Dios no quiera librarte; es más bien que a estas alturas del juego en realidad tú no quieres que te libre.
¿Cuál es tu árbol prohibido?¿Algún lugar en especial? ¿Momentos a solas con alguien en particular? ¿Cierta clase de amigos? ¿Cierta clase de películas, o de música o de revistas?  Cualquiera sea, permanece LEJOS DEL ÁRBOL PROHIBIDO, tanto como sea posible.
Señor, sea cual fuera mi árbol prohibido, ayúdame a mantenerme LEJOS de su presencia.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿QUIÉN ES SU FAMILIA?


«Y extendiendo su mano hada sus discípulos, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos"» (Mateo 12:49).

Mi esposa y yo damos gracias a Dios por la familia que tenemos: cuatro hijos y ocho nietos. Durante cinco años vivimos en Santiago de Chile, por lo que todos mis hijos hablan español. Debido a los muchos años que vivimos como misioneros, pasamos mucho tiempo juntos y somos una familia muy unida. Hace ya tiempo que volvimos a los Estados unidos, pero una cosa que echo de menos de otras culturas es que sus familias tienden a estar más unidas.
Con todo, una familia demasiado unida puede tender a cerrar las puertas a quienes no son parientes. Esto se hace evidente en algunas congregaciones, en las que las familias preeminentes ejercen el liderazgo como si la iglesia fuera su predio particular.
Jesús tenía una familia. Sabemos que tenía una madre, un padre y varios hermanos. Un día, mientras Jesús estaba enseñando a la gente, alguien lo interrumpió para decirle que su madre y sus hermanos estaban fuera y querían verlo. Estoy seguro de que la persona estaba convencida de que, dándole el recado a Jesús, le hacía un favor. Puede que la respuesta de Jesús sorprenda a algunos.
«Respondiendo él al que le decía esto, dijo: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos, pues todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre"» (Mat. 12:48-50).
Jesús no era ni descortés ni desconsiderado. Recuerde que, mientras agonizaba en la cruz, una de las últimas cosas que hizo fue pedirle al apóstol Juan que se hiciera cargo de su madre. No, lo que Jesús decía ese día era que para ser miembro de su familia no es preciso que exista un vínculo de sangre. Cualquier persona que hace la voluntad del Padre celestial es miembro de la familia de Jesús. Esto significa que ser un miembro de la familia de Cristo es una relación espiritual. Y eso también significa que, si usted es viudo, en Cristo usted tiene una familia. Si usted vive en una familia que no es creyente y sus parientes no lo aceptan como cristiano, en Cristo tiene una familia. El compositor Bill Gaither escribió estas palabras extraordinarias: «Soy feliz de tener la familia de Dios. / Me limpió en su sangre, me transformó. / Soy heredero con Jesús, el Señor, / porque soy su familia, familia de Dios». Basado en Mateo 12: 46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill