viernes, 3 de agosto de 2012

SÉ UNA FUENTE DE SABOR


«Igualmente comerciaban contigo Judá e Israel, y te pagaban con trigo de Minit, y con pasteles, miel, aceite y bálsamo» (Ezequiel 27:17).

Qué lugar tan ruidoso, ¿verdad? Estamos caminando por un mercado al aire libre. Todos han traído cosas para vender. Mira, aquel hombre trajo ropa, este otro trajo animales, esa mujer trajo unas vasijas y ese hombre trajo bálsamo. ¿Sabes qué es el bálsamo? El bálsamo es el aceite que se extrae de las hojas de algunas plantas. Tiene un olor muy especial y se usa para darle sabor al té, a las sopas e incluso a algunas bebidas de frutas. La mayoría de los bálsamos se obtienen del aceite de diferentes clases de plantas de menta y tienen mucho sabor.
Dios quiere que tú también seas como el bálsamo. Él quiere que hagas que la vida de aquellos que te rodean tenga un mejor «sabor». Él quiere que endulces la vida de tu vecino desanimado. Que calmes a tu amigo enojado mediante una bella sonrisa. Dios nos ha dado tantas cosas buenas que podemos compartir; que debemos sentirnos muy agradecidos. Todas estas cosas que nos alegran la vida son para que nosotros podamos alegrar la vida de los demás. Sé un bálsamo para Dios y llena de un agradable sabor la vida de los que te rodean.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA ACTITUD FRENTE A LOS PROBLEMAS


Echa sobre tu carga y él te sostendrá; no dejará para siempre caído al justo (Salmo 55:22)

Un buen día una dama se levanta, y al mirarse en el espejo del baño ve a una persona que aparenta ser una mujer de éxito. Además se la ve llena de vida, de planes y actividades por cumplir. Sin embargo, ocho horas más tarde esa misma persona está sentada frente al escritorio de un médico, quien la ha citado a su oficina. Sin muchos rodeos el galeno le dice: «El resultado de la biopsia es positivo. El nódulo es un cáncer en estado avanzado». La paciente se pregunta si no habrá habido algún error o se habrán equivocado de persona. Tras recibir la noticia un escalofrío recorre todo su cuerpo, y gruesas y amargas lágrimas brotan de sus ojos, aunque trata de contenerlas.
Cuando recibí aquella noticia me invadió el miedo por unos instantes. Debe de ser el mismo temor que se siente frente a un asaltante que te amenaza con quitarte la vida si no le entregas todo lo que tienes. Eso fue exactamente lo que yo sentí. Estoy casi segura de que nadie está preparado para un golpe de esa naturaleza. Al volver a la realidad me refugié en Dios. Elevé mis pensamientos al cielo y dije: «Señor, soy tuya, te pertenezco, tú pagaste por mí un alto precio, sé que estás conmigo, sé que no me abandonarás. Por favor abrázame, te necesito. No puedo parar de llorar». De inmediato sentí una gran fortaleza, sentí como si Dios tocara mi hombro y enjugara mis lágrimas.
No existe un lugar mágico al que podamos acudir cuando enfrentamos problemas que son más grandes que nosotras. Puede que tengamos que vivir con montañas que nunca se moverán, pero podemos encarar lo inevitable si reconocemos que nuestras reservas y recursos son mayores de lo que podemos imaginar. Si es necesario, Dios movilizará todo el cielo para socorrernos y enviará a toda la hueste celestial para que esté a nuestro lado. Por tanto, no temas.
Cuando tengamos plena confianza en el Dios en quien creemos, cuando nos entreguemos por completo a él, podremos tener la plena y total seguridad de que él es quien dirige la embarcación de nuestras vidas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Ana Lucía de Borthomíer

EL TOQUE MAESTRO


Ustedes son en mis manos como el barro en las manos del alfarero, Jeremías 18:6.

Se cuenta que el bloque de mármol que Miguel Ángel, el célebre escultor del Renacimiento, usó para crear El David fue durante años un simple pedazo de mármol que un escultor novato casi arruinó por completo.
Por tratarse de mármol de Carrara, de la mejor calidad, fue transportado por vía marítima a Florencia, donde otros dos escultores intentaron, sin éxito, crear una escultura de David, el héroe bíblico. Durante años el bloque de mármol permaneció abandonado, aparentemente inservible, en el patio de la catedral de Florencia. Pero un día cayó en manos de Miguel Ángel, quien trabajó arduamente en la piedra que había sido desechada, hasta que el 8 de septiembre de 1504 mostró al mundo El David, una de las obras maestras de todos los tiempos.
¿Qué vio Miguel Ángel en esa piedra, aparentemente inservible? Donde otros vieron un simple bloque de piedra sin utilidad, él vio posibilidades. Vio no tanto lo que era la piedra en ese momento, sino lo que podía llegar a ser después que él la trabajara. Sus hábiles manos dieron un toquecito aquí, otro allá, una y otra vez, durante casi tres años, hasta que magistralmente logró plasmar en la piedra la figura que ya había concebido en su mente.
¿No es esta una bella ilustración de lo que Dios puede hacer en tu vida y en la mía sí se lo permitimos? Ahora mismo puede parecer que tu vida no tiene mucho valor. Ves en ella defectos de carácter que afectan negativamente tu autoestima. A lo mejor has tenido un fracaso reciente que te ha hecho sentir muy mal. O quizás estás luchando por no ceder ante alguna tentación.
Si cualquiera de estas circunstancias está afectando tu estima propia, entonces es hora de que te coloques en manos de un Experto en «reparar» vidas. Ese experto es el Divino Escultor, Cristo el Señor. Él no te negará sus servicios. Con el mayor gusto, te restaurará conforme al propósito para el cual fuiste creado. Con esa habilidad que nadie puede igualar y mucho menos superar; con un toquecíto aquí, y otro allá, te convertirá, de «piedra desechada», en obra maestra, para gloria de su nombre.
El quiere comenzar el proceso de restauración ahora mismo ¿Se lo permitirás?
Divino Escultor, coloco mi vida en tus manos.  Moldéala de acuerdo a tu voluntad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

CÓMO PEDIR


«Yo estoy afligido y menesteroso; apresúrate a mí, oh Dios. Ayuda mía y mi libertador eres tu; ¡Jehová, no te detengas!» Salmo 70:5.

Para algunas personas, mendigar es la forma más fácil de suplir sus necesidades. Pedir es más fácil que trabajar. De tener oportunidad, la mayoría de la gente prefiere trabajar.
Pero no podemos trabajar para ganamos el favor de Dios. Jesús enseñó que, si tenemos una necesidad, debemos pedirle que la supla. Lucas 11 registra que, después que les hubo enseñado el Padrenuestro, Jesús los exhortó a que, además de pedir, rogasen. Para ello les contó una parábola que hablaba de un hombre que, a medianoche, iba a la casa de su amigo y le rogaba que le diera tres hogazas de pan. Su amigo le dijo que la familia ya se había ido a la cama. Pero, como el hombre le rogaba con tanta urgencia, el amigo se levantó y le dio tantos panes como necesitaba. De esto podemos aprender tres cosas:
Debemos pedir con urgencia. Es preciso que reconozcamos nuestra necesidad extrema. No es habitual que alguien dé dinero a los pobres sin que antes se lo pidan Un médico no prescribe un medicamento para alguien que no está enfermo. Jesús no sanó al ciego hasta que este acudió a él y se lo pidió. Los fariseos no admitían que estaban ciegos  por lo que «Jesús les respondió: "Si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora, porque decís: 'Vemos', vuestro pecado permanece"» (Juan 9:41).
Jesús abre los ojos del ciego que confiesa su ceguera. Es necesario que pidamos con sinceridad. Nuestra confesión ante Dios tiene que ser franca, sincera y explícita. No tenemos que ocultarle nada, porque nada podemos ocultarle. Él conoce nuestra culpa, pero quiere que nosotros también la conozcamos. Es preciso que confesemos todos y cada uno de los detalles de nuestro pecado, despojándonos de excusas y sin disculparnos. Para salvarnos de los efectos de ese preciso pecado Cristo tuvo que morir; por lo que, si no somos perdonados, sufriremos la muerte eterna.
Tenemos que rogar con sinceridad. «Apresúrate a mí, oh Dios. [...] ¡Jehová, no te detengas!» (Sal. 70: 5). Cuando no podamos vivir por más tiempo sin el Salvador, él vendrá a nosotros.  Jesús, mi oración es: «No te dejaré, si no me bendices» (Gen. 32: 26). Basado en Lucas 11:5-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill