martes, 5 de febrero de 2013

BIBLIAS ESCONDIDAS - SEGUNDA PARTE


Lugar: Vietnam
Palabra de Dios: 2 Timoteo 2:8,9.

Los policías revisaron la casa, buscando Biblias ilegales. Y, aunque Linh logró salvar algunas escondiéndolas en su mochila, los oficiales encontraron otras, ocultas por la casa. Arrestaron al papá, y se lo llevaron a la cárcel. Linh oraba por él todos los días. "Señor, está, por favor, con mi papá. Y sigue usándolo para que comunique tu amor a otros".
Durante una de las visitas a la cárcel, su familia logró entregar una lapicera, de contrabando, a su papá. Ahora, con la lapicera, él podía escribir versículos bíblicos que sabía de memoria. El único papel que pudo encontrar fue papel para cigarrillos, así que eso fue lo que usó. "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito...", escribió.
El papá de Linh quería compartir el versículo con otras personas, así que tan pronto como pudo le pasó el papelito a otro prisionero.
-Aquí hay un mensaje de Dios -le susurró.
El prisionero leyó la nota, y luego se la pasó a otro prisionero. El papá de Linh continuó escribiendo versículos bíblicos, y sus "sermones cigarrillos" se pasaban de celda en celda. Eso daba esperanza a los prisioneros, y muchos llegaron a conocer acerca de Dios y de su amor. Dios respondió las oraciones de Linh; él usó al papá de Linh para llegar a otros, aun en prisión.
El apóstol Pablo también compartió la Palabra de Dios mientras estaba prisionero, en Roma; de hecho, escribió muchos de los libros del Nuevo Testamento estando en prisión. Y esto es lo que escribió:
"Este es mi evangelio, por el que sufro al extremo de llevar cadenas como un criminal. Pero la palabra de Dios no está encadenada".
Dios puede obrar, en los momentos más difíciles, a través de personas que quieren servirlo. Su Palabra no puede ser encadenada.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

NO TE DEJES ROBAR


El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre. Salmo 121:7-8

Estoy segura de que muchas de nosotras, que hemos sido víctimas de algún robo o asalto, hemos experimentado una enorme sensación de impotencia. Cuando alguien nos arrebata lo que nos pertenece, nos indignamos, sobre todo si lo que se han llevado lo considerábamos de gran valor. A veces el valor no necesariamente es monetario, en ocasiones es más sentimental que material.
Recuerdo a una persona que durante muchos años sufrió por causa de la pérdida de un objeto sencillo, que había pertenecido a su abuela, y que alguien sustrajo de su maleta durante un viaje. Se sentía culpable por no haber sido más cuidadosa con semejante tesoro.
Amiga, nosotras hemos recibido regalos maravillosos de parte de Dios que son tesoros de incalculable valor: el título de hijas del Señor, el acceso libre y permanente al trono de su gracia por medio de la oración, el derecho a la vida eterna, el cuidado constante que Dios tiene de nosotras y nuestras familias, las Escrituras como guía segura para conducir a nuestros seres queridos en un mundo incierto... Por supuesto, estamos seguras de todo esto. Sin embargo, Satanás intenta despojarnos de estos maravillosos dones. Es ladrón de fe, de paz, de amor, de confianza, y de todo lo que nos pone bajo la gracia salvadora de Dios.
Como cualquier otro ladrón, Satanás acecha nuestra vida para sacar partido de lo más vulnerable de nuestra naturaleza, y despojarnos de todo lo que nos hace fuertes en Cristo. Desea saquear los depósitos de nuestra fe para hacernos caer en la miseria espiritual. Intentará por todos los medios vaciar la mente de todo lo santo y puro, para tomar posesión de lo más importante de nuestro ser: la mente.
¡Debemos estar en guardia! Cuidemos nuestros tesoros, ¡no nos dejemos robar! La mujer cristiana sabe que los necesita para construir su vida y la de su familia con miras a la eternidad. Cerremos las aberturas de la desconfianza, las puertas de la mundanalidad, las ventanas del pesimismo, que son los lugares favoritos de Satanás y sus huestes.
Por otro lado, afiancémonos en la promesa inmutable de Dios, que dice: «Provéanse de bolsas que no se desgasten; acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya. Pues donde ustedes tengan su tesoro, allí estará también su corazón» (Luc. 12:33-34).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

EL JEFE PUEDE VOLVER HOY -1


El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan (2 Pedro 3:9).

En 1914, una expedición que dirigía Ernest Shackleton partió de Inglaterra con la esperanza de ser la primera en cruzar el continente antártico. El grupo navegaría hasta el mar de Weddell y atravesaría el continente pasando por el polo sur, para reencontrarse en el estrecho de McMurdo.
Llena de esperanzas, la expedición zarpó en el Endurante pero, desde el principio, estaba destinada a fracasar. Témpanos de hielo se cerraron en torno a la embarcación antes de que los exploradores llegaran al continente antártico. Durante nueve meses, el Endurance crujió y gimió bajo la presión del hielo, hasta que se partió en dos. Shackleton y sus hombres estaban en el confín de la tierra, atrapados en un desierto de hielo.
Durante cinco meses, los hombres de Shackleton quedaron a la deriva entre inmensas masas de hielo flotante. Entonces, con la ayuda de pequeños botes que habían salvado del Endurance, se dirigieron a la isla Elefante. En aquel desierto de hielo y nieve barrido por el viento no habita ni un roedor. Además, está a 1,300 kilómetros del punto habitado por humanos más cercano, en la isla de Georgia del Sur. Por si eso no es poco, lo separa de ella el mar más turbulento del mundo y Shackleton solo tenía un bote ballenero abierto para intentar la travesía.
La pequeña embarcación era la única esperanza de los náufragos. Shackleton zarpó con cinco hombres. Todas sus esperanzas de rescate reposaban en su líder. El viaje en el bote ballenero abierto fue una de las travesías más épicas del siglo XX. A pesar de las monumentales olas con las que tuvo que luchar la pequeña embarcación, recaló en la isla de Georgia del Sur. Sin embargo, la tripulación desembarcó en el lado de la isla opuesto a la estación ballenera británica. Como el mar estaba embravecido, Shackleton decidió intentar la travesía por tierra. Tomó a dos compañeros y dejó a los otros esperándolo soportando las condiciones más extremas. ¿Volvería alguna vez? Ahora eran dos grupos que esperaban. Toda su esperanza estaba puesta en la capacidad del jefe.
Lo mismo ocurre con los cristianos. Esperan a su Señor confiados en su fidelidad y su capacidad. De igual manera, los cristianos tenemos toda nuestra esperanza en el capitán de este barco, Jesucristo nuestro Señor. Su liderazgo es confiable, él vendrá por nosotros. A nosotros nos corresponde aguardar con paciencia y no desesperar. ¿Arde intensamente la llama de la esperanza en tu vida?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

RECONQUISTANDO AL ERRANTE


Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mateo 18:15.

Si usted está apenado porque sus vecinos o amigos están haciendo algo que los perjudica, si ellos están abrumados por su falla, siga la regla bíblica: "Repréndelo estando tú y él solos". Al acercarse a aquel que usted supone que está en error, asegúrese de hablarle con un espíritu manso y humilde, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. El errante no puede ser restaurado de otra manera que no sea con espíritu de mansedumbre, tacto y amor tierno. Sea cuidadoso con su trato. Evite cualquier sabor de orgullo o autosuficiencia en apariencia o gesto, palabras o tono de voz. Guárdese contra la palabra o mirada que pueda exaltar su yo o presente su bondad y rectitud en contraste con sus fracasos. Esté atento contra la aproximación más remota al desprecio, el autoritarismo o el repudio. Evite con cuidado cualquier apariencia de enojo, y aunque hable con claridad, que no haya reproche, acusación insistente, ni afecto fingido, sino un amor ferviente. Sobre todo, que no haya una sombra de odio o malas intenciones, tampoco amargura ni gestos de desagrado...
Recuerde que el éxito de una amonestación depende grandemente del espíritu con que se expresa. No descuide la oración ferviente para poseer una mente mansa y que los ángeles de Dios obren en los corazones que usted intenta alcanzar antes que usted, y así los suavicen con impresiones celestiales, para que sus esfuerzos cuenten...
Quizás usted se ha justificado por hablar mal de su hermano o hermana o vecino a otros antes de hablar con ellos, y dar los pasos que Dios ha estipulado claramente. Quizás usted dice: "No hablé con nadie hasta que me sentí tan abrumado que no pude aguantar". ¿Qué es lo que lo abrumó? ¿Fue un descuido simple de su deber, un así dice el Señor? Usted se encontraba bajo la culpa del pecado porque usted no reprendió a su hermano en privado...
A veces el reproche más suave y tierno no tendrá un efecto positivo. En un caso tal, la bendición que usted quería que otro recibiera al seguir un camino de justicia, apartándose del mal y aprendiendo a hacer el bien, retornará a su propio seno. Si el errante persiste en el pecado, trátelo con bondad y déjelo con su Padre celestial.— Review and Herald, 17 de julio de 1879.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White