martes, 27 de octubre de 2009

UN SECRETO DE BELLEZA

El corazón alegre se refleja en el rostro, el corazón dolido deprime el espíritu (Proverbios 15: 13).

¿Quién de nosotras no desea verse hermosa? El versículo de esta mañana tiene una buena noticia, especialmente para todas las mujeres, pues dada nuestra naturaleza, tenemos gran interés por nuestra apariencia personal. Como el rey Salomón conocía muy bien a las damas nos dejó este consejo: «El corazón alegre se refleja en el rostro». ¿Qué significa tener un corazón alegre? ¿Será acaso que tenemos que estar riéndonos a carcajadas continuamente? No, claro que no, pues seguramente que a todos nos ha tocado alguna vez ver a alguien que constantemente ríe, y si nosotros pudiéramos conversar con esa persona nos daríamos cuenta de que realmente no es tan feliz como parece, por lo tanto, no trae un corazón alegre. Entonces, ¿qué significa tener un corazón alegre? Creo que el Salmo 37: 5 tiene la respuesta: «Encomienda al Señor tu camino; confía en él y él actuará». No hay nada más hermoso en este mundo que dejar que Dios guíe nuestra vida; y como él conoce el fin desde el principio y no se equivoca, siempre nos dará lo que él sabe que nos hará felices. Esa satisfacción de saber que estamos siendo guiadas por Dios nos permite experimentar amor, gozo, paz, bondad y alegría, lo que se reflejará en nuestros rostros y nos hará vernos más hermosas. No olvides que la segunda parte del texto dice: «El corazón dolido deprime el espíritu». Un rostro triste oculta graves problemas. No puedes esconder lo que llevas dentro por mucho tiempo. Tarde o temprano la gente sabrá que no eres feliz. X en una dama cristiana eso es difícil de aceptar. Cultiva el hábito de sonreír y dar lo mejor de ti a todas las personas que te rodean y que al verte digan: «Ella ha estado con Jesús». Solo en el cielo sabremos cuántas personas fueron beneficiadas con una de nuestras alegres y hermosas sonrisas.

Aracely Ocaña
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

PALOS Y PIEDRAS

No digan malas palabras, sino solo palabras buenas que edifiquen la comunidad y traigan beneficios a quienes las escuchen. Epesios 2: 8, 9

Y bien, ¿cómo fue el desafío memorial Bruce Diaso de ayer? ¿Fuiste capaz de mantener la actitud positiva durante todo un día? Las quejas no son el único problema que tenemos con las palabras. A veces nos gusta usarlas para intimidar y herir a los demás. El autor Hal Urban afirma que:

  • Cada día, más de ciento sesenta mil niños se quedan en casa y no van a la escuela a causa de las humillaciones a las que los someten sus compañeros.
  • En un mes, más de dos tercios de los alumnos son objeto de burlas o cuchicheos en
  • la escuela.
  • Casi un tercio de los alumnos de los grados comprendidos entre sexto y décimo ha sufrido acoso escolar

«Palos y piedras quizá mis huesos quiebran, pero las palabras siempre me degüellan» sería la mejor manera de resumir cómo nos afectan las palabras negativas. Cuando la gente dice cosas hirientes no suele darse cuenta del efecto que sus palabras tienen en los demás. Hace más de setenta años, cuando mi madre tenía diez años, otra jovencita le dijo que tenía las orejas grandes. Minutos más tarde la niña se olvidó de lo que había dicho, pero mi madre desde entonces ha sido sensible a la medida de sus orejas, incluso a pesar de que sus orejas son menores que la media. El versículo para hoy nos recuerda que es preciso vigilar lo que decimos. Piensa antes de hablar. Asegúrate de que tus palabras son una bendición para los demás.

Tomado de la matutina el Vieja Increíble.

JESÚS NO ACEPTA RIVALES

Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Lucas 14: 26.

Esta declaración de Jesús produjo un tremendo impacto en sus oyentes. Joseph Krneit Renán, escritor del siglo XIX, autor del libro blasfemo La vida de Jesús, aprovechó este texto para declarar que Jesús estaba pisoteando todo lo que es humano: sangre, amor y patria; despreciando el límite saludable del hombre natural; aboliendo toda atadura natural. Se esforzó por hacer aparecer a Jesús como carente de compasión y sentimientos nobles. A la luz de todo el Nuevo Testamento, Jesús no estaba demandando odio. No puede ordenar en sus mandamientos que debemos amar y honrar a nuestros padres y, a la vez, exigirnos que los odiemos. No podía ordenar amar a la esposa con un amor como el de Cristo, y luego aconsejar odiarla. Quien tomó a los niños en sus brazos y los bendijo, no podía aconsejar aba aborrecerlos. El que ordenó reconciliarse con los hermanos, jamás nos pediría dejar de amarlos. No hay lugar en ninguna de las enseñanzas de Jesús para odiar literalmente a nadie. ¿Qué quiso decir Jesús, entonces, con la palabra "aborrecer"? Lo que Jesús pide es lealtad indivisible, amarlo a él de forma suprema, por nuestro propio bien. Si Jesús es el verdadero Señor, la única respuesta válida a su soberanía es la sumisión. Cuando Jesús no tiene rivales en nuestra vida, entonces lo amamos a él primero. Su amor brota de nuestro corazón y alcanza a nuestra familia, nuestros amigos e incluso a nuestros enemigos.
Podemos y debemos amar a nuestros padres y a nuestro cónyuge. Debemos gozarnos en su amorosa relación, pero no pueden ser rivales del Señor Jesús. Podemos tener hijos y goza nos en su amorosa confianza, pero no pueden ser rivales de Jesús. Podemos tener hermanos y hermanas y gozarnos en el amor fraternal, pero no pueden ser rivales del Señor Jesús. Podemos tener deseos, aspiraciones, recreaciones; pero nada debiera interponerse entre nosotros y Jesucristo. Él debe tener la preeminencia en todo (Col. 1:18). Debemos darle el primer luego en nuestra vida. El discipulado demanda que Jesús reine sin rivales en nuestro corazón, que tenga preeminencia en nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros actos. Que nuestra oración sea la de Paul Gerhard:

Jesús, tu ilimitado amor por mí ningún pensamiento puede alcanzar, ninguna lengua declarar. Mi corazón completo es para ti. Reina sin rival allí.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.

PARA QUE SU GLORIA REGRESE

Y oyendo el pueblo esta mala noticia, vistieron luto, y ninguno se puso sus atavíos. Éxodo 33:4.

El pueblo de Dios había cometido un gran pecado. Habían hecho un becerro de oro, se habían postrado ante el ídolo, y lo habían adorado. Dios se propuso destruir al pueblo y formar con Moisés una nueva nación. Su presencia ya no estaría con ellos. La gloria de Dios ya no se manifestaría sobre su pueblo. Dios había condescendido a manifestarse a ellos. Manifestaba su presencia mediante una columna de nube durante el día y una columna de fuego durante la noche. Pero ahora Dios amenazó con abandonarlos y negarles el beneficio y la bendición de su presencia.
El texto para nuestra meditación de hoy dice que el pueblo recibió la pésima noticia de que la presencia de Dios ya no iría con ellos. Que sí, les daría la tierra prometida, pero que no los acompañaría en el camino. La leche y la miel no son nada sin la presencia del Pan de vida. El avivamiento no sirve de nada sin el Avivador. Se pueden tener todas las bendiciones del mundo, pero de nada servirán sin la presencia de Aquel que da las bendiciones.
Les daría sus bendiciones, pero no iría con ellos. ¿Está la gloria de Dios en esa casa preciosa con dos automóviles de lujo estacionados en el garaje? ¿Está la gloria de Dios en ese concurridísimo consultorio médico? ¿Está la gloria de Dios en esa profesión tan lucrativa? Las bendiciones, el éxito, las adquisiciones, de nada sirven sin la presencia del gran Proveedor.
¿Qué hacer para que la gloria de Dios regrese a su pueblo? «Entonces los hijos de Israel se despojaron de sus atavíos desde el monte Horeb» (Éxo. 33: 6). Se quitaron sus ornamentos. ¿Por qué? Es posible que los atavíos fueran el símbolo de su principal pro-blema. Habían hecho mal uso de las bendiciones de Dios. Las usaron solamente para el beneficio personal, para cumplir los antojos del corazón natural, para complacer deseos egoístas, para alimentar la vanidad natural del corazón, para satisfacer el yo. Y eso requería arrepentimiento.
¿Hay algo que necesite arrepentimiento en nuestra vida? ¿De qué necesitamos arrepentimos como iglesia, como familia o como individuos? Nunca veremos la gloria de Dios hasta que reconozcamos nuestra necesidad de arrepentimiento.
Los hijos de Israel se despojaron de sus atavíos. Y nosotros, ¿de qué necesitamos despojarnos?

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.