miércoles, 5 de septiembre de 2012

NADIE QUE AYUDE


«¡No hay remedio para tu herida; tu llaga es incurable! Todos los que oyen de tu desgracia aplauden de alegría, pues, ¿quién no sufrió tu maldad sin fin?» (Nahúm 3:19).

Si estuvieras caminando y encontraras a alguien que se ha caído y estuviera sangrando, ¿qué harías? Lo primero sería tratar de parar el sangrado. Para eso debes usar un trapo y guantes, si los tienes, y vendar la herida. Es importante tratar de evitar que la persona derrame mucha sangre. Si haces esto, te convertirás en un «buen samaritano».
Sin embargo, e versículo de hoy narra una triste historia de alguien a quien nadie quiere ayudar De hecho, la gente aplaude cuando esta persona cae y se hace daño. ¿Por qué? Porque a quien le está ocurriendo la desgracia es una persona cruel. Esta persona ha tratado muy mal a los demás y por eso ahora nadie quiere ayudarlo.
Un buen samaritano no puede ser así. Nosotros siempre tenemos que ayudar a quien lo necesite, incluso si es una persona cruel. Pero esa no es la única lección importante que debemos aprender de esto. La otra lección es que debemos ser buenos y tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Ayuda a los demás cuando estén en problemas, y algún día, si estás en problemas, podrás encontrar a alguien que te ayude con alegría.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CORAZONES BONDADOSOS


Y asimismo gustaron de la buena Palabra de Dios. (Hebreos 6:5).

Hace treinta y nueve años se encontraban diez miembros de una familia en una estación de tren, sin conocer lo que el futuro les deparaba, pues eran una de las tantas familias desplazadas por la violencia existente en aquel entonces en mi país. Esa situación, aún conocida en muchos países, implica que los residentes de alguna zona o región tienen que abandonarla debido a la amenaza de los grupos armados.
Siguiendo las indicaciones que había recibido, el cabeza de familia llegó a una dirección cercana, mientras que el resto de la familia esperaba en la estación de tren. El padre tocó a la puerta de aquel hogar y presentó su caso, pidiendo que lo ayudaran en lo que fuera posible.  Aquella familia accedió a prestarles la ayuda solicitada, y acomodó amablemente en su casa a diez bocas más, que estuvieron bajo aquel techo durante aproximadamente ocho meses. Recibieron ayuda para conseguir empleo, y fueron instruidos en la fe Cristina. Sin embargo, fueron el testimonio personal y la bondad de los anfitriones lo que los motivó a seguir a Dios. Tras los ocho meses, cuando pudieron regresar a su lugar de origen, el padre de los desplazados, como gesto de agradecimiento, quiso dejar algo de dinero por el hospedaje, pero la pareja de ancianos no lo aceptó. ¡Qué ejemplo de bondad!
Aquella familia de refugiados estaba compuesta por mis abuelos, mis tíos y mi madre. Tal vez si aquellos cristianos no hubieran practicado la bondad, ni yo existiría ni mi familia sería hoy cristiana. Aquella parejita de ancianos que ayudaron a mis tíos y a mi madre no eran adventistas, y quizá por eso mi familia tampoco lo sea hoy. Sin embargo, ellos mostraron el amor de Dios mediante su testimonio.  Para practicar la bondad y compartir el amor de Dios no debe haber barreras de credo, de nacionalidad, de raza ni de cultura; únicamente se necesita llevar a la práctica la Palabra de Dios en nuestras vidas y compartirla con quienes más la necesitan.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Nini Cuellar Oyóla 

HONESTIDAD A TODA PRUEBA


He escogido el camino de la verdad. Salmo 119:30.

No hay nada nuevo en que se nos recuerde que es necesario decir la verdad. La cosa se complica cuando decir la verdad puede costamos la libertad o incluso la vida.
Según nos cuenta William J. Bennett, en una situación tal se encontró Filóxeno (436-380 a. C.), un sabio que vivió hace muchos años en la ciudad de Siracusa, Sicilia, en tiempos en que gobernaba Dionisio.
Dionisio era muy vanidoso y pensaba que todo lo hacía bien. Por eso, cuando componía poemas, le gustaba reunir a sus cortesanos y leerlos ante ellos. Lo que más disfrutaba era escuchar las alabanzas de sus aduladores. Lo que nadie le decía a Dionisio es que sus poemas eran cualquier cosa menos poemas.
Cierto día Dionisio decidió invitar a Filóxeno a la corte, con el fin de que escuchara sus poemas y le diera su sincera opinión. Y así ocurrió. Dionisio leyó lo mejor de su repertorio y con ansias aguardó las palabras de admiración de parte del sabio. Pero esas palabras nunca llegaron. En cambio, ante el asombro de los presentes, el sabio dijo que esos versos no merecían el calificativo de poesía.
La ira de Dionisio fue tan grande que de inmediato envió al anciano al calabozo. Ahí permaneció durante varias semanas hasta que sus amigos lograron convencer al rey de que lo liberara. Dionisio accedió, pero con una condición: Filóxeno tenía que escuchar sus nuevos versos y dar su opinión.
El gran día llegó y Dionisio leyó su nuevo repertorio. Como siempre, sus cortesanos aplaudieron y llenaron al rey de halagos. Pero era la opinión de Filóxeno la que él quería escuchar.
—Dime, Filóxeno —preguntó Dionisio— ¿qué te parecieron mis poemas?
Después de permanecer callado durante un rato, el anciano se puso de pie, caminó hacia los guardias, y les dijo en tono firme:
—Llévenme de regreso al calabozo.
Con asombro, los presentes aguardaron la explosión de ira de Dionisio. Pero entonces ocurrió algo inesperado: el rey ordenó a los guardias que dejaran al anciano retirarse en paz. Hasta un vanidoso como Dionisio pudo darse cuenta de que un hombre de semejante valor moral no merecía estar en la cárcel (adaptado de William ]. Bennett, The Moral Compass [La brújula moral], pp. 323, 324).
Una vez más había triunfado la honestidad.
Señor Jesús, dame el valor para ser siempre honesto «aunque se desplomen los cielos».

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

RENUEVA UN ESPÍRITU RECTO


«¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí!» (Salmo 51:10).

Un converso le confesó a su pastor:
—Por más que oro, por más que me esfuerzo, sencillamente, no puedo ser fiel al Señor. Creo que no me salvaré.
A lo que el pastor respondió:
—¿Ve mi perro? Está educado, nunca rompe nada y es obediente; es una pura delicia. En la cocina tengo a mi hijo, un bebé. Lo rompe todo, arroja la comida al suelo, ensucia el pañal y es un completo desastre. Pero, ¿quién va a heredar mis cosas? Mi heredero no es el perro, sino mi hijo. Usted es heredero de Jesucristo porque él murió por usted.
Cuando el hijo pródigo regresó a casa de su padre, este le restauró sus privilegios de heredero. Lo vistió con las ropas de un hijo, le puso el anillo familiar en el dedo y en los pies le puso los zapatos de andar por casa. Nunca más volvió a comer comida de cerdos, sino los mejores manjares de la casa. Así será para todos los que vuelvan a Dios. Cuando nos mira, Dios no ve la mancha ni huele el estiércol. Nos reconoce como sus míos y nos devuelve todos los privilegios de la familia.
Hace ya algunos años, un hombre cruzo corriendo  el Rijks Museum de Amsterdam hasta que llegó al famoso cuadro «Ronda nocturna» de Rembrandt.
Luego sacó un cuchillo y o cortó varias veces antes de que lo detuvieran. Poco tiempo después, en Roma, un hombre angustiado y desequilibrado, pertrechado con un martillo, se deslizó en la catedral  de San Pedro y empezó a destrozar el hermoso grupo escultórico de la Piedad de Miguel Ángel. Dos obras de arte muy apreciadas fueron gravemente dañadas. Pero, ¿qué hicieron los responsables? ¿Desecharon las obras dañadas y se olvidaron completamente de ellas? En absoluto. Recurrieron a los mejores expertos, los cuales trabajaron con el máximo cuidado y precisión, e hicieron todo cuanto fue posible para restaurar esos tesoros.
Esto es lo que nuestro Padre celestial tiene para todo aquel que, manchado por el pecado, acuda a él: «Cristo restaurará la imagen moral de Dios en el hombre. Pero esto solo es posible con el consentimiento del hombre y su cooperación con Cristo.  La transformación que se hace evidente en la vida de los miembros de la iglesia testifica que Cristo es el Hijo de Dios» (Elena G. de White, Manuscript releases, tomo 20, carta 108, p. 362). Basado en Lucas 15:11-32

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

¿ES AMOR O EGOÍSMO?


Sed afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, daos preferencia unos a otros (Romanos 12:10).

Si hay una palabra que signifique en esencia lo opuesto al amor, es egoísmo. Por desgracia, todas las personas lo traen arraigado desde el nacimiento. Puedes verlo en el comportamiento de los niños y, a menudo, en el maltrato entre adultos. El origen de casi todo acto pecaminoso que se haya cometido puede encontrarse en una motivación egoísta. Es un rasgo que detestamos en las demás personas pero que justificamos en nuestro caso. Sin embargo, no puedes señalar las muchas maneras en las que tu cónyuge es egoísta sin admitir que tú también podrías serlo. Sería hipócrita. ¿Por qué tenemos criterios tan bajos para nosotros y expectativas tan altas para nuestra pareja? La respuesta es cruda: todos somos egoístas.
Cuando un esposo pone sus intereses, sus deseos y sus prioridades antes que su esposa, da una señal de egoísmo. Cuando una esposa se queja sin parar del tiempo y la energía que gasta para satisfacer las necesidades de su esposo, da una señal de egoísmo. Sin embargo, el amor "no busca lo suyo" (1 Corintios 13:5). Las parejas amorosas (las que disfrutan del propósito pleno del matrimonio) se empeñan en cuidar bien al otro ser humano imperfecto con quien comparten la vida. Ello se debe a que el verdadero amor busca maneras de decir "Sí". Un aspecto irónico del egoísmo es que aun los actos de generosidad pueden ser egoístas si la motivación es jactarse o recibir una recompensa. Si haces algo bueno para manipular en forma deshonesta a tu esposo o a tu esposa, sigues siendo egoísta.
En pocas palabras, o tomas decisiones por amor a los demás o por amor a ti mismo. El amor nunca se satisface si no es por el bien de los demás. No puedes actuar con amor verdadero y con egoísmo al mismo tiempo. Elegir amar a tu pareja hará que digas "No" a lo que quieres para decir "Sí" a lo que el (la) otro (a) necesita. Significa colocar la felicidad de tu pareja por encima de la tuya.

PÍDELE A DIOS QUE HOY TE ENSEÑE A AMAR EN VEZ DE ODIAR.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.