miércoles, 12 de agosto de 2009

DIOS NOS DA MÁS DE LO QUE LE PEDIMOS

Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá (S. Mateo 7: 7).

Durante un evento de la iglesia, tuve la oportunidad de orar por una dama que no conocía. Le pregunté a la hermana si tenía alguna petición para ponerla en las manos de Dios. Ella me respondió: «Sí hermana, estoy muy preocupada por mis tres hijos que salieron a EUA de ilegales y no sé de ellos». Hacía un mes había salido uno de sus hijos, y una o dos semanas después salieron los otros dos. Ella se angustiaba más porque no andaban juntos y todavía no se habían comunicado. Esta pobre mujer sufría por sus hijos, pensaba en el peligro que andaban, por las noticias que llegan sobre la frontera. Entonces le dije: «Siento mucho lo que pasa, y lo único que puedo hacer es orar por usted y sus hijos. Usted no sabe dónde están exactamente, pero Dios sí lo sabe, y le vamos a pedir en este momento, que le diga dónde están para que esté tranquila. Él comprende su sufrimiento porque es nuestro Padre celestial; ya verá que sí lo hará». Las que somos madres podemos imaginar la profunda angustia por la que estaba pasando esta hermana. En ese momento oramos y le expusimos al Señor la situación. Al terminar la oración, la abracé y le dije: «Dios es su padre y la ama, y también ama a sus hijos. Él le dirá dónde están y le dará la tranquilidad de que están bien». ¡Qué fácil es decir las palabras pero qué difícil el pasar por esa situación! Oré por la hermana y sus hijos. Cuatro días después encontré a esta dama en un centro comercial y me apresuré para preguntarle por sus hijos; pero antes de preguntarle, observé su rostro y no había tristeza. Ella contestó: «Ya llegaron: uno llegó el domingo, los otros dos el lunes». No cabe duda que Dios nos da más de lo que le pedimos. No solo le dijo dónde estaban, sino que se los trajo. Gracias Señor, porque eres un Padre amante, bondadoso y comprensivo, que estás al pendiente de nuestras necesidades. Te gozas con nuestras alegrías y te entristeces con nuestras tristezas. ¡Qué dicha tan grande nos das de pertenecer a tu hermosa familia! Amen.

Gloria de Torres
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

ENSANCHA MI MUNDO

Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. Juan 13: 34.

Es muy fácil que ocuparnos de nuestra propia vida nos impida pensar en los millones de personas con quienes compartimos este planeta. Ya lo dice el refrán: «Ojos que no ven, corazón que no siente». Cuando escuchamos que ha habido una catástrofe nuestra reacción natural es: «¿Para mí es una amenaza posible?» Si no lo es, damos gracias a Dios porque todo en nuestro mundo esté en su sitio y seguimos adelante con lo que nos ocupaba. Hace poco, tomé un periódico y leí un titular: «Un tornado asola una ciudad. Diez muertos». Inmediatamente leí el artículo. ¿Fue cerca de nuestra región? ¿Alguno de mis amigos vivían en el camino del tornado? Después de confirmar que el tornado no había sido una amenaza para nadie que yo conociese, giré la página para ver el parte meteorológico. De repente me di cuenta de qué había hecho. Había restringido mi mundo a mí misma, mis amigos y mi familia. ¿Qué pasaba con las diez personas que habían muerto? Si cada una de ella tuviese cien amigos y miembros de familia, en ese momento mil personas estarían llorando la pérdida de alguien querido. Como cristianos, ¿no deberíamos sentir tristeza porque diez personas por las que Jesús murió hubiesen perdido la vida? ¿No debería yo sentir compasión por los cientos de personas que tendrían que enfrentarse con las consecuencias de tan terrible tormenta? Cuanto más nos acerquemos a Jesús, más nos preocuparemos por los demás. Al fin y al cabo, el amor que siente por ellos es el mismo que siente por nosotros. Quizá no todos crean en él, pero su valor no se basa en su coeficiente de inteligencia espiritual. Se basa en lo que Jesús hizo por salvarlos.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

SEGURO DE SÍ MISMO

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 1 Juan 4:18

El temor nos hace realizar actos verdaderamente asombrosos. El más "alérgico" al agua, que nunca ha entrado a una piscina y que, por supuesto, no sabe nadar, puede cruzar un río desbordado, como si fuera un tritón olímpico, si lo vienen persiguiendo para matarlo. El temor está relacionado con la inseguridad. Es probable que a ti te haya ocurrido algo similar. Un amigo mío saltó una zanja de tres metros de ancho, como si fuera lo más simple del mundo, porque una serpiente de cascabel lo atacó de repente.

El apóstol se refiere aquí al temor que es fruto de la cobardía, no al deseable «temor de Jehová», que poseen todos los creyentes. Como dice el apóstol: «Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres» (2 Cor. 5:11). El temor de que habla San Juan es lo opuesto a la confianza; por eso no debe tener lugar en la mente del cristiano.
¿Cómo puede echar fuera el perfecto amor al temor? Lo hace porque el perfecto amor se centra en Dios. El cristiano que ama a Dios con todo su corazón no tiene por qué temer, pues, como dijo el apóstol Pablo: «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» El que ama verdaderamente no tiene miedo de Dios, ni tiene por qué temer las artimañas de los hombres. Es lo que ocurría con nuestro Señor cuando dormía en la barca mientras la tempestad llenaba de terror a los discípulos. ¿Te has preguntado alguna vez por qué Jesús no tenía miedo de nada? Ahora conoces la respuesta: Porque tenía verdadero amor y estaba perfeccionado en el amor, como dice nuestro texto. Siempre admiramos su valor cuando se dirigía a Jerusalén por última vez. Dice la Biblia que «cuando se cumplió su tiempo en que había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusaién» (Luc. 9: 51). No tuvo miedo, sino un «temor reverente», completamente diferente del miedo servil (Heb. 5: 7).
En la Palabra de Dios hay constantes exhortaciones a tener valor y vivir con valor. Parece que el valor es una de las virtudes destacadas del cristiano: «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas» (Jos. 1: 9).
Procura que Dios te libere de la tiranía del temor. Es una de las bendiciones que más necesitamos en el duro y difícil camino de la vida.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.