miércoles, 22 de febrero de 2012

¡SEAS TAN ÁCIDO!

«¡Cómo nos viene a la memoria el pescado que comíamos gratis en Egipto! Y también comíamos [...] cebollas» (Números 11:5).

Hoy vamos a continuar nuestra caminata por el jardín. Nos acercamos a unos vegetales con un aroma más bien fuerte. ¡Son cebollas! Tal vez no sabías esto, pero no todas las cebollas son ¡guales. Algunas tienen un sabor dulce y suave, mientras que otras son acidas y fuertes. Algunas no dejan ese olor ¿desagradable en la boca, mientras que otras hacen que la gente se aleje de ti. Algunas personas opinan que la cebolla le da un mejor sabor a las comidas, mientras que a otras no les gusta.
Tú también puedes ser como la cebolla. Cuando alguien hace algo que no te gusta, puedes comunicarle tu molestia de diferentes maneras. Si alguien está usando palabras inapropiadas, puedes decirle: «Oye, cierra la boca. No quiero escucharte más». O decirle de una manera más amigable: «Discúlpame, pero, ¿podrías por favor dejar de usar ese vocabulario desagradable?». Cuando decimos algo fuerte de una manera cordial estamos teniendo «tacto».
En cuanto a las cebollas, puedes comerte las que más te gusten. Pero en relación a la manera en que debes decir las cosas, sé una cebolla dulce y llena de tacto, y no una cebolla acida. ¡Eso hará que a todos les guste estar

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

UNA MUJER COMPLETA

Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenare con él y él conmigo (Apocalipsis 3: 20).

Siempre he mirado el privilegio que tuvieron los discípulos de caminar y compartir sus vidas con Jesús. A veces me he preguntado: «¿Por qué será que no podemos en la actualidad ver y experimentar la presencia de Jesús como ellos lo hicieron?». ¡Qué gran gozo debe haber sentido asimismo los que fueron sanados o tocados por las manos del Maestro!
¿Te imaginas que Jesús acudiera a tu casa como un invitado especial y que pudieras prepararle una rica comida? Lo más probable es que buscarías la mejor receta y sacarías tus mejores platos y cubiertos porque él iba a estar sentado a tu lado. También creo que le pedirías que se quedara a dormir en tu casa. De ser así probablemente le arreglarías muy bien una habitación y lo atenderías como a un huésped de honor. Asimismo, al saber que él está en tu casa, te sentirías confiada y segura por su protección.
Pensar en el Maestro me hace anhelar su segunda venida. ¡Cuánto deseo estar con mi Jesús! Será algo maravilloso vivir por siempre en la compañía del Señor. Jamás tendremos necesidad de nada. Los temores, la tristeza y la soledad desaparecerán. También será muy agradable poder abrazarlo y sentir que sus manos nos rodean con ternura. Su presencia nos dará la seguridad de su constante protección.
Nuestro hogar será un oasis en el desierto si cada día invitamos a Jesús a morar con nosotros. La vida en la tierra es el comienzo de la vida en el cielo. Invitar a Jesús cada día a nuestras vidas y hogares nos ayudará a sentir su presencia.
Entona hoy este himno:
«Hoy te invitamos, Oh cristo,
Hoy te invitamos a entrar.
Quédate con nosotras y enséñanos a orar.
El día ya comienza. Ya ha salido el sol.
Quédate con nosotras y enséñanos a orar».
Recuerda que al orar y cantar estarás invitando a Jesús pura que forme parte de tu vida. Tú también puedes recibir hoy al mejor invitado de honor: ¡a Cristo Jesús!

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Margarita Calixto Pertuz

ALGO NUEVO

Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Isaías 43:18,19; NVI

¿Has notado cuánta fuerza tiene la costumbre? Hacemos las cosas sencillamente porque otros las hacen; o como los demás las hacen.
Un ejemplo de mi vida ilustra muy bien esta realidad. Durante muchos años, usé la tradicional hoja de afeitar para rasurarme. Mi padre así lo hacía, y también mis tíos, mi hermano mayor, y mis amigos. En mi opinión, no había nada mejor.
Cierto día mi esposa me regaló una máquina eléctrica, pero la guardé en un cajón durante meses. Hasta que un día decidí probarla. ¿El resultado? Nunca más usé la dichosa hoja de afeitar. Se acabaron las cortaduras. Se acabaron las incomodidades. ¿Por qué demoré tanto en darme cuenta?
El poder que tiene la costumbre también lo ilustra el siguiente relato, del libro For the Gradúate. God's Guidance for the Road Ahead [Para el graduado. La conducción divina para el camino futuro], 2002).
Un jovencito observa que su hermana corta los bordes de la tortilla antes de cocinarla. Curioso, le pregunta:
—¿Por qué cortas los bordes de la tortilla antes de cocinarla?
—Porque así lo hace mamá.
Todavía curioso, pregunta a su mamá:
—Mami, ¿por qué cortas los bordes de la tortilla antes de cocinarla?
—Oh, porque así lo hace mamá.
No muy convencido, va entonces a la abuela:
—Abuelita, ¿por qué ellas cortan los bordes de la tortilla antes de cocinarla?
—No sé por qué lo hacen ellas —dijo la abuelita, sonriendo—. Yo lo hacía porque mi sartén era muy pequeña y la tortilla no cabía.
Y tú, ¿en qué áreas de tu vida todavía sigues «cortando los bordes de la tortilla» ? ¿Qué cambios tienes que introducir en tu manera de hacer las cosas para aprovechar mejor el tiempo, superarte en los estudios, desarrollar tus talentos o perfeccionar tus destrezas? Como bien lo expresa Bryan Dodge: ¿Qué aprendiste ayer que podrías aplicar hoy de modo que puedas hacer las cosas de manera diferente mañana?.
Por supuesto, la idea no es cambiar solo por cambiar. Es hacer las cosas cada vez mejor. Es procurar la excelencia. Es crecer y desarrollarte física, intelectual y espiritualmente. ¿No fue esto lo que Jesús nos enseñó con su ejemplo?
Dios quiere hacer algo nuevo en tu vida. Es más, ya está sucediendo. ¿No te das cuenta?

Padre Celestial, has tu obra, tu nueva obra en mi corazón.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

JAMÁS JURE

«Sea vuestro hablar: "Sí, sí" o "No, no", porque lo que es más de esto, de mal procede» (Mateo 5: 37).

¿Qué quiso decir Jesús con: «Sea vuestro hablar: "Sí, sí" o "No, no"»? Cuando era niño intentaba imaginar un mundo en el que la gente solo dijera: «Sí, sí» o «No, no». ¿Cómo podríamos comunicarnos unos con otros? Ahora entiendo que Cristo no decía que en nuestro vocabulario solo tiene que haber esas dos palabras.
Para comprender la lección que Jesús nos quiere enseñar tenemos que leer desde el versículo 33; en particular, las palabras: «No jurarás en falso».
Imagine la situación: Un nuevo presidente de los Estados Unidos «jura el cargo». Pone su mano izquierda sobre un ejemplar de la Biblia y levanta la derecha mientras jura que será fiel en el ejercicio del cargo de presidente. Este juramento es una tradición, un formalismo. Pero tengo una pregunta: ¿Por qué es necesario que una persona ponga una mano sobre una Biblia y levante la otra como garantía de su fidelidad? Hace años, cuando alguien quería que se supiera que estaba diciendo la verdad, decía: «Lo juro sobre un montón de Biblias».
Cristo enseña que nuestra palabra tiene que ser de fiar porque somos quienes somos. Nuestro «sí» tiene que significar «sí»; los demás tienen que poder confiar en que cumpliremos lo prometido o permaneceremos firmes en nuestro «no» cuando no podamos comprometernos a hacerlo. Decir «sí» cuando se tiene intención de decir «no» es una falta de honestidad, es una manera de oponernos de forma subrepticia. Crea una falsa apariencia que esconde la verdad, engaña y debilita porque socava la confianza de los demás en nosotros.
No seamos de esa clase de personas que necesitan jurar sobre cualquier cosa para dar fuerza y validez a sus palabras. Seamos de aquellas personas cuyas palabras van cargadas de fuerza y autoridad por ser quienes son, personas que cuando dicen «sí» es «sí» y cuando dicen «no» es «no». Con la ayuda del Espíritu Santo, desarrollemos la fuerza de carácter necesaria para cumplir nuestras promesas y la integridad precisa para decir la verdad tal y como la entendemos; de modo que usemos palabras que identifiquen la verdad, promuevan la bondad y edifiquen a los demás.
Señor, te ruego que me perdones si no he sido fiel a mis promesas. Concédeme la gracia de ser fiel a mi palabra, y a tu Palabra. Basado en Mateo 5: 33-37

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill