miércoles, 28 de diciembre de 2011

EN LA ESPERA - 2ª PARTE

Porque aún un poco y el que ha de venir vendrá, y no tardara. (Génesis 6:14)

Aguardaban muchas sorpresas a aquel hombre que comenzaba de nuevo su vida desde cero. Su hijo había crecido sin conocer a su padre. Su esposa lo había esperado durante 16 largos años, pero ahora esperaba un bebé de su nuevo marido. La alarmante noticia llegó a oídos de ella para desestabilizarla. La mujer no se atrevió a ir a ver a aquel hombre al que tanto había esperado, y su hijo no pudo sobreponerse al trauma, por lo que se mostraba insensible al amor de su padre.
¿Qué sucede en nuestra vida? ¿No resulta a veces tan dramática como la de esta familia? El versículo de hoy nos dice que debemos esperar un poquito, aunque en realidad ese poquito se ha tornado en largos años. Anhelamos que nuestro Salvador regrese y acabe con el mal, pero el poquito de. Dios nos parece demasiado largo. ¿De qué le sirvió a aquella mujer esperar durante 16 años a su esposo, si cuando este despertó ella ya no estaba esperándolo? Sin juzgar a nadie, pues se trata de una situación sumamente difícil, quisiera hacer un paralelismo con el plano espiritual. La pregunta es obvia: ¿De qué nos sirve mantenernos durante tantos años esperando a Jesús, privándonos de «los placeres del mundo», si al final no estamos listas para recibirlo?
¿Llevas muchos años en la iglesia, esperando a tu Salvador? ¿Piensas que como eres joven aún quieres disfrutar de la vida? ¿Crees que todavía falta mucho para que el «poco» de Dios llegue a su fin? Cristo pone su mirada sobre ti. Hoy te está diciendo que quiere venir a tu vida.
Aquel hombre no lúe recibido por su familia como él esperaba. Ellos habían rehecho sus vidas lejos de él. Cristo también llega a tu vida porque quiere compartirla contigo. ¿Le dirás que tienes otro compromiso o lo dejarás tocio para estar con él?
Muy pronto Jesús aparecerá ante nuestros ojos. Para algunas de nosotras será algo tan traumático que no querrán ver su rostro, pero para otras será la victoria de nuestras vidas. ¿Estás lista para el encuentro con tu Dios?

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

MIL AÑOS

Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él milanos. Apocalipsis 20:6.

Al llegar Jesús a la tierra, ordena a los muertos justos que resuciten, y junto a los fieles vivos, ellos se elevan para recibirlo en el aire. El destino de los pecadores es diferente, ya que al ver a Cristo, son destruidos con el resplandor de su gloria. A partir de este momento la historia se bifurca entre lo que pasa en la tierra y lo que ocurre en el cielo.
En la tierra quedará Satanás junto con sus huestes de demonios para contemplar su reinado de terror. Sin tener a quién tentar en el mundo desolado y vacío, estos ángeles rebeldes tendrán mil años para reflexionar sobre la decisión que tomaron en las cortes celestiales al sublevarse contra Dios.
Jeremías, al contemplar el mundo durante el milenio, escribe: "Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz. Miré a los montes, y he aquí que temblaban, y todos los collados fueron destruidos. Miré, y no había hombre, y todas las aves del cielo se habían ido. Miré, y he aquí el campo fértil era un desierto, y todas sus ciudades eran asoladas delante de Jehová, delante del ardor de su ira" (Jer. 4:23-26).
En el cielo el panorama será diferente. Se realizará un juicio de verificación, en el que cada redimido tendrá la oportunidad de corroborar la justicia divina. Al investigar en los libros celestiales, nos asombraremos al ver algunos redimidos que quizá hubiéramos tildado de pecadores, pero también sabremos por qué otros que considerábamos santos se perdieron.
Una vez terminado el milenio, la Nueva Jerusalén descenderá del cielo, y dentro de ella Jesús con los redimidos. Entonces, el Hijo de Dios dará la orden para que los pecadores de todos los tiempos vuelvan a la vida y vean el premio que rechazaron.
Satanás volverá a engañar a los pecadores y formará un ejército como nunca se vio en el mundo. Intentarán atacar a los redimidos y rodearán "la ciudad amada", pero "de Dios [descenderá] fuego del cielo, y los [consumirá]" (Apoc. 20:9). Así terminará el gobierno satánico que durante varios milenios afligió a la humanidad.
Nunca más los redimidos serán tentados. Nunca más volverán a existir el dolor, el sufrimiento y la muerte. Nunca más se levantará el pecado (Nah. 1:9, 15). Por los siglos sin fin gozaremos de paz, armonía y felicidad en toda la extensión del universo.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

GRATITUD

Señor, tú nos has sido refugio degeneración en generación. Salmo 90:1.

Cuando Moisés escribió el Salmo 90, estaba recordando los milagros que sucedieron mientras conducía al pueblo por el desierto. Recordar es vivir. ¡Bendito el pueblo que tiene memoria! Triste es observar a alguien que sufre de amnesia; la amnesia es la soberanía del olvido. Un hombre que se olvida de su pasado vive un presente desprovisto de significado; y el futuro le parece incierto y atemorizante.
El pasado te da fuerzas para continuar hacia delante; te confronta con tu historia, aunque esa historia sea el registro de las cosas buenas y malas que sucedieron. Olvidar es el lado opuesto del recuerdo. Olvidar es morir; morir de a poco, lentamente. Consumido por el frío de la indiferencia o de la ingratitud.
Al agradecer, Moisés tenía un motivo para ser grato. La gratitud le inspiraba seguridad; sin seguridad, no hay vida. Si observas a un niño de pocas semanas, vas a notar cómo la necesidad de seguridad lo lleva a aferrar, con fuerza, lo que encuentra cerca de él. Él no tiene conciencia de eso: la seguridad es una necesidad inconsciente, pero vital. Nadie se desarrolla, en plenitud y equilibrio, si no se siente seguro. Lo que poca gente sabe es que la gratitud genera seguridad; mucho más, cuando la gratitud es dirigida a un Ser eterno y poderoso, como Dios.
Dios no espera que sus hijos le sean agradecidos porque él se alimenta de gratitud; no. La gratitud no es un "deber" que el "buen cristiano" tiene que cumplir. La persona beneficiada por la gratitud no es la que recibe el agradecimiento, sino la que agradece. Hacer una revisión de las bendiciones recibidas de parte de Dios te recuerda, como dice Moisés, que "tú nos has sido refugio de generación en generación". Quiere decir, las generaciones pasan; los tiempos se van; días, meses y años se transforman en historia. Pero ¡tú, oh, Señor, continúas! Continúas siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos. Mi temporalidad puede esconderse en el refugio de tu eternidad. ¿Por qué podría, entonces, asustarme la enfermedad o la fugacidad de las pruebas pasajeras de esta vida? Estoy seguro, en la eternidad divina. Nada ni nadie me amedrentará.
Llegamos casi a fin de año. Haz un alto y agradece. No empieces el nuevo año sin reconocer: "Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón