lunes, 12 de septiembre de 2011

OTRA SEÑAL

Y la ciencia aumentará. (Daniel 12:4)

La confianza suprema en el poder de la razón humana se extendió por Europa a lo largo del siglo XVIII, el cual por este motivo ha llegado a ser conocido como «el siglo de las luces». Desde entonces hasta hoy la historia ha sido testigo de un aumento espectacular de la ciencia.
En 1747 Benjamín Franklin inició sus experimentos sobre la electricidad. Defendió la hipótesis de que las tormentas son un fenómeno eléctrico y propuso un método efectivo para demostrarlo. Inventó el pararrayos y presentó la llamada «teoría del fluido único», según la cual cualquier fenómeno eléctrico era causado por un fluido eléctrico, la electricidad positiva, mientras que la ausencia del mismo podía considerarse electricidad negativa.
Dos siglos después el equipo del laboratorio de Huber realizó descubrimientos históricos sobre la fotosíntesis, el proceso químico que transforma la luz solar en energía química en las plantas. Robert Huber y sus colaboradores fueron los primeros que detallaron la estructura tridimensional de una proteína de la membrana celular involucrada en el proceso de la fotosíntesis, lo cual permitió a otros científicos desarrollar técnicas de prevención de enfermedades.
Aunque Adán y Eva conocían los misterios de la naturaleza, el ser humano ha tenido que ir descubriéndolos a lo largo de los siglos. Los descubrimientos de lo ya establecido por las leyes divinas abrieron la era profetizada por Daniel tiempo atrás, aunque irónicamente las maravillas del mundo en que él vivía no pueden ser explicadas por el hombre moderno, supuestamente más inteligente y erudito. El versículo de hoy nos dice que el aumento de la ciencia sería una señal del regreso de Jesús. Lo más maravilloso no es la cada vez mayor capacidad humana para descubrir y explicar los fenómenos naturales, sino que por medio de esos avances Dios está anunciando su pronto regreso.
Cuando ante tus ojos se abren las puertas de la ciencia, recuerda que Cristo está esperando para abrir otra puerta. Los cielos, cual pergamino, se enrollarán y la puerta celestial se abrirá para recibir a todos los que esperan su venida. ¿Estás lista para entrar por las puertas de la Nueva Jerusalén?

Los avances de la ciencia anuncian que Cristo viene pronto.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

MUCHOS POR UNO

Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. Hechos 12:5.

Uno de los grandes pilares de la iglesia había caído. El apóstol Santiago, hermano de Juan y uno de los testigos presenciales de los poderosos milagros de Cristo, había muerto como mártir en manos del rey Heredes. A la iglesia le parecía un vacío muy difícil de llenar, y antes de reponerse de esta terrible pérdida, llegó a su conocimiento otra noticia devastadora: Pedro estaba en la cárcel.
Parecía imposible, pero esa era la triste realidad. El apóstol portavoz de la iglesia, que tan valientemente había defendido la causa del evangelio ante concilios y prelados, ahora se encontraba silenciado en la oscura mazmorra del palacio de Herodes. Fue de conocimiento público que el rey mataría también a este apóstol después de la Pascua.
A pesar de que todas las esperanzas parecían perdidas, porque los cristianos no tenían influencia política ni dinero como para rescatar a Pedro, "la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él". Muchos de esos cristianos sinceros, sabiendo el perjuicio que sufriría la causa de Cristo en la tierra si moría el apóstol, iniciaron una cadena de oración por su vida.
El día anterior a la ejecución, el Padre de amor que está en el cielo escuchó las plegarias que muchos hicieron por Pedro, y un poderoso ángel descendió y lo liberó de la prisión. Las pesadas cadenas, la multitud de soldados, las gruesas paredes y las enormes puertas no pudieron detener a aquel que por orden divina obtuvo la libertad.
En nuestros días, estos milagros parecen un cuento de hadas. Pero más allá de la incredulidad reinante, el mismo Dios que liberó al apóstol Pedro puede actuar hoy si dedicamos tiempo a la oración. El enemigo pudo apresar, amenazar y mostrar un futuro sombrío, pero no pudo impedir que esos cristianos indefensos oraran por la liberación de su apóstol.
En la actualidad, el futuro puede parecer incierto y los problemas pueden inundarnos. Pero así como la iglesia primitiva oró por Pedro, también hoy la oración de muchos puede ser escuchada. La falta de fe, de salud, de trabajo o de algún bien, no debiera asustar a nadie, porque el Padre de las luces tiene mil recursos dispuestos para darles a los hijos que se animan a orar.
Si quieres ver los mismos milagros que se hicieron en tiempos de Pedro, recurre en oración a Dios con tu iglesia.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¡CÓMO CAÍSTE!

¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Isaías 14:12.

Al verlo, Lidia sonrió. Los dientes, blanquísimos, brillaban como perlas en su boca. Ernesto nunca había visto un rostro tan bello, tan radiante; ni ojos tan llenos de vida y de sueños. Lidia tenía todo para ser una mujer triunfadora. ¿Quién no le abriría las puertas? Cuando deslizaba su cuerpo esbelto por las calles, hasta la vida parecía extenderle la alfombra roja.
Hay personas que nacen así. Como si Dios les confiase algo especial, para alguna misión diferente. Lidia era una de esas personas: resplandecía entre los mortales. Ernesto la amó desde el día que sus miradas se encontraron: Pero, cuando un día le declaró su amor, ella le dijo que era una estrella que él jamás alcanzaría.
De repente el "lucero de la mañana" empezó a creer que podía brillar sola, y que no necesitaba de nadie; ni de Dios. Para nada. ¡Craso engaño! Brilló por algún tiempo, es verdad; subió a las alturas más encumbradas y, desde allí, observó a los demás seres humanos como si fuesen inferiores a ella. Tal vez, pensó que su luz jamás se apagaría; muchos piensan así. Un día, Lucifer también lo pensó. Pero, el texto de hoy registra que aquel ángel de luz fue cortado y cayó a la tierra.
Lidia también. Una noche, mientras regresaba de una fiesta, embriagada, perdió el control del vehículo y chocó contra un árbol.
Los meses que siguieron al accidente fueron meses de lucha: peleó la batalla de su vida para volver a andar; concentró todas sus fuerzas; gimió, lloró; echó mano de lo que tenía y de lo que no tenía por recuperar lo que el accidente le había quitado. Pero, el resultado fue calamitoso: quedó limitada a una silla de ruedas por el resto de su vida.
Su vuelo vertiginoso hacia las estrellas fue cortado por su propia imprudencia, al conducir embriagada, pensando que era dueña de su destino. Ernesto la siguió amando. Un día, la llevó al altar en ese estado, y cuidó de ella con cariño.
Hoy, tu cielo puede verse azul y sin nubes; hoy, puedes brillar como el sol a mediodía. Pero, recuerda que todo en tu vida pertenece a Dios; todo lo recibiste de él. No te apoderes de lo que recibiste prestado. Si lo haces, un día, tal vez la propia vida te diga: "¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón