sábado, 8 de junio de 2013

UNA COSTURA DERECHA

Lugar: Pennsylvania, EE.UU. 
Palabra de Dios: Colosenses 3:23

Ven, Betsy-la llamaron sus amigas-. Apúrate con esa última costura, así vienes a jugar con nosotras.
Mientras terminaba el delantal en el que trabajaba, Betsy podía ver a sus amigas jugando afuera. Quería ir con ellas, pero sabía que si hacía las cosas a las apuradas la costura le saldría torcida. La niña quería asegurarse de que las puntadas estuvieran bien cosidas, aunque le llevara más tiempo.
Lentamente, Betsy movió la aguja a lo largo de la tela, asegurándose de que cada puntada estuviera en su lugar. Finalmente, terminó su tarea y se unió a sus amigas.
-¿Qué te llevó tanto tiempo? -le preguntaron-. Nosotras terminamos hace rato. ¿A quién le importa si algunas puntadas no son perfectas?
Pero, Betsy estaba contenta de haberse tomado el tiempo para hacer bien su trabajo. Su cuidadosa atención a los detalles tuvo su fruto. No solamente su delantal quedó lindo y prolijo, sino también, cuando creció, llegó a ser conocida como una de las mejores modistas de las colonias estadounidenses. Sus dientas quedaban contentas, y a menudo decían: "Si quieres un trabajo de calidad, ve a ver a Betsy Ross".
Así fue como Betsy participó en la creación de la bandera estadounidense. Cuando los dirigentes del nuevo país oyeron hablar de su buen trabajo, le trajeron el diseño que tenían en mente.
-¿Por qué no usamos estrellas de cinco puntas, en lugar de las de seis puntas? -sugirió.
Y así es como están las estrellas hoy, en la bandera de los Estados Unidos. En 1777, el Congreso Continental le encomendó que fabricara banderas estadounidenses.
Cuando ella cosió con cuidado esas puntadas derechas, en su infancia, Betsy sabía que era importante que "hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo".

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

DE ESCLAVA A PRINCESA

Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba! ¡Padre!» Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero. Gálatas 4: 6-7.

El relato más extraordinario que escuché en mi infancia y que aún atesoro en mi corazón, es aquel que habla de una princesita que, a pesar de ser amada por el rey desde pequeña, fue despojada de todos su derechos por los enemigos de su padre. Aquel rey murió en defensa de su reino y de su amada hija, y la pequeña princesa fue llevada como esclava pasando al servicio de los enemigos de su padre. Despojada de sus ropajes reales, debía realizar los quehaceres más pesados y suplicar a sus opresores para que le dieran siquiera un miserable mendrugo de pan. Pero el final feliz llegó. Un príncipe azul puso su vida como garantía y apareció para darle libertad y devolverle el título de «hija del rey» que siempre había sido suyo.
No es más que un cuento, pero hoy quiero recordarte que la mejor historia es aquella en la que tú y Dios son los protagonistas. Tú eres la hija del Rey con todos los derechos que este título te confiere. Pero un día, el enemigo de Dios llegó para despojarte de todos tus privilegios. De princesa pasaste a ser esclava.
Es posible que la esclavitud te tenga atada con cadenas de oro y grilletes de plata, y esto te haga creer que estás bien. Pero aun así continúas siendo esclava. Hábitos perjudiciales, la tendencia al mal, la búsqueda insaciable del placer, la mundanalidad; todo ello podría transformarse en cadenas tan férreas que imposibilitaran todo intento de escapatoria.
Quiero recordarte que tu condición de princesa te fue devuelta cuando Cristo Jesús, el Príncipe de Paz, el Hijo del Rey, vino en tu rescate para morir en la cruz. Lo hizo para devolverte la libertad arrebatada por el pecado. Su magnifica promesa es: «El Señor hace justicia a los oprimidos, da de comer a los hambrientos y pone en libertad a los cautivos» (Sal. 146: 7).
Amiga, eleva tu vista al cielo, ofrece una plegaria pidiéndole al gran Libertador que rompa tus cadenas y entonces «"Volverás a vivir en paz y tranquilidad, y nadie te infundirá temor. Porque yo estoy contigo para salvarte", afirma el Señor» (Jer. 30:10-11).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

LOS REFORMADORES DIVINOS DE SALUD

Les ruego que coman algo, pues lo necesitan para sobrevivir. Ninguno de ustedes perderá ni un solo cabello de la cabeza (Hechos 27: 34).

Comer para gozar de una buena salud y la promesa de bienestar físico, mental y espiritual a los que así procedan, representa uno de los mensajes más importantes que Dios comunicó a unas personas en particular. Pero creo que puede extenderse a todos. Los que conocen los escritos de Elena G. de White reconocerán que ella estaba de acuerdo con varios de los puntos de vista de los reformadores de la salud de su tiempo. De modo que no estaba sola cuando rechazó el «uso de drogas venenosas», ya que «en vez de ayudar a la naturaleza, paraliza su potencial».
Los primeros adventistas eran conscientes de dos cosas: una, la coincidencia de Elena G. de White con los reformadores de la salud de sus días; y dos, de sus contribuciones adventistas específicas. Por eso J. H. Waggoner pudo escribir en 1866 que «nosotros no profesamos ser pioneros en los principios generales de la reforma prosalud. Los hechos en los cuales se funda este movimiento han sido elaborados, en gran medida, por reformadores, médicos y autores que escriben sobre fisiología e higiene; por lo tanto, pueden hallarse esparcidos por toda la tierra. Pero sí reclamamos que, por el método de elección de Dios [el consejo de Elena G. de White] han sido desarrollados más clara y poderosamente y, por lo tanto, están produciendo un efecto que no podríamos encontrar en ninguna otra fuente.
»Como simples verdades fisiológicas e higiénicas, unos podrían estudiarlas en sus ratos libres y otros, ponerlas a un lado como asuntos de escasa importancia. Pero cuando son puestas al mismo nivel de las grandes verdades del mensaje del tercer ángel, por la sanción y la autoridad del Espíritu de Dios, y de este modo señalados como los medios a través de los cuales un pueblo débil será hecho fuerte para vencer, y nuestro cuerpo enfermo purificado y puesto en forma para la traslación, entonces son para nosotros una parte esencial de la verdad presente» (George R. Knight, Lest We Forget [No sea que olvidemos], p. 166).
Si bien Elena G. de White estuvo de acuerdo en gran medida con los reformadores de salud de sus días, una de sus contribuciones en el área de la salud fue integrar el mensaje de salud en la teología adventista. ¿Has comprendido el sublime mensaje de salud adventista y lo has aplicado a tu vida? Te invito a que lo hagas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA GRAN FUENTE DE VERDAD

Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Mateo 11:29.

Cristo es el Autor de toda verdad. Toda concepción brillante, todo pensamiento de sabiduría, toda capacidad y talento, son dones de Cristo. Él no tomó ideas nuevas de la humanidad, porque es el originador de todo. Pero cuando vino al mundo, encontró las brillantes gemas de verdad que había confiado al hombre sepultadas en la superstición y la tradición. Las verdades de la importancia más vital estaban colocadas en el marco del error para servir al propósito del archiengañador. Las opiniones humanas, los sentimientos más populares de la gente, fueron lustrados exteriormente con la apariencia de la verdad, y fueron presentados como las gemas genuinas del cielo, dignas de atención y reverencia. Pero Cristo barrió las teorías erróneas. Nadie, salvo el Redentor del mundo, tenía poder para presentar la verdad en su pureza primitiva, desprovista del error que Satanás había amontonado para ocultar su belleza celestial.
Algunas de las verdades que Cristo habló eran conocidas por el pueblo. Las habían escuchado de labios de sacerdotes y gobernantes y de personas pensantes; pero a pesar de todo esto, eran distintivamente los pensamientos de Cristo. Las había encomendado en confianza a la gente, para ser comunicadas al mundo. En cada ocasión proclamó la verdad particular que creía apropiada para las necesidades de sus oyentes, ya que hubieran sido expresadas antes o no.
La obra de Cristo consistió en tomar la verdad que la gente necesitaba y separarla del error para presentarla libre de las supersticiones del mundo, a fin de que la gente la aceptara por su propio mérito intrínseco y eterno. Dispersó la niebla de la duda para que la verdad pudiera ser revelada y arrojara rayos luminosos en las tinieblas de los corazones de los hombres. ¡Pero cuan pocos aprecian el valor de la obra que Cristo hacía! ¡Cuán pocos en nuestro día tienen un concepto justo de la preciosidad de las lecciones que él dio a sus discípulos!
Él demostró ser el camino, la verdad y la vida. Buscaba atraer las mentes de los placeres efímeros de esta vida a las realidades invisibles y eternas. Las vislumbres de las cosas celestiales no incapacitan a los hombres y mujeres para los deberes de esta vida, sino que los hacen más eficientes y fieles.— Review and Herald, 7 de enero de 1890; parcialmente en A fin de conocerle, p. 209.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White