miércoles, 28 de septiembre de 2011

UN JUEGO PELIGROSO

El les dijo: Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura. (Jueces 14:14)

Este acertijo inventado por el poderoso Sansón dio pie a la destrucción de muchos filisteos. Al verse traicionado, Sansón buscó venganza, y aunque el propósito que Dios tenía para él se cumplió, se vio privado de las múltiples bendiciones que el cielo hubiera querido darle. Su terquedad le hacía jugar con el pecado. Quizás se consideraba demasiado fuerte como para ser vencido, y esto lo colocaba en un terreno muy peligroso. Tan peligroso era el juego de este hombre poderoso que no fue vencido por todo un ejército, sino por una sola mujer. El devorador de hombres había caído y las avispas filisteas lo convirtieron en un juguete para alimentar su burla hacia el Dios eterno.
Cuando estudiamos las Sagradas Escrituras aprendemos que el pecado reina sobre este mundo y prolifera a pasos agigantados. Se cuenta que en un lago vivían muchas ranas entre las cuales se encontraba una que se consideraba más suspicaz e inteligente que sus compañeras. Pensaba que las demás eran tontas por seguir las reglas del grupo. El otoño llegó y todas se prepararon para invernar, pero la ranita no quiso acompañarlas, alegando que todavía era muy pronto para bajar a las profundidades. Se quedó en la superficie, donde el alimento abundaba más debido a que pocas ranas habían permanecido allí. Finalmente se quedó sola. Cuando llegó el frío, la ranita pensó que. ya era hora de invernar y con dificultad a causa de su exceso de peso se lanzó al lago, pero chocó contra el hielo que cubría las frías aguas y allí murió.
Así sucede con el pecado. Aparentemente nos presenta una salida mejor y oportunidades tentadoras; entonces pensamos que podemos disfrutar de ellas porque todavía hay tiempo para ir al Salvador. «Me entregaré a Cristo cuando me jubile, o cuando termine mi carrera», «Disfrutaré la vida y cuando sea más vieja iré a Jesús»; con estas excusas seguimos acariciando el pecado que ríos destruye.
No dejes que el pecado gane terreno y te atrape en sus redes. No dilates tu entrega personal y cotidiana a tu Salvador. Cada día muere al pecado y vive para Cristo.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

UNA ORACIÓN DIFÍCIL

Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo hacen. Lucas 23:34.

Para la gran mayoría de las personas, un enemigo es simplemente aquel que contradice sus intereses y sus ideas. Como Jesús quería que los cristianos fueran diferentes al resto del mundo, enseñó: "Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mat. 5:44). ¿Cómo es posible que Jesús nos pida que oremos por nuestros enemigos?
Imagínate esta situación: Un compañero de estudio envidioso te acusa falsamente ante el profesor de que hiciste trampa y copiaste en el último examen, y que por esa razón sacaste la nota más alta del aula. ¿Orarías por él? ¿Le pedirías a Dios una bendición especial por quien por envidia te acusó falsamente?
Piensa en esta otra: Una persona del sexo opuesto está interesada en ti, y a ti también te agrada mucho. La amistad comienza a crecer, y lo que antes era un simple gusto se transforma en amor. Pero de un día para el otro, esta persona te deja de mirar, no quiere estar a solas contigo y te rehuye. Como no sabes lo que está pasando por su cabeza, le pides ayuda a un amigo para que hable con esa persona que te agrada. Al hacerlo, ella le dice que le contaron que tú insultas a tu madre frecuentemente, y hasta le has levantado la mano. Como para confirmar lo dicho, le dice a tu amigo el nombre del que difundió esa "noticia". Tú te llenas de indignación porque eso es una terrible mentira. Te pregunto, ¿podrías orar por esa persona que te calumnió?
Jesús enseñó que debemos amar a nuestros enemigos y orar por quienes nos perjudican; y él sabía cuan difícil sería aplicar este principio en la oración. Pero también puso su poder a nuestra disposición, para que esa oración no sea fingida, sino que con un amor celestial y sublime podamos pasar por alto nuestros propios sufrimientos y orar por quienes buscan causarnos daño.
La enseñanza de Cristo tiene muchísima autoridad, porque sin haber hecho nada digno de muerte, a él se lo condenó a morir en una cruz de oprobio. Jesús podría haber orado por venganza ante esa injusticia, sin embargo oró: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Esa corta oración constituye un modelo para cada cristiano; porque ser cristiano, significa amar a los enemigos.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¿JUSTICIA O IRA?

Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Santiago 1:20.

Carla sabía que la noche de aquel domingo marcaría su vida para siempre. Era una noche fría; la más fría de todas las que había vivido al lado de su joven esposo. Las cortinas se movían con el viento helado; pero ni siquiera el aire de la noche era capaz de apagar la ira de su corazón. La imagen que había visto aquella tarde no se borraría de su mente jamás: su esposo besaba a otra mujer. ¡Nunca había imaginado algo así! Pero, definitivamente él se arrepentiría de haberlo hecho: ella le pagaría con la misma moneda.
Saltó de su inercia. No miró el reloj; cualquier hora daba lo mismo para lo que pensaba hacer. Se vistió con prisa; pasó sus dedos entre su cabello negro, tratando de alisarlo. Tomó su bolso, cruzó el umbral y se perdió en la noche oscura y fría de su dolor de esposa traicionada.
Al volver a casa, se lo dijo. Así, sin medias palabras. Le dijo que estaban empatados: ojo por ojo, traición por traición.
A partir de aquel día, las noches de Carla se hicieron cada vez más oscuras y frías. Su dolor aumentaba. Ya no le dolía la traición del esposo: la atormentaba su propia traición. Se había vengado; había hecho "justicia" por sus propias manos. Pero aquel acto, provocado por la ira, solo le causó amargura; una amargura tan densa como sus densas noches frías y oscuras. Acabó en el consultorio de un psicólogo.
El consejo bíblico de hoy es: Deja la justicia con Dios; él no puede ser burlado. La persona que te hirió puede parecer victoriosa hoy y mañana, pero los actos de justicia divinos llegan oportunamente, llegan a su debido tiempo.
No te atrevas a llamar justicia al acto impensado provocado por la ira; las prisiones están llenas de gente que solo quiso hacer "justicia".
Las prisiones del alma también abrigan, en sus celdas, a gente herida que, como Carla, se dejó llevar por la ira. La ira humana no combina con la justicia divina: solo Dios sabe permitir que el ser humano coseche el fruto maduro de vivir perjudicando al otro.
Libértate. Pide a Dios la capacidad de perdonar. Abre las puertas de tus prisiones interiores. Brilla, como el sol del nuevo día. Porque: "la ira del hombre no obra la justicia de Dios".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón