sábado, 2 de junio de 2012

ÁSPERO, PERO DULCE


«Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos» (Salmo 45:8, RV95).

En nuestra aventura de hoy buscaremos una planta especial llamada «casia». Mira, ahí hay una. Sé que estás pensando que no parece nada especial. De hecho, se ve como cualquier otra planta. Pero lo que quiero enseñarte de la casia es su corteza. Observa, vamos a pelarla de esta manera y ponerla a secar al sol. Una vez que se seque la moleremos y después la utilizaremos para cocinar ¿Por qué? Porque la corteza molida de la casia sabe a canela.
Muchas personas son como esta planta. Se ven un poco ásperas por fuera, como la corteza de la casia, pero por dentro son verdaderamente dulces. Tal vez te preguntas por qué actúan de esa manera tan áspera. A veces es porque otros les han hecho daño. Estas personas no quieren que eso les suceda de nuevo, así que no quieren conocer a nadie.
Tal vez tú eres la persona que Dios quiere usar para ablandar el corazón de alguien y mostrarle cuan maravilloso es el amor de Dios. Sé un siervo de Dios hoy y arranca lo áspero que hay en aquellos que te rodean. Permite que conozcan la dulzura que Dios quiere poner en sus vidas.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CRECIENDO PARA SANTIDAD


En él todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor (Efesios 1:21).

Dios tiene un plan para cada uno de sus hijos: que crezcamos hasta ser un templo santo y una morada del Espíritu Santo, perfeccionados para la obra del ministerio (ver Efe. 4:12). Necesitamos relacionarnos más estrechamente con nuestro Dios en nuestra experiencia diaria. Hemos sido llamadas a representar el carácter de Cristo y a dar evidencias de la transformación que él puede efectuar en nuestras vidas si se lo permitimos.
Reflejemos la luz que ha sido depositada en nuestro ser y mostremos los frutos de la semilla que ha sido sembrada por el Señor. Es hora de que el mundo pueda con probar la maravillosa transformación que puede ocurrir en quien se entrega a Dios. Debería existir una gran diferencia entre los que son sus hijos y aquellos que no lo son.
¿Cómo podemos ser transformadas en un templo santo?  Lo primero es conocer que el fundamento es Cristo «la principal piedra del ángulo» (Efe. 2:20). Esto significa que no debemos levantar otro fundamento que no sean Jesús y sus doctrinas. Su testimonio, su vida y sacrificio deben ser nuestro fundamento. Lo lograremos al permitir que él nos guíe a través de su Palabra y por medio del Espíritu.  De esa forma seremos edificadas en sus promesas y consolidadas en la fe. Al perseverar de manera diligente en la oración y al ser elevadas a una experiencia de santidad alcanzaremos el ideal divino.
«Hermanos y hermanas, contemplando es como somos transformados. Espaciándonos en el amor de Dios y de nuestro Salvador, admirando la perfección del carácter divino y apropiándonos de la justicia de Cristo por la fe hemos de ser transformados a su misma imagen» (Exaltad a Jesús, p. 245).
La santidad forma parte del crecimiento de nuestro templo espiritual. No podemos llegar a ser perfectas sin contemplar a Jesús; esa debe ser nuestra razón de existir.
«Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Así podréis andar como digno del Señor, agradándolo en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento Dios» (Col. 1:9-10).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor

ES HOY, NO MAÑANA


Y ahora es el momento oportuno. 2 Corintios 6:2

Cuando yo era adolescente, soñaba con el día cuando finalmente cumpliría la mayoría de edad. Imaginaba ese mundo de los adultos como lo máximo de la vida. Y ese día finalmente llegó: ¡Era mayor de edad! Pero, ¿sabes qué? La emoción no duró mucho. Entonces pensé en lo feliz que sería al tener mi primer automóvil. Y logré tenerlo. Fue muy emocionante. Pero después de algún tiempo, la emoción pasó y fue reemplazada por otro anhelo: completar mis estudios universitarios. Y me gradué, pero la emoción también solo duró unos pocos días.
Así viví durante unos cuantos años, soñando que lo mejor de la vida estaba reservado para mí en algún momento del futuro. Pero no funcionó. No me daba cuenta de que al vivir soñando con lo bueno que traería el mañana estaba dejando de disfrutar las cosas buenas del hoy.
A estas alturas de mi vida, ya no tengo ese problema. Pero debo admitir que me hubiera gustado entender mucho tiempo antes lo que desde la antigüedad expresó el poeta romano Horacio en la conocida frase Carpe diem («aprovecha el día»). Y por supuesto, también me hubiera gustado comprender en mis días juveniles el significado de nuestro texto de hoy: «Este es el día en que el Señor ha actuado: ¡estemos hoy contentos y felices!» (Sal. 118:24).
Conclusión: lo bueno que tiene la vida es para disfrutarlo hoy, no mañana. Porque, como bien dijo Ornar el Persa:
«Hay en la vida cuatro cosas que no regresan:
La palabra dicha 
La flecha disparada
La vida pasada La oportunidad desperdiciada».
(Jacob M. Braude, Speaker's Enciclopedia of Stories, Quotations and Anecdotes [La enciclopedia de relatos, citas y anécdotas del orador], p. 271).
Por lo tanto, joven lector, HOY ES EL DÍA para... 
  • Disfrutar de tu familia, de tus amigos y para ser buen amigo.
  • Desarrollar los talentos que Dios te ha dado.
  • Recrearte sanamente practicando tu deporte favorito.
  • Brindar ayuda a alguien en necesidad.
  • Cuidar tu cuerpo y tu mente.
  • Dar lo mejor de ti en cada actividad que emprendas.

En resumen, este es el día para que disfrutes de todo lo bueno que Dios te ha dado. No dejes para mañana lo que puedes hacer HOY.
Padre celestial, agradezco todas tus bendiciones. Con tu ayuda, me propongo disfrutarías HOY.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ENRIQUECERSE CON LA IGLESIA


«Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré: que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en su templo» (Salmo 27:4).

A lo largo de toda su vida, George Müller (1805 - 1898), un predicador cristiano y coordinador de varios orfanatos en Bristol, Inglaterra, se ocupó de 10,024 huérfanos. Se hizo famoso por administrar los orfanatos únicamente por fe. Una de las reglas que su organización tenía que seguir era que jamás se pediría dinero a nadie. Los datos y las cifras relativas a las necesidades jamás tenían que ser reveladas a nadie, solo se podían manifestar a Dios en oración. Se escribieron muchos libros sobre su vida y su obra. En ellos se recogen testimonios de respuestas directas a sus peticiones verdaderamente increíbles e inspiradoras.
Por desgracia, algunos han llegado a la conclusión de que la oración puede ser una excelente herramienta para acumular riqueza. El término «apoyo de la oración» puede ser un eufemismo para hablar del apoyo financiero, ya sea un ministerio de radio o televisión o un proyecto de jóvenes de la iglesia. Seguro que ha escuchado estas palabras (o algunas similares): «Como todos ustedes saben, nos encontramos ante una empresa que solo se puede llevar adelante por fe. Para suplir todas nuestras necesidades, solo confiamos en Dios; porque ustedes, su pueblo, son generosos para prestar su apoyo a un proyecto que permite que, con una inversión de cincuenta mil dólares a la semana en nuestro programa, el evangelio alcance a millones de personas».
Evidentemente, pedir dinero no es nada malo.  Sin embargo, pretender que el ministerio se sostenga únicamente por la fe en Dios al tiempo que se emplea una descarada estrategia publicitaria es, cuando menos, una contradicción.
Además de que la casa de oración de Dios es utilizada con fines económicos, de manera implícita, se les dice a las masas que pueden enriquecerse con la oración. Me hablaron de un empresario cristiano que pedía dinero para construir un rascacielos de oficinas y estudios de televisión. Prometió a sus oyentes que sus «bendiciones» se multiplicarían por treinta si oraban; por sesenta si oraban y daban dinero; y por cien si oraban, daban dinero y lo hacían rápido.
Se pide a la gente que ore: «Señor, bendíceme... haz que prospere... dame…»  Algunos de estos maestros sugieren que Jesús vestía con ropa de diseño.  ¿Por qué, si no, los soldados se repartieron su ropa a suertes?
Debemos poner sumo cuidado en no tratar de usar la oración para satisfacer nuestros deseos egoístas. Basado en Mateo 21:12-16

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill