miércoles, 7 de marzo de 2012

VELANDO DEBAJO DEL AGUA

«Pueden comer de toda ave pura, pero hay algunas de las cuales no deben comer: [...] el cormorán» (Deuteronomio 14: 11-17).

¿Has visto eso? Algo como un pájaro salió volando del agua y volvió a sumergirse. ¡Era enorme! Como de un metro de largo, y llevaba un pez en su pico. Bueno, si tenía pico, entonces debe de ser un pájaro, ¿no?
Hemos llegado caminando hasta la playa y lo que acabamos de ver es un cormorán. Trata de decir cormorán rápido cinco veces. El cormorán es un ave fascinante que vive donde hay agua y peces para comer La manera en que pescan es asombrosa. Ellos flotan en el agua, y cuando ven un pez, se sumergen. Así como lo oyes, se sumergen hasta que atrapan su presa. ¡Eso es luchar por algo hasta conseguirlo!
En Mateo 4:19 Jesús dijo a sus discípulos que él los convertiría en pescadores de hombres, y así como el cormorán, Jesús quiere que vayamos donde sea necesario para «pescara a las personas. Dios quiere que luchemos por ganar a nuestros amigos y vecinos para él hasta lograrlo. Él quiere que nos «sumerjamos» las veces que sea necesario para llevar a otros a sus pies. Y cuando llevemos a nuestros amigos a Jesús, podremos entonces alzar el vuelo como el cormorán.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PAZ Y SEGURIDAD

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo (Juan 14:27).

Se cuenta que en cierta ocasión un rey ofreció una buena suma de dinero al artista que pintara el cuadro que mejor representara la paz. Varios acometieron la tarea y al final dos obras llamaron la atención del monarca. El rey tendría que escoger una de ellas.
En la primera se podía apreciar un lago tranquilo que reflejaba serenidad y armonía. Alrededor del lago se veían majestuosas montañas bajo un cielo que mostraba nubes parecidas a motas de algodón. Todos los que vieron el lienzo estuvieron de acuerdo en que ciertamente reflejaba paz.
El segundo también incluía montañas, pero eran escabrosas. En el cielo se podía ver un torbellino de nubes amenazando tormenta. Frente a las montañas, una cascada de agua mostraba remolinos y borbotones entre las rocas. Aquel espectáculo en absoluto no constituía una muestra de paz.
El rey se incorporó para ver más de cerca este segundo cuadro. Observó que cerca de la caída de agua había un matorral que crecía entre las grietas de una roca. Allí, un ave había construido su nido. En medio del torrente, aquella criatura estaba echada en su nido, en perfecta paz.
Un pastor amigo mío dijo en cierta ocasión: «La vida no es fácil. Hay momentos en que sentimos que habría sido mejor quedarnos en el vientre de nuestra madre. Pero debemos seguir viviendo. Esto último implica enfrentarnos a la posibilidad de que nos hagan daño, o quizá hacerle frente a una tormenta que eche por tierra nuestras más caras ilusiones. Sin embargo, en todo ese camino difícil que es la vida, Dios promete que nunca nos abandonará».
El segundo cuadro obtuvo el premio. Ante el asombro de todos, el rey explicó: «La paz no significa estar en un lugar donde no haya ruido, dificultades, o problemas. La paz significa que, en medio de cualquier situación, estaremos tranquilos y seguros ».
Por eso el Señor dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo».
Amiga, Dios es el único camino en el que podrás encontrar la paz interna, la paz del corazón.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Delcia Reid

¿JUGAR PARA DOS EQUIPOS?

El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos. Santiago 1:8, NRV2000

¿Quién le hace más daño a la religión: el muchacho que se inyecta drogas descaradamente o el joven que los sábados de tarde dirige la Sociedad de Jóvenes y en la madrugada amanece en una discoteca?
La respuesta es obvia. El drogadicto no oculta lo que es. Todo mundo sabe qué cree y para qué vive. No así con el cristiano que desea agradar a Dios, pero no quiere renunciar a los placeres del mundo.
Este fue el caso de Lot. Después de escoger como lugar de residencia el fértil valle del Jordán, Lot se fue a vivir cerca de Sodoma (Gen. 13:12). Nota que no fue directamente a Sodoma, sino cerca. Pero la próxima vez que la Biblia habla de Lot (ver Gen.14), ya está dentro de la perversa ciudad. Al poco tiempo comenzaron los problemas. Lot fue llevado cautivo cuando Sodoma fue invadida por el rey Quedorlaomer y sus aliados (Gen. 14:12). Dice el relato bíblico que Abraham, al saber de lo sucedido, liberó a su sobrino. Pero entonces sucedió algo Insólito. En lugar de salir de Sodoma, después de semejante susto, ¡Lot permaneció en territorio enemigo!
Finalmente encontramos a Lot «sentado a la entrada de la ciudad, que era el lugar donde se reunía la gente» (Gen. 19:1). ¿Qué hacía Lot ahí? Definitivamente, para ese momento de su vida ya Lot había perdido su identidad como representante de Dios. Con razón cuando avisó a sus futuros yernos de la destrucción de la ciudad, ellos «no tomaron en serio lo que decía» (vers. 14). Al final Lot logró «salvar su pellejo», pero perdió sus riquezas y, peor aún, perdió a su familia.
¿En qué se equivocó Lot? En tomar la decisión de vivir cerca de Sodoma. Con el paso de los días se fue acercando cada vez más hasta que... ¡bingo! Otro habría sido su historia si hubiera permanecido lejos de Sodoma.
¿Qué tan cerca del fango puedes caminar sin ensuciarte? ¿Qué tan cerca del fuego puedes andar sin quemarte? Que Dios te ayude a decidir bien: con quién te relacionarás, con quién te casarás, dónde vivirás. La verdad sea dicha: algunas decisiones pueden tener consecuencias de vida o muerte, como bien lo demuestra el caso de Lot.

Señor, ayúdame a vivir de modo que todo el mundo sepa que estoy de tu parte en la lucha entre el bien y el mal.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

AFINANDO LAS ORACIONES

«Yo te he invocado por cuanto tú, Dios, me oirás; inclina a mí tu oído, escucha mi palabra» (Salmo 17:6).

Si Dios sabe lo que es mejor para nosotros y hace su voluntad, ¿para qué molestarnos en orar? Aunque él haga su voluntad, quiere que participemos en el esfuerzo. Oramos por iniciativa propia. Dios no nos impone su voluntad.
«Ah, se trata de una especie de dilema», dirá usted. Es como decir que o bien usted hace lo que él quiere o bien no lo hace en absoluto. No se precipite. Cuando entendamos a quién oramos no desearemos que sea de otra manera. Nuestro Padre celestial quiere para nosotros cosas mucho mejores que las que nosotros mismos podamos desear.
Si nos matriculamos en la escuela de la oración, y asistimos regularmente, sucederán dos cosas. Una de ellas es que nunca nos graduaremos; la otra es que nunca seremos reprobados. Me encanta el texto de Pablo que habla de la oración como una red de seguridad: «De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu minino intercede por nosotros con gemidos indecibles. Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos» (Romanos 8:26, 27). ¡Magnífica promesa!
He aquí tres cosas que usted puede hacer para mejorar su experiencia de oración:
• Asegúrese de que no hay nada en su relación con su padre terrenal que pueda dificultar su relación con el Padre celestial. Si usted descubre que hay problemas por resolver, pida a Dios el maravilloso don del perdón.
• Consiga una concordancia bíblica y busque la palabra «santo». Lea los textos que se refieren a la santidad de Dios. Asegúrese de que tiene un concepto claro en cuanto a qué quiere decir la Biblia cuando declara que Dios es santo.
• Dígale a Dios que está dispuesto a hacer su voluntad en todos los aspectos de su vida. Piense en los cambios específicos que tendrá que hacer para que esto suceda.
El amor de Dios quiere lo mejor para nosotros. La sabiduría de Dios sabe qué es lo mejor para nosotros. El poder de Dios puede lograrlo. Basado en Mateo 6:5-13.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill