lunes, 16 de noviembre de 2009

COMPARTIR EL EVANGELIO

Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará alabanza (Salmo 51:15).

Se acercaba el Día Internacional de la Mujer. La trabajadora social y la psicóloga querían hacer un mural alusivo a esta fecha, pero no sabían qué hacer. Les ofrecí mi libro devocional de la mujer, pensé que tal vez podrían encontrar algo. A la trabajadora social no le gustó la idea; la psicóloga lo tomó y empezó a hojearlo, y me pidió un ejemplar, pero como estaban agotados le obsequié el mío. Ella se comprometió a acudir a mi oficina cada mañana para compartir la lectura de ese día.
Pero llegó un momento en que ya no lo hizo. Cando le pregunté por qué ya no iba conmigo, su respuesta fue: «No tengo tiempo de venir contigo porque ahora tengo que compartir esta lectura con mis pacientes y con las doctoras tal, tal y tal, quienes van a venir contigo para que les consigas un “librito” de estos». Unos meses después hice u pedido de treinta devocionales para el siguiente año y repartirlos entre la psicóloga y algunas doctoras. A principios de año me cambiaron de centro de trabajo; tiempo después tuve oportunidad de ver a una de las doctoras y lo primero que ella dijo fue: «No te olvides que tienes el compromiso de traernos los “libritos” el próximo año».
Nunca sabremos de qué forma podremos compartir el evangelio; pero lo que sí sabemos es que nunca debemos olvidar que nuestro compromiso es tomar cada oportunidad que se presente para darlo a conocer. Que tu oración cada mañana sea: «Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza». ¡Cuántas almas podrás ganar con tan solo abrir tus labios y compartir un mensaje!
Addry Gómez
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

AMOR DE VERDAD

Traten a todos con amor, de la misma manera que Cristo nos amó. Efesios 5:2.

Una de las razones por las que nos cuesta tanto entender el amor de Dios es porque pensamos que es como el nuestro, no mejor. Jamás estuvimos tan lejos de la realidad. El amor de Dios es totalmente contrario al nuestro. Forma parte de su reino cabeza abajo.
Nuestro amor es condicional. Amamos a los que nos aman. Mientras las condiciones sean las adecuadas, podemos amar mucho. Pero si cambian las condiciones, si un amigo habla de nosotros a nuestras espaldas, entonces, nuestro amor se desvanece.
Dios, al contrario, ama a las personas sin importarle lo que hagan. No podemos hacer nada para que nos ame más o nos ame menos.
Nuestro amor también es egoísta. Amamos a las personas que hacen cosas agradables para nosotros.
Pero el amor de Dios es completamente generoso. Te ama, no por lo que puedas hacer por él, sino porque eres hijo suyo.
Es triste decirlo, pero nuestro amor también es temporal. Cuando la gente se casa se promete que estarán juntos hasta que la muerte los separe. Pero en muchos hogares los problemas hacen que las familias se separen. Y el amor que existía entre el esposo y la esposa, que se suponía que tenía que durar para siempre, se acaba.
Pero el amor de Dios es eterno. Te amó incluso antes de que nacieras. Y te amará por toda la eternidad. Creo que incluso los que rechazan el don de la vida eterna siempre tendrán un lugar en su corazón.
La única manera de poder amar a Dios es aceptar su amor en lugar del nuestro. El amor es un don. Pídeselo cada día.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

UN RUEGO URGENTE

Y el Señor haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros. 1 Tesalonicenses 3:12

Cuando el apóstol Pablo oraba de esta manera, elevaba un ruego urgente desde lo más profundo de su corazón. ¿Cuál era la razón de esta suplica? ¿Por qué pedía en oración que el amor creciera en el Corazón de los creyentes? ¿Qué era lo que estaba en juego? Estaba en juego la demostración de la realidad del poder de Dios en la vida de sus hijos. Jesús describió el impacto que el amor mostrado por su iglesia tiene ante el mundo. Lo hizo con las siguientes palabras: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35).
La marca pública indispensable de un creyente es el amor. Jesús da por sentado que el mundo observa a sus seguidores y que emite un juicio sobre ellos. En los días del Imperio romano, los creyentes de los primeros siglos ejercieron una poderosa influencia en cuantos los observaban. Cuando, por su fidelidad a Dios, eran llevados al circo para ser despedazados por las fieras, la multitud que se había congregado para disfrutar de tan cruel espectáculo viendo correr la sangre inocente, quedaba perpleja por lo que sus ojos contemplaban. Entre los sentenciados muerte se encontraban hombre y mujeres, adultos y niños, jóvenes y ancianos. En el momento en que salían los leones, los cristianos más fuertes corrían hacia los más débiles para protegerlos. Tal muestra de amor silenciaba a muchos, exclamaban « ¡Mirad como se aman!» Esa demostración e amor cambio la vida de muchos habitantes del Imperio, que llegaron a ser cristianos.
Justino, uno de los primeros apologistas cristianos, finalmente martirizado hacia el año 165, describió a los creyentes de sus días de la siguiente manera: «Nosotros, que nos aborrecíamos unos a otros, ahora, desde la venida de Cristo, vivimos en familia con ellos, y oramos por nuestros enemigos y procuramos persuadir a los que nos aborrecen injustamente a que vivan en conformidad a los buenos preceptos de Cristo».
Crecer en el amor, indiscutiblemente, lleva a la iglesia a crecer en la evangelización, el cuidado pastoral, el matrimonio y en las relaciones con otras personas, aun con los que se discrepa.
Ora hoy al Señor para que su amor crezca más y más en tu corazón, para que su amor se muestre en tu vida como se muestra en el cielo.

Tomado de la Matutina Siempre gozosos.