sábado, 6 de octubre de 2012

NUNCA SIENTAS SED


«Allí estuvo cuarenta días, viviendo entre las fieras y siendo puesto a prueba por Satanás; y los ángeles le servían» (Marcos 1:13).

¿Alguna vez has caminado por un desierto? Yo he conducido mi automóvil a través del desierto durante el verano y es muy seco y caliente. No hay casi árboles ni lagos. De hecho, hay muy poca agua. Por eso es que los desiertos se llaman desiertos.
Jesús debe de haberse sentido muy débil y sediento durante esos cuarenta días que estuvo en el desierto. El versículo de hoy también nos dice que durante esos días Satanás lo tentó. Debe de haber sido muy difícil para Jesús haberle dicho que no a Satanás estando tan sediento.
Pero a pesar de que Jesús sintió sed por el agua material que sale de nuestras llaves, lo que más buscaba él era el «agua de vida». Apocalipsis 22:1 dice que el agua de vida sale del río de la vida que hay en el cielo, Jesús tenía sus pensamientos puestos en el cielo y dedicaba tiempo a estar con su Padre, y algún día también estará con nosotros. No cedas al pecado por cosas que no son duraderas ni valen la pena.  Asegúrate de buscar el agua de vida, tómala y encamínate al cielo con Jesús.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL POLVO Y LA PACIENCIA


Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento;  al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad. (2 Pedro 1:5-6).

El apóstol pedro nos exhorta a que tratemos de superarnos a diario. Nos insta a crecer y a que aportemos a nuestras vidas las características que Dios desea que poseamos.
La vida está llena de constantes desafíos y si no crecemos en sentido espiritual lo que haremos será retroceder. Si nos proponemos mejorar minuto a minuto, Dios llenará nuestra vida de paciencia.
Al enfrentar muchas situaciones difíciles he aprendido a depender más de Dios. Incluso en ocasiones permití que el escozor de un maltrato me llevara a contestar de forma inadecuada a mis seres queridos; pero Dios me enseñó que cada cosa que me causa dolor debo aprovecharla para madurar y para avanzar en mi experiencia cristiana.
Recuerdo que cuando estaba en la escuela secundaria había un compañero que no me apreciaba porque yo era cristiana, y porque mis calificaciones eran buenas. Siempre buscaba la manera de hacerme perder la paciencia. Un día, mientras conversaba con una amiga, él se nos acercó. Yo le estaba mostrando a ella un trabajo en punto de cruz que estaba confeccionando. Aquel chico lo tomó de manos de mi amiga, lo observó y, como lo más natural del mundo, se agachó y comenzó a llenarlo de tierra. Luego se levantó y me lo entregó. Mi amiga me dijo: «Yo en tu lugar le habría dado una bofetada para que aprendiera a respetar».
Mi amiga era una chica juiciosa y muy amable y su comentario me llamó la atención. La verdad es que en aquel momento no sentí enojo contra mi compañero. Yo había orado mucho a Dios a fin de que me diera paciencia al tratar con aquel joven tan maleducado. Aquel día solo sentí una paz inmensa.
Años después aquel tosco joven me llamó y entre otras cosas me preguntó cómo había sido tan paciente con él. Yo le respondí que «¡únicamente Dios puede llenar nuestros corazones de verdadera paciencia!». ¡Que Dios te bendiga hoy y siempre, al poner en práctica la paciencia que él te da!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa

LA «JUDAS» DEL ANTIGUO TESTAMENTO


Los labios de la mujer extraña destilan miel y su paladar es más suave que el aceite, pero su final es amargo como el ajenjo. Proverbios 5:3-4, RV95.

La llaman «la Judas del Antiguo Testamento». Era bella y traicionera. Persistente y mentirosa. Astuta y venenosa. ¿De quién estoy hablando? No es la serpiente que engañó a Eva (aunque el parecido es asombroso).  Es Dalila, la filistea que cautivó a Sansón con su belleza, y luego lo vendió por mil cien monedas de plata.
No es mucho el espacio que le dedica la Biblia a Dalila, pero es suficiente para obtener una idea bastante completa de las habilidades de esta perversa. Tres veces puso la trampa para que Sansón le revelara el secreto de su fuerza. Y tres veces él logró esquivarla. Entonces ella echó mano de su «arma secreta»:
—¡Mentiroso! ¿Cómo te atreves a decir que me quieres? Ya van tres veces que te burlas de mí, y todavía no me has dicho de dónde te viene toda tu fuerza (Jue. 16:15).
No es difícil imaginarla mientras expresa estas palabras. Quizás las ensayó bien como buena artista que era. Quizás algunas lagrimitas se deslizaron por sus mejillas mientras las pronunciaba. Lo cierto es que el teatro le funcionó a la perfección: «Como era tanta la insistencia de Dalila, [...] Sansón estaba tan fastidiado que tenía ganas de morirse; así que finalmente le contó a Dalila su secreto» (vers. 16,17).
Es difícil leer este relato sin hacerse varias preguntas. En primer lugar, ¿de qué sirve la fuerza física sin la fuerza moral? Sirve de muy poco, porque la grandeza de una persona no se mide por su fuerza física, sino por la rectitud de sus principios. Otra pregunta: ¿de qué sirve el atractivo físico que poseía Dalila, si al final se usa para fines malignos? Sirve para destruir, para engañar, y para que la gente lo recuerde a uno como un ser despreciable.
Una pregunta más: ¿No se dio cuenta Sansón de que Dalila, «la consumidora», en realidad no lo quería? ¿Cómo pudo ser tan ciego?
Lee de nuevo, por favor, el versículo para hoy. (Sé que habla de la mujer seductora, pero igual se puede aplicar al hombre seductor). Y recuerda este consejo: Cuídate de esos «bombones» que parecen dulces como la miel, porque al final pueden ser tan amargos como la hiel.
Señor, que al escoger a mi futuro cónyuge, mis ojos puedan detectar la belleza de su corazón.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

LAS PALABRAS ADECUADAS


«No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído; apresúrate a responderme el día que te invoque» (Salmo 102:2).

¿Acaso Dios, para respondernos, espera que recitemos una determinada oración de un modo específico?
Cuando iba a la escuela, solía jugar a un juego que se llama «Mamá, ¿puedo?». Lo primero que hacíamos los niños era elegir a una «madre» y, luego, el resto se alineaba junto a la salida. El objetivo era ver quién podía llegar el primero a la «madre». La «madre», por turnos, le decía a cada uno cuántos pasos y de qué tipo podía dar en su dirección; por ejemplo: «Puedes dar cinco pasos de mariposa» o «tres pasitos de bebé» o «dos pasos de gigante». Pero el requisito para dar cualquier paso era que el jugador tenía que hacer la pregunta: «Mamá, ¿puedo?». Si un jugador se olvidaba de esa pregunta, era enviado de vuelta al punto de partida.
Al orar, ¿se ha preguntado alguna vez si existe un equivalente a la frase: «Mamá, ¿puedo?», o cualquier otra expresión infantil por el estilo que tengamos que decir para que Dios nos responda? Últimamente, se ha tendido a convertir la oración en una técnica. Si uno quiere obtener los mejores resultados, tiene que pronunciar ciertas palabras, de un modo determinado y en un lugar preciso.
Muchas veces, durante nuestro ministerio en el sur de Asia, vimos que, desde lo alto de las colinas, ondeaban banderas de oración. Las oraciones estaban escritas en pedazos de tela que, como si de banderas se tratase, habían enarbolado en un palo o
atado a una cuerda. Los lugareños creen que, cuando el viento sopla y hace ondear las banderas, lleva las oraciones al cielo. Otro método de oración empleado en aquella zona es escribirlas en una tira de papel que se enrolla en un cilindro que se hace girar una y otra vez, siendo cada vuelta una repetición de la oración.
Hace unos años se publicó un libro sobre oración del que se vendieron millones de ejemplares. En el libro el autor incluía una oración poco conocida de la Biblia que, según él, era preciso repetir palabra por palabra. Afirmaba que hacerlo había revolucionado su vida y su ministerio.
Una oración «modelo» no es lo mismo que una oración «representativa». Jesús nos dio una oración modelo. Dijo: «Sean sus oraciones parecidas a esta». No dijo: «Reciten esta oración». Dios quiere escuchar nuestras oraciones, no las oraciones de otras personas memorizadas. Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

EL AMOR PROCURA COMPRENDER



Bienaventurado el hombre que halla sabiduría y el hombre que adquiere entendimiento (Proverbios 3:13).


Nos gusta descubrir todo lo que podemos sobre las cosas que nos importan de verdad. Si se trata de nuestro equipo de fútbol preferido, leeremos todo artículo que nos ayude a saber cómo se desarrolla. Si se trata de cocina, veremos los canales que revelan las mejores técnicas de parrilla o recetas de postres. Si un tema nos resulta atractivo, prestaremos atención cada vez que surja. De hecho, a menudo es un área de estudio personal.
Por supuesto, está bien tener intereses ajenos al matrimonio y saber mucho sobre ciertas cuestiones. Sin embargo, es aquí donde el amor haría la siguiente pregunta: "¿Cuánto sabes con respecto a tu pareja?" Piensa en la época en la que eran novios. ¿Acaso no estudiabas a la persona por quien tu corazón latía? Cuando un hombre intenta ganar el corazón de una mujer, la estudia. Descubre lo que le gusta, lo que no le gusta, sus hábitos y sus pasatiempos; pero una vez que gana su corazón y se casa, a menudo deja de descubrir cosas sobre ella. El misterio y el desafío de conocerla parecen menos intrigantes, y sus intereses comienzan a desviarse hacia otras áreas.
A menudo, también es cierto en el caso de las mujeres, quienes al principio admiran y respetan al hombre con el cual quieren estar. Y luego del matrimonio, esos sentimientos comienzan a desvanecerse, a medida que la realidad revela que su "príncipe" es un hombre con imperfecciones y muchos defectos.
Sin embargo, tu cónyuge todavía tiene misterios escondidos para descubrir. Si logras comprender esto será una ayuda para unirlos más a los dos. Incluso puede traerte favor a los oídos de tu pareja.
Reflexión: A PARTIR DE HOY REFLEXIONARÉ EN LOS MEJORES MOMENTOS CON MI PAREJA.

PIDE A DIOS QUE TE AYUDE A REVIVIR AQUELLOS MOMENTOS.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur