viernes, 9 de noviembre de 2012

DOS PIES IZQUIERDOS


«Un cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos [...]. Dios ha puesto cada miembro del cuerpo en el sitio que mejor le pareció. Si todo fuera un solo miembro, no habría cuerpo» (1 Corintios 12:14-19).

¿Alguna vez te has tropezado mientras caminas y te has caído? ¿Alguien te preguntó cuándo te caíste si tenías «dos pies izquierdos»? Bueno, en realidad no te estaban preguntando si tenías dos pies izquierdos. Lo que te estaban diciendo era que eres un poco torpe.
El versículo de hoy dice que Dios dispuso cada parte de nuestro cuerpo de manera perfecta para que cada una cumpliera con su función. Al igual que el cuerpo, en la iglesia Dios le ha dado a cada uno una función. Algunas personas son muy buenas dirigiendo la música, mientras que otras son buenas enseñando las lecciones de la Biblia, Hay quienes sirven para hacer que el jardín de la iglesia se vea hermoso. Dios nos hizo a todos como él quiso que fuéramos.  Todos podemos ayudar con algo que sepamos hacer en la iglesia. Aprendamos a respetarnos por los talentos con los que Dios nos ha bendecido y animémonos mutuamente a cumplir nuestra función en el «cuerpo» de Cristo.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL REENCUENTRO


Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber él camino? (Juan 14:5)

El año 2007 trajo consigo un período de pruebas y decisiones difíciles para nuestra familia. Una de ellas consistió en que tuve que separarme de mi esposo y del ministerio que Dios nos había encomendado durante cuatro meses. El motivo era que debía concluir mis estudios universitarios en la Universidad Adventista de Costa Rica; sin embargo, la decisión no fue nada fácil de tomar.
Me sentía feliz por estar en mi país de origen junto con mis dos hijos. Podría de esa forma concluir mis estudios y también compartir una temporada con mis padres y hermanos. El tiempo fue pasando y me sentía cada vez más triste al no estar con mi esposo. Además mis hijos me preguntaban a diario por su papá. Sin embargo, sabíamos que el objetivo ameritaba la separación. Tres meses después de estar en Costa Rica, mi esposo llegó para pasar unos días con nosotros. Fueron horas de mucha alegría; sin embargo, él tuvo que regresar a sus labores en Guatemala. De nuevo nos separamos, aunque en aquella última ocasión fue más difícil, ya que mis dos hijos se enfermaron y sin la presencia y ayuda de mi esposo me sentí muy estresada.
Gracias a esta experiencia vivida tiempo atrás, hoy puedo entender mejor el sufrimiento de Dios al separarse de su amado hijo, Cristo Jesús, durante más de treinta años. Aunque la separación fue difícil para ambos, el propósito era también maravilloso: tu salvación y la mía.
Si has tenido que separarte de algún ser querido por algún motivo, recuerda que muy pronto el Señor Jesús enjugará toda lágrima de sufrimiento y nos reunirá para que nunca más nos separemos. ¡Piensa que podremos vivir con él y con nuestros seres amados por toda la eternidad!
«En toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuando la perspectiva parece sombría y el futuro nos deja perplejos y nos sentimos impotentes y solos, se envía el Consolador en respuesta a la oración de fe» (La maravillosa gracia de Dios, p. 191).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirley de Casia escribe desde Guatemala.

LO QUE MÁS TEME EL ENEMIGO


Resistan al diablo, y este huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. Santiago 4:7,8.

Si hay algo que el diablo teme es ver a un joven cristiano que, de rodillas, ora al Padre celestial en el nombre del Señor Jesucristo. Esta realidad la expresó muy bien Samuel Chadwick cuando escribió que el enemigo puede ridiculizar nuestros mejores esfuerzos y puede incluso burlarse de nuestra sabiduría, pero tiembla cuando oramos.
Un buen ejemplo de lo que ocurre cuando un cristiano ora lo encontramos en la historia de John Knox, el campeón de la Reforma en Escocia. Al igual que Elías, el profeta del Antiguo Testamento, las oraciones de Knox no solo hacían temblar al diablo, sino también a los gobernantes de su tiempo. De hecho, se cuenta que Mary Stuart, la reina de Escocia, llegó a decir: «Temo a las oraciones de John Knox más que a un ejército de diez mil hombres» (John Hudson Tiner, For Tiróse Who Daré [Para los que se atreven], p. 36).
¿De dónde obtuvo Knox semejante fuerza espiritual? De su comunión diaria con Dios. Knox no solo oraba por él, sino que también intercedía por sus feligreses y por su querida patria. Su constante plegaria era: «¡Oh, Dios, dame a Escocia, o me muero!». Y Dios le dio a Escocia, porque una vez que ahí se encendió la luz del evangelio de Jesucristo, ya nunca se apagó.
Se cuenta que en una ocasión la misma reina, Mary Stuart, lo culpó de hereje, por enseñar al pueblo a obedecer a Dios antes que a los gobernantes. ¿Cuál fue respuesta de Knox? «Si toda la simiente de Abraham —dijo— hubiera sido de la religión del faraón del cual fueron súbditos por largo tiempo, le pregunto, señora, ¿qué religión habría hoy en el mundo? Y si en los días de los apóstoles todos hubieran sido de la religión de los emperadores de Roma, dígame, señora, ¿qué religión habría hoy en el mundo?» (Elena. G. de White, El conflicto de los siglos, p. 256).
¿Quieres disfrutar de una vida cristiana poderosa, como el sol del mediodía; refrescante, como la brisa de la mañana? Entonces aparta cada día unos minutos para hablar con Jesús. Haz una cita con él cada mañana. Ábrele tu corazón y confíale tus temores, tus planes, tus esperanzas. Él estará ahí, fin falta; porque además de tu salvador, es también tu mejor amigo.
Querido Jesús gracias por ser mi Salvador y también mi mejor amigo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

DIOS SABE QUÉ NOS CONVIENE


«He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír» Isaías 59:1.

El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta la historia de un hombre llamado Simón (Hech. 8:9-13). Antes de convertirse al cristianismo había servido al diablo. La gente no lo sabía y pensaba que su poder venía de Dios. Cierto día que Simón vio a los discípulos obrando milagros quedó impresionado y ofreció dinero para que le diesen ese mismo poder.
Algunos sienten una fuerte atracción por los milagros y los poderes sobrenaturales. Fíjese en el número cada vez mayor de películas en las que proliferan brujas, vampiros, extraterrestres y otros personajes dotados de poderes sobrehumanos. Quienes participan de esos espectáculos pueden ser presa fácil de un engaño que los lleve a seguir al enemigo de las almas.
Por lo general, no creo que sea apropiado que pidamos a Dios que obre milagros o que nos dé alguna señal. Esto puede equivaler a decir: «Señor, si tú no haces nada por mí, yo tampoco haré nada por ti.
Luego están aquellos que, como Simón, ven un futuro económico brillante para si mismos.  Hace poco, en Internet, vi a un predicador. Básicamente, venía a decir que sus espectadores quedarían sanados si ponían las manos en la pantalla. Desde luego, también pedía a la gente que le enviara dinero.
Hace años vi a un predicador de televisión desgarrando la camisa que llevaba puesta en pedazos pequeños. Dijo a los espectadores que, si le enviaban una ofrenda, él les enviaría un pedazo de la camisa y, como resultado, sus vidas estarían llenas de milagros.
A menudo, quienes están enfermos o tienen algún problema buscan ayuda en cualquier parte. Hay muchos que, como Simón, serían capaces de sacar provecho personal haciendo negocio con el sufrimiento o los problemas ajenos. Suelen vivir en mansiones y conducen automóviles de lujo.
¿En alguna parte de la Biblia se nos dice que Jesús pidió dinero a alguien a cambio de sanarlo? ¡En absoluto! Si alguien le promete obrar un milagro, alguna señal o cualquier acto sobrenatural, recuerde la historia de Simón el mago. Otra cosa que no tenemos que olvidar es que, pidamos lo que le pidamos a nuestro Padre celestial, siempre tiene que ir acompañado por las palabras: «Hágase tu voluntad».   Basado en Juan 4:48.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill