viernes, 6 de enero de 2012

AGUA VIENE, AGUA VA

«Se cerraron las fuentes del mar profundo y también las compuertas del cielo. Dejó de llover» (Génesis 8:2).

Las fuentes del mar y las compuertas del cielo finalmente se cerraron, ¡y Noé estaba feliz! Él había pasado mucho tiempo dentro del arca, y estaba ansioso de posar sus pies sobre tierra firme. ¿De dónde había salido tanta agua? Bueno, una parte había caído del cielo como lluvia, y otra parte había surgido de debajo de la tierra. ¿Sabías que debajo de la tierra hay agua?
¿Alguna vez te has preguntado adónde va el agua cuando llueve? No hay muchos lugares a los que pueda ir La mayoría es absorbida por el suelo y corre a través de pequeños túneles y cavidades. Pero esa agua no se queda ahí para siempre; surge de nuevo en diferentes lugares del mundo. A veces sale lentamente y crea un río o riachuelo. A veces sale con tanta fuerza que se dispara muchos metros hacia el aire. A esto se lo conoce como un «geiser».
Cuando acabó el Diluvio, Dios cerró la tierra para que las fuentes de agua no fluyeran más. Dios es tan poderoso que no podemos imaginar las maravillas que puede hacer por nosotros.
¿Por qué no le pedimos hoy que nos ayude a ser una fuente de su amor para los demás?

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

AHOGANDO LOS IMPULSOS

¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí. (Salmo 51:10)

Me disponía a viajar a la capital con el fin de asistir a un congreso del Ministerio de la Mujer, así que me levanté muy temprano para el culto matutino y para preparar mi viaje.
Estaba aún oscuro cuando tomé el autobús. Se me indicó que debía sentarme en un asiento vacío de la tercera fila, lo cual no me agradó en absoluto, pues al lado iba una señora con dos niñas de siete y nueve años que no habían pagado por su asiento. Pensé que pronto iban a incomodarme, pero finalmente me senté, pues no tenía otra opción.
Mi actitud cambió al recordar lo que había hablado con el Señor durante el devocional. Comencé a conversar con la señora sobre lo incómodo que debía de ser para las niñas viajar de pie y prácticamente encima de ella. Sentí un fuerte deseo de ofrecerle el dinero para pagar el pasaje de las niñas y pedir que me asignaran otro asiento a mí. Sin embargo, cuando lo hice, ella, avergonzada, rechazó mi ofrecimiento; así que me corrí un poco, haciendo espacio para que al menos una de las niñas se sentara. La señora se sintió muy agradecida y sorprendida por mi actitud. Eso me brindó la oportunidad para conversar con ella y contarle el motivo de mi viaje. Ella puso su mano sobre mi hombro con alegría y me dijo que, aunque también era miembro de la Iglesia Adventista, había decidido dejar de asistir porque había tenido algunos problemas.
Dios me permitió animarla y hablarle del amor divino durante el resto del trayecto. Le recordé la promesa: «En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16: 33). Tuve también la oportunidad de hablarle de mi experiencia personal con Jesús.
¡Qué bueno que tuve que sentarme al lado de aquella hermana, a pesar de mi rechazo inicial! Al hacerlo, cumplí una misión. Me dio mucho gusto encontrarme con ella en el congreso de damas, después de que aceptara mi invitación. Cuando nos despedimos me sentí muy contenta de saber que había decidido reencontrarse con Jesús y había renovado su relación con él.
¡Oh Señor! Deseo que durante el día de hoy hagas de mí un instrumento de tu amor. Amen

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Elba Leticia Marroquín es profesora de Matemáticas y Química.

ENCIENDE UNA LUZ

Ustedes son la luz de este mundo. Mateo 5:14

Nuestro versículo para hoy me recuerda las palabras de un conocido cántico religioso:
«Enciende una luz, déjala brillar. La luz de Jesús, que brille en todo lugar. No la puedes esconder, no te puedes callar...»
Encender una luz. Eso fue lo que hicieron los cristianos de Rumania, cuando sus libertades civiles y religiosas fueron suspendidas bajo el régimen de Nicolae Ceausescu. Este implacable dictador estableció un férreo sistema de censura que controlaba incluso lo que se predicaba en los templos.
Bajo estas circunstancias era virtualmente imposible cumplir la misión de la iglesia. Hasta que apareció en el panorama un sencillo pastor con las agallas suficientes para denunciar la opresión que sufría el pueblo rumano. Su nombre: László Tókés.
Bajo su liderazgo, una modesta iglesia, integrada mayormente por ancianos, creció de manera asombrosa hasta alcanzar los cinco mil miembros, ¡en apenas dos años! La reacción del régimen no se hizo esperar. Lo amenazaron. Le prohibieron comprar alimentos, le cortaron la línea telefónica y le dieron una fecha para salir del país. Aquí viene lo bueno. En el día fijado para la expulsión del pastor Tókés, la policía lo fue a buscar a la iglesia, pero allí se toparon con una muralla humana. Miles de cristianos, tomados de la mano, cantaban: «Somos uno en Cristo». Cuando llegó la noche, una multitud con velas encendidas rodeó la iglesia.
Cuando amaneció, el número de personas había aumentado. Al ver que la situación se les iba de las manos, los policías entraron a la iglesia, pero no encontraron a Tókés. Entonces abrieron fuego contra la multitud. Grave error. La protesta se extendió a otras partes del país. A los pocos días, el sangriento régimen llegaba a su fin.
¿Cómo logró Tókés motivar a sus feligreses? Muy sencillo: les predicó que cada uno debía brillar para Cristo. Y brillaron. Entre ellos estuvo Daniel Gavra, un joven que perdió una pierna como consecuencia de una bala que lo alcanzó durante la protesta. Cuando su pastor lo fue a visitar al hospital, Daniel simplemente dijo: «No lamento haber perdido la pierna. A fin de cuentas, fui yo quien encendió la primera vela esa noche».
Y tú, ¿brillarás hoy para Cristo? Recuerda que somos la luz del mundo. Enciende, pues, tu luz. «No la puedes esconder, no te puedes callar. Ante tal necesidad, enciende una luz en la oscuridad».
Señor, hoy quero ser luz para alguien que esté en la oscuridad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

AHORA ES EL TIEMPO ACEPTABLE

«En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido» (2 Corintios 6: 2).

Puede que lo sorprenda, pero no todo lo que se llama arrepentimiento es genuino. Hay arrepentimiento genuino y falso arrepentimiento.
Un ejemplo de falso arrepentimiento es lo que llamaremos arrepentimiento pasajero. El apóstol Pablo fue llevado ante el gobernador Félix. «Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y dijo: "Ahora vete, y cuando tenga oportunidad, te llamaré"» (Hech. 24:25). El gobernador estaba profundamente convencido, pero su arrepentimiento era pasajero. Básicamente estaba diciendo: «Ya hablaremos más tarde y, si te he visto, no me acuerdo».
Otro ejemplo de falso arrepentimiento es el casi arrepentimiento. El rey Agripa y su esposa habían oído hablar de Pablo. Agripa era judío y estaba ansioso de escuchar personalmente al hombre de quien tanto había escuchado.
«Pablo relató la historia de su conversión desde su empecinada incredulidad hasta que aceptó la fe en Jesús de Nazaret como el Redentor del mundo. Describió la visión celestial que al principio lo había llenado de indescriptible terror, pero que después resultó ser una fuente de mayor consuelo: una revelación de la gloria divina, en medio de la cual estaba entronizado Aquel a quien él había despreciado y aborrecido, cuyos seguidores estaba tratando de destruir. Desde aquella hora Pablo había sido un nuevo hombre, un sincero y ferviente creyente en Jesús, gracias a la misericordia transformadora» (Los hechos de los apóstoles, cap. 41, p. 323). Cuando Pablo terminó su relato, el rey le dijo: «Por poco me persuades a hacerme cristiano» (Hech. 26:28).
Otro falso arrepentimiento es el arrepentimiento temporal. Cuando yo era estudiante en Mount Vernon Academy, en Ohio, cada curso académico tenía una semana de oración en primavera y otra en otoño. La noche del viernes el orador invitaba a los alumnos para que dieran testimonio. Se formaban largas colas de estudiantes que querían testificar por el Señor. Incluso aquellos que con anterioridad habían mostrado poco interés por las cosas espirituales, esperaban para dar su testimonio. Cierto año, cuando la semana hubo terminado, muchos de los alumnos confesaron que se adelantaron solo porque la emoción del momento los empujó a sentir arrepentimiento. Pronto volvieron a las andadas. Mañana veremos las características de un verdadero arrepentimiento. (Basado en Mateo 4: 19)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill