lunes, 8 de junio de 2009

MI CRISTO VIVE

Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte (Job 19: 25).

Cuando era niña mi madre me enseñó a respetar y amar a Dios. Todas las noches antes de dormir me mostraba un cuadro en el que Jesús permanecía en una cruz y sus manos sangraban por los clavos que atravesaban su piel. Una noche le pregunté a mi madre por qué Jesús estaba ahí clavado. Ella me dijo que unos hombres lo crucificaron. Recuerdo que lloré mucho esa noche. Era tan pequeña que no podía comprender lo que le había ocurrido a ese hombre de paz. La explicación de mi madre fue corta, ella misma no sabía qué decir.
Con el tiempo mi madre conoció acerca del Señor. Ella me dijo que Jesús resucitó y venció la muerte. Eso fue un gran alivio y consuelo para mí. Mi familia entregó su vida a Cristo: todos reconocimos que Jesús vino a este mundo, murió y entregó su vida por cada uno de nosotros. Por eso hoy cada día lo reconocemos como Dios grande y creador, como el Dios vivo que nos ama profundamente.
La Biblia dice del pueblo de Dios: «Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa...» (1 Ped. 2: 9). Me siento tan reconfortada al pensar que somos un pueblo especial para Dios. Sé que Cristo vino y murió por cada uno de sus hijos. Ahora me queda claro que esa muerte fue transitoria. ¡Mi Cristo vive! Pronto vendrá para llevarnos a morar por siempre a su mansión celestial. Querida hermana, te exhorto a que cada mañana recuerdes a ese Cristo que vive y desea que vivamos con él por la eternidad, y que cantemos como pueblo juntos a una sola voz el cántico de victoria.


Anabel Ramos de la Cruz
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor

PURGAR LO BUENO

Por lo tanto, cuiden mucho su comportamiento. No vivan neciamente, sino con sabiduría. Aprovechen bien este momento decisivo, porque los días son malos. Efesios 5:15,16


Hace unas semanas plantamos el huerto. Disfruté cada minuto. Pero hoy tuve que hacer algo que me disgustó mucho. Tuve que arrancar más de la mitad de mis remolachas. A esa operación se la llama "purgar". No había nada malo en las remolachas. Eran plantas buenas. Cada vez que arrancaba una pensaba en la remolacha que habría dado. Parecía un despilfarro desechar una planta perfecta.
¿Pero por qué tenía que purgarlas? Porque las remolachas necesitan mucho espacio para crecer. Si hubiese dejado las plantas en el suelo se habrían entorpecido unas a otras y el crecimiento se habría echado a perder.
Mientras arrancaba las plantitas, me acordé de la vida. Las hileras de remolachas son como las oportunidades que tendrás este verano.
Cuando empiecen las vacaciones de verano, tendrás la sensación de tener todo el tiempo del mundo para cumplir tus objetivos. Quizá quieras aprender a tocar la trompeta, ir de compras, aprender a montar, jugar al fútbol, ir a visitar a los abuelos, tener un empleo de verano, ir de vacaciones con la familia, aprender a conducir, salir con los amigos, ir a un campamento de verano, ir de pesca y muchas más cosas.
Pero probablemente no puedas hacer todo lo que tenías en la lista. Por tanto, tendrás que elegir. Tendrás que purga lo bueno, de manera que puedas hacer lo mejor.
Sea cual sea tu elección, no te olvides de hacer que el tiempo con Dios sea tu principal objetivo. Pasar tiempo con él cada día es la mejor de todas las elecciones.

Tomado de la Matutina El viaje increíble.

EL MAYOR REGALO JAMÁS OFRECIDO

Y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Lucas 7:42

Simón el fariseo se había esmerado hasta en el último detalle en la preparación de la cena para el invitado especial de aquella noche. Sobre la mesa, cubierta con blancos manteles, había deliciosas rebanadas de pan ázimo, ensalada de tomillo, romero y coriandro, cántaros con vino, agua con sal y fuentes que contenían almendras, avellanas y otras frutas de temporada.Habían sido invitadas personalidades destacadas de la comunidad de Betania. La casa lucía iluminada, limpia y perfumada con flores. Al anochecer llegó Jesús, quien tiempo atrás había curado a Simón de la terrible enfermedad de la lepra. Aquella cena era una muestra de gratitud. Todos se sentaron a la mesa para comer y escuchar las palabras del Maestro.De repente, una mujer joven y hermosa, vestida con ropa modesta, entró casi a hurtadillas en la casa, tomó un frasco de perfume, se arrodilló a los píes de Jesús, y comenzó a llorar. Sus lágrimas caían sobre los pies del Maestro y ella los secaba con su cabello, los besaba, y los ungía con un finísimo perfume hecho de nardo puro.Aquella mujer había conocido a Jesús tiempo atrás, y él la había sanado física y espiritualmente. Aunque, a ojos de algunos, la conducta anterior de esa mujer dejaba mucho que desear, lo más importante para ella era que el Señor había perdonado sus pecados, y sentía que le debía la vida a él. Enterada de que Jesús estaría en casa de Simón aquella noche, María —que así se llamaba— se había propuesto acudir a ese lugar para dar las gracias al Salvador de esa manera por lo que había hecho por ella.Simón, alarmado, quiso echar de su casa a aquella mujer de mala reputación. Jesús lo detuvo. Le hizo ver a Simón, a través de parábolas, que él había ofrecido la cena en agradecimiento por haber sido curado de la lepra y, en cambio, aquella mujer lavaba sus pies con sus lágrimas en agradecimiento por haberle perdonado todos sus pecados.Sin duda alguna, la salud es una gran bendición de Dios. Sin embargo, el don más importante es el perdón de nuestros pecados. La salud física nos da la posibilidad de una larga vida en esta tierra. Pero el perdón de nuestros pecados nos abre el camino hacia la vida eterna y la posibilidad de ver cara a cara a Jesús. El mayor don no es, pues, la salud física o la restauración de la respetabilidad social. El don mayor es el perdón de los pecados, y por él Jesús derramó su sangre en la cruz del Calvario.


Tomado de la Matutina Siempre Gozosos