martes, 24 de noviembre de 2009

ENCONTRE A DIOS

El Señor es mi pastor, nada me faltara (Salmo 23:1).

Cuando era pequeña mis padres me enseñaron a conocer a Dios mediante la fe católica. Incluso fui catequista, enseñaba de lo que es la iglesia a los feligreses. Mi familia pasó por momentos muy difíciles; a pesar de su fe en el conocimiento que teníamos de Dios, no comprendía por qué teníamos que pasar por esas situaciones. Muchas veces pregunté a mi madre la razón de tantos sufrimientos, pero no recibía respuesta.
Hace tres años mis padres decidieron enviarme a estudiar a la Universidad de Montemorelos, Nuevo León. Al principio no me gustaba. La clase de Biblia me parecía muy difícil y no comprendía nada. Así que decidí tomar estudios bíblicos con unas amigas. Entonces comencé a comprender poco a poco la Palabra de Dios. Me gustaba mucho, cada día quería conocer más. Tomaba tiempo para leer la Biblia sola y empecé a hablar con Dios. Mis dudas se aclaraban y mi amor por Dios aumentó. Estaba decidida a seguir la verdad que había encontrado en este lugar.
Llegó la semana de oración y decidí bautizar. Mis amigas y amigos no me dejaban sola, oraban conmigo y me animaban a seguir en el conocimiento de la Palabra de Dios. El 1 de abril de 2006 es una fecha que nunca podré olvidar. Decidí seguir a Cristo.
Quiero mantenerme fiel a él y sus promesas. Ahora sé que Dios dirige la vida de sus hijos. Si mis padres no me hubieran enviado a esta universidad quizá nunca habría oído el mensaje adventista.
Alabo a Dios por permitirme conocerlo. Hoy vivo para compartir su amor con otros y deseo servirle el resto de mi vida. Ya no tengo temor porque sé que el Espíritu de Dios está conmigo y si paso «por valle tenebroso, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado» (Sal. 23:4). Esta mañana te invito a conocer más a nuestro Dios. Confía en su Palabra y deja que hable a tu corazón.

Annel G. Rosales Cavazos
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su Amor.

EL ESCUDO INVISIBLE

Cuando me llame, le contestaré; ¡yo mismo estaré con él! Lo libraré de la angustia y lo colmaré de honores. Salmo 91:15.

Cuando llegó al hospital, Norma empezó a sentirse mal. Después de que el médico de urgencias hubo comprobado su estado, Norma fue llevada al quirófano.
Cuando se despertó, el cirujano se acerco a su cama.
-¿Quién es usted? –preguntó el médico.
Norma no sabía de qué estaba hablando.
-Rellené todos los formularios en el mostrador de la recepción –dijo.
El médico sacudió la cabeza.
-No, no quiero decir su nombre. Eso ya lo sé. Pero, ¿quién es usted?
Se detuvo, con el deseo de que lo que iba a contarle tuviese sentido para ella.
-Acabo de sacar nueve balas de su cuerpo. Había recibido un impacto en el cuello otro en el pecho, otro en el brazo y otros más en los hombros. Cualquiera de las balas podría haber lesionado un órgano vital y le habría causado la muerte.
Luego tomó una de las balas.
-Pero mire esto. La punta de esta bala esta chafada. Es como si hubiese chocado contra una plancha de acero. Esas balas atravesaron su piel, pero algo las detuvo antes de que pudieran penetrar más.
Luego volvió a preguntar:
-Señora, ¿Quién es usted? ¿De qué está hecha?
Norma sonrió:
-Soy cristiana.
Al fin Norma comprendió por que estuvo toda la noche despierta orando y cantando. Gracias a la obediencia, Norma se había puesto en manos del Dios que conoce el futuro; el Dios que jamás abandona ni traiciona a su pueblo; el Dios que detiene las balas.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

LA PASIÓN DE DIOS

Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. Jonás 1:2.

Mientras esperábamos en el cementerio la llegada del auto de la funeraria con los restos de un prominente joven profesional de la iglesia, que había sido asesinado. Me acerque para expresar mis condolencias a su apesadumbrado padre, quien expresaba en su rostro nítidamente lo que es la tristeza. Su corazón herido hasta lo más profundo experimentaba el dolor más indescriptible. Este angustiado padre, quien había perdido al hijo de sus sueños, me expreso las palabras más difíciles de entender que jamás había escuchado. Hasta el día de hoy repercuten en mis oídos y todavía me pregunto cómo es posible que un ser humano pueda hablar de esa manera, como es posible que un hombre, la vida de cuyo hijo ha sido segada con crueldad y sadismo, pueda albergar tales sentimientos. Esto fue lo que me dijo: «Pastor, Dios permita que estos hombres, que me han causado este terrible daño, tengan la oportunidad de conocer a Jesús y se arrepientan, para que no vengan a juicio de condenación y puedan ser salvos. Me gustaría verlos en el cielo juntamente con mi hijo».
Mas confundido de lo que yo me sentí se quedo Jonás cuando escuchó este mandato divino: «Levántate y ve a Nínive, aquella ciudad y pregona contra ella» (Jon. 1:2). ¿Cómo es posible? ¿Dios buscando un predicador para que vaya a Nínive a predicar de manera urgente y elocuente para evitar que esa ciudad fuera destruida? ES difícil que no hagamos una idea del impacto del mandato divino, a no ser que sepamos quienes eran los asirios, habitantes de Nínive.
Los asirios eran un pueblo feroz y sanguinario. Deseaban conquistar todo el mundo. Hacían guerra de ciudad en ciudad y permanecían todo el tiempo que fuera necesario hasta que la ciudad caía. Cuando finalmente tomaban la ciudad, empalaban a sus gobernantes y cortaban suficientes cabezas como para formar con ellas una pirámide, que ubicaban ante los muro de la siguiente ciudad para anunciarle el fin que le esperaba. Que Dios evitara destruir a gente así dejaba estupefactos a los israelitas, pues también a Israel quería destruir Asiria.
El amor de Dios es tan profundo que ninguno de nosotros puede alcanzar a entenderlo. No es solo para los que buscan a Dios. Es también para los que están lejos de él. Nunca entenderemos cuanto nos ama Dios hasta que entendamos cuanto amaba a los asirios. Nunca entenderemos por qué tenemos que ir en misión a alcanzar a personas indeseables hasta que entendamos el apasionado amor de Dios.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.