jueves, 17 de noviembre de 2011

¡VICTORIOSOS!

La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. (Juan 1:17).

A través de Jesucristo hemos recibido tanto la gracia como la verdad, indispensables para la salvación. ¿Qué es cada una de ellas? Con respecto a la gracia leemos en la Biblia: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efe. 2: 8). De este versículo aprendemos que la gracia, sin la cual no podríamos ser salvos, es absolutamente obra de Dios, un regalo que él nos concede en función de su infinito amor. Con respecto a la verdad, Cristo afirmó: «Yo soy la verdad y la vida» (ver Juan 14: 6). La verdad por lo tanto es el propio Cristo. La justicia divina reclamaba la muerte del pecador, pero Cristo, por su gracia, nos salvó, porque «cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (Rom. 5: 20).
Se cuenta la historia de un misionero que fue sentenciado a muerte por una tribu indígena. Mientras lo preparaban para la ejecución, el guía espiritual de la tribu se fijó en la medalla que el condenado llevaba colgada al cuello. Inmediatamente, y sin pronunciar palabra, se la arrancó y ordenó que lo llevaran ante el jefe. Este último parecía más civilizado que los demás, así que, por medio de señas, el misionero entendió que se le pedían explicaciones de quién le había dado aquella medalla y por qué la llevaba consigo. Él intentó responder a lo que se le pedía, pero se dio cuenta de que sus esfuerzos eran infructuosos. Sin más que añadir, el misionero pronunció un nombre, y eso bastó para que la actitud de aquellos hombres cambiara radicalmente. El gran jefe indio Pluma Roja le había dado la medalla como un salvoconducto que le permitiera encontrar protección mientras viajaba por tierras de guerreros.
Hoy en día se repite la historia de este misionero en las vidas de millones de personas. Nuestro paso por este mundo plagado de guerreros se ve constantemente amenazado, pero aquellos que retengan el salvoconducto divino marcharán sin temor porque la protección de Dios estará con ellos. Ese salvoconducto es la gracia de Cristo que nos llega a través del conocimiento de su verdad. ¿Has colgado ya esa medalla en tu cuello?

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

LA IGLESIA Y SU MISIÓN

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Mateo 28:19.

¿Has tenido la oportunidad de dar alguna vez un estudio bíblico? ¿Has visto a una persona crecer en su fe? ¿Has sentido la alegría de estar a su lado el día de su bautismo?
Como adventista de cuna he visto a lo largo de mi vida a muchas personas que se entregaron a Cristo a través del bautismo. Algunas llegaban después de un largo proceso de aprendizaje y adaptación a la iglesia, mientras que otras en muy poco tiempo asimilaban nuestras doctrinas y rápidamente se integraban al cuerpo de creyentes. También recuerdo que en muchos de esos bautismos se daban hermosos testimonios de cómo Dios había guiado los acontecimientos a fin de que alguien, utilizado por el Espíritu Santo, llegara en el momento justo con el mensaje oportuno. Pero no entendía por qué a esos eventos se los llamaba "fiesta espiritual", y menos aún comprendía por qué muchas personas se emocionaban hasta las lágrimas por lo que Dios había realizado en sus vidas.
Toda esa ignorancia desapareció el día que comencé a ser testigo de Jesús y me animé a contarle a otros de su amor. No tengo palabras para expresar la sensación de alegría, júbilo y realización que tuve al presenciar el primer bautismo de personas con quienes yo compartí mi fe. Porque al obedecer el mandato de Jesús y ser su testigo, no es lo mismo ser espectador que protagonista, y el Señor quiere que tú seas protagonista.
Los apóstoles y los primeros cristianos fueron testigos de Cristo en Jerusalén, en Judea y en Samaría, pero los responsables de llevar el evangelio "hasta lo último de la tierra" hoy somos nosotros (Hech. 1:8). La actividad misionera y el evangelismo es el precio que hay que pagar para ser considerado un seguidor de Cristo. No existe verdadero discipulado si no hay un verdadero compromiso en la salvación de otros.
Aunque a veces te sientas insignificante y pienses que tu labor no será notada, recuerda que toda tarea que contribuya a salvar un alma tiene un gran valor ante Dios. "El plan de celebrar estudios bíblicos es una idea de origen celestial... Dios no permitirá que esta preciosa obra hecha para él quede sin recompensa. Coronará de éxito todo humilde esfuerzo hecho en su nombre" (Servicio cristiano eficaz, p. 176).

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

LA SEÑAL

Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Lucas 2:11,12.

Elmer cree que nació para sufrir: en su opinión, el cristiano debe ser pobre y sufriente. Cristo lo fue; y si el Maestro no tuvo comodidades en la tierra, ¿por qué sus seguidores deberían tenerlas?
Se casó a los 22 años. Hoy, tiene dos hijos, y la familia pasa por necesidades extremas. La esposa deja a los niños en una guardería, y trabaja todo el día. Regresa por la noche cansada, y encuentra al esposo leyendo la Biblia, sin haberse tomado siquiera el trabajo de recoger a los niños. El dinero que Rosa trae no es suficiente para mantener a la familia.
Últimamente, el hogar de Elmer y Rosa se está deteriorado. Ya discuten la posibilidad de una separación. Pero él no la acepta, bajo el pretexto de que "esa no es la voluntad de Dios".
¿Cuál es la voluntad de Dios? ¿Que la familia sufra porque "Cristo sufrió"?
Cristo es el nombre de Jesús que expresa su misión redentora. Cristo no nació para vivir: vino a morir. Nació bajo la sombra de la cruz, vivió a la sombra de la cruz y fue clavado en la cruz.
El texto de hoy menciona que la señal de que Jesús era el Cristo sería encontrarlo "envuelto en pañales, acostado en un pesebre".
Pobreza, sufrimiento, limitaciones: todo eso lo acompañó a lo largo de su existencia. Fue perseguido; huyó a una tierra extranjera para salvar su vida; las zorras tenían cuevas y los pajarillos nidos, pero él nunca tuvo dónde reclinar la cabeza.
Todo eso ¿con qué objetivo? Para que tú vivas la vida abundante. Su pobreza es tu riqueza; sus limitaciones, tu abundancia; su muerte, tu vida.
Nadie tiene el derecho de vivir una vida sin ambiciones, alegando que Cristo fue pobre: la pobreza es una de las consecuencias que el pecado trajo a este mundo. Por lo tanto, mientras exista el pecado, existirá la pobreza. Pero, Jesús vino a liberarnos de la mediocridad y el conformismo; vino a liberarnos de la ignorancia y de la miseria. La salvación que él ofrece no tiene solo que ver con la vida eterna, que recibirás en ocasión de su retorno triunfante a este mundo, sino también con una vida de prosperidad en esta tierra.
Con Cristo, las cosas eran diferentes. Él vino a sufrir y a morir; era la única forma de salvarte. Por eso, dijo el ángel: "Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón