domingo, 20 de septiembre de 2009

EL PERDÓN Y LA ADORACIÓN

Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Jesús se les anuncia a ustedes el perdón de los pecados (Hechos 13: 38).

Hace unos días leí sobre el perdón y su conexión con la adoración, realmente nunca lo había entendido así. Pero cuando hemos sido perdonadas adoramos a Dios con corazón agradecido y de manera especial. Los Salmo han sido para muchos cristianos oraciones de súplicas por perdón. El rey David escribió varios de ellos en momentos de arrepentimiento. Exclamó: «Por amor a tu nombre, Señor, perdona mi gran iniquidad» (Sal. 25: 11); «Tú, Señor, eres bueno y perdonador» (Sal. 86: 5); «Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados» (Sal. 32: 1).
Cuando el pueblo de Israel dejó la esclavitud en Egipto, Dios le hizo un llamado a adorarle. Ahí en el desierto ordenó que levantaran un santuario para adorarle y para recibir el perdón por sus pecados. Mañana y tarde la ofrenda era traída por los pecadores para ser perdonados y adorar a Dios. Aunque el perdón era personal, pues traían su ofrenda por su pecado, la adoración en conjunto acercaba al pueblo a Dios. Hay varios Salmo que reflejan esta realidad: «Alabaré al Señor con todo el corazón en la asamblea, en compañía de los rectos» (Sal. 111: 1); «Yo te daré gracias en la gran asamblea; ante una multitud te alabaré» (Sal. 35: 18); «Canten al Señor un cántico nuevo, alábenlo en la comunidad de los fieles» (Sal. 149: 1).
Hoy, como en los días del antiguo Israel, el perdón inspira nuestra adoración. C. Raymond Holmes escribió: «En la adoración, la iglesia no celebra su humanidad, ni su unidad, ni su santificación ni su misión. Celebra la presencia de Dios y del Cordero. No se llama al hombre para glorificar al hombre. Más bien, Dios declara el valor del hombre mediante su encarnación y el acto de expiación a través del sacrificio. Este hecho —el que de tal manera amara Dios al mundo que estuviera dispuesto a morir por él— es lo que provoca el asombro y la alabanza en la adoración» (Stng a New Songl Berrien Springs: Andrews University Press, 1984, p. 20). Realmente es maravilloso recibir el amor y el perdón de nuestro Dios aun cuando pareciera que no lo merecemos. ¡Que Dios nos ayude a aceptarlo!
Leticia Aguirre de De los Santos
Tomado de Manifestaciones de su amor

EL ÁNGEL DE LA GUARDA

Por lo tanto, mi Dios les dará a ustedes todo lo que les falte, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús. Filipenses 4: 19

Los padres de Beth Shallenberger habían ido a visitarla, a ella y a su esposo, durante unos días. Una mañana, después de que Jim se hubiera ido al trabajo, Beth y sus padres salieron a dar un paseo. Cuando regresaron al apartamento, el padre de Beth vio algo en el suelo del garaje. Se acercó y lo tomó. —Miren qué encontré —gritó mientras agitaba un billete de veinte dólares. —Alguien debe haberlo perdido —dijo Beth—. Tendremos que buscar al propietario. De vuelta al apartamento, el padre de Beth pensó en el dinero y habló medio en broma. —Creo que voy a ver si encuentro otro billete de veinte. Tan pronto como llegó al garaje vio que otro billete de veinte estaba junto al lugar donde había encontrado e primero. Beth empezó a atar cabos. Llamó a Jim al trabajo. —Jim —preguntó—, ¿dónde están los cuarenta dólares que retiraste del banco ayer por la noche, después de salir del trabajo? —Aquí, en mi cartera —respondió. Pero cuando fue a sacar el dinero, no estaba allí. —No puedo creerlo. Debo haberlo perdido —se lamentó. Beth rio. —Creo que lo hemos encontrado. Hoy, veinticinco años después, Beth y Jim todavía están convencidos de que un ángel puso el pie encima de los billetes. Habían estado en el suelo durante más de 18 horas sin que se los llevara el viento y sin que nadie los encontrara. Dios sabía cuánto necesitaban ese dinero y se aseguró de que lo recuperasen. Dios también sabe qué necesitas. Y por eso quiere ayudarte en todas las formas posibles. Cuando confíes plenamente en él hará lo que sea necesario para asegurarse de que tus necesidades son cubiertas. Incluso si eso implica enviar un ángel para que esté de pie encima del dinero.

Tomado de la Matutina El Vieja Increíble.

SOLO LA FE PUEE DORMIR SIN PREOCUPACIONES

Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: «Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?» Marcos 4: 38

Ya conoces la historia. El mar tranquilo y seguro. La calma daba a los discípulos una sensación de seguridad mientras navegaban sobre el mar de Galilea. No sentían ningún temor. La serenidad de la superficie de las aguas les transmitía sentimientos de completa paz. No sentían ninguna preocupación. Pero de repente todo cambió dramáticamente. La frágil embarcación se vio agitada por una de las típicas y repentinas tormentas del mar de Galilea. Los fuertes vientos levantaron grandes olas que pusieron inmediatamente en peligro la embarcación. La paz y la seguridad desaparecieron. El terror se apoderó de los doce discípulos. Los gritos de temor se mezclaron con los gritos de frenética actividad para tratar de salvar la barca y sus vidas. Lucharon como siempre lo habían hecho, para salvarse. En su lucha y desesperación para salvarse a sí mismos, olvidaron que Jesús iba con ellos en la barca. Pero Jesús dormía tranquilamente. ¿Has pensado alguna vez en esta circunstancia? ¡Dormir en medio del fragor de los truenos, los relámpagos, las olas y los gritos de aquellos doce hombres! ¡Y de la espuma producida por el agua que azotaba a la embarcación y que sin duda lo mojaba a él! Pues sí, a pesar de todo eso, Jesús dormía. Solamente la fe es capaz de dormir sin temor ni preocupaciones. La fe se aferra a la seguridad de Dios. La fe le toma la palabra a Dios. La fe mira más allá de las circunstancias. La fe ve una salida más allá del oscuro túnel del dolor y la prueba. Los discípulos estaban aterrorizados mientras Jesús dormía. Solamente la fe es capaz de vencer el temor. La fe de Daniel venció el temor a los leones. La fe de José venció el temor al pozo de la desesperación, a la prisión y a la muerte, que eran la suerte de un esclavo. la fe de David venció el temor al gigante Goliat. La fe de la viuda de Sarepta venció el temor al hambre y a la muerte. El cristiano de fe no depende de las circunstancias. Cree cuando el mar está sereno y las condiciones son favorables; y cree cuando sopla airada la tempestad. El cristiano dice: «En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado» (Sal. 4: 8). En el caso de nuestro Señor, ese pasaje podría parafrasearse así: Aunque sople airada la tempestad y retumben los truenos y me moje el agua, en paz me acostaré y asimismo dormiré». Digamos nosotros lo mismo hoy, no importa la tempestad que nos amenace.

Tomando de la Matutina Siempre Gozosos.