lunes, 6 de mayo de 2013

ESCRITO CON SANGRE

Lugar: California, EE.UU.
Palabra de Dios: Isaías 53:5

Juan permanecía atrapado entre los escombros. La cabeza le latía, y cuando extendió la mano para tocársela, tuvo una sensación de algo líquido y pegajoso. No podía saber cuan grave era la pérdida de sangre. Sus piernas también parecían estar perdiendo sangre. Recién después Juan se enteró de qué era lo que había provocado el accidente. El tren urbano en el que viajaba había chocado contra un auto que alguien había dejado sobre las vías.
Mientras yacía en ese lugar, rodeado de metal y de escombros, Juan se preguntaba si saldría vivo de allí. Mientras pasaban los minutos, sus pensamientos se volvieron hacia su familia. ¿Volvería a ver a su esposa y a sus hijos? ¡Oh, cómo los amaba!
Viendo la sangre que fluía de sus heridas, Juan decidió escribir un mensaje. Con su propia sangre, escribió en un asiento del tren que estaba cerca: "Leslie, te amo". "Amo a mis hijos". En lugar de escribir la palabra "amor", dibujó un corazón.
Los bomberos tuvieron que cortar los escombros, para poder rescatarlo. Cuando vieron el mensaje que había escrito, los conmovió. Su mensaje era un mensaje de amor, escrito con su propia sangre.
Tú y yo también hemos recibido un mensaje de amor, escrito con la sangre de Jesucristo. El profeta Isaías dijo: "Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados".
Jesús derramó su sangre para que tú y yo podamos vivir por siempre. Él fue herido; fue molido; fue castigado. Y tomó nuestros pecados y murió en lugar de nosotros. Su mensaje escrito con sangre decía: Te amo.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

SEIS COSAS QUE DIOS ABORRECE - TERCERA PARTE

Las manos que derraman sangre inocente. Proverbios 6:17

Me sentí fuertemente impresionada cuando observé a una madre en el supermercado estrujar a su pequeño hijo. Uso la palabra «estrujar» porque la mamá hizo con su hijo algo parecido a lo que hacemos cuando estrujamos una prenda de ropa mojada. Lo retorció e imprimió toda su fuerza sobre el cuerpo del niño, hasta que las lágrimas asomaron en los ojos avergonzados del pequeño.
Posiblemente eso ni siquiera se acerque a lo que el versículo refiere como «manos que derraman sangre inocente». Sin embargo, me puse a pensar que ese acto abusivo quizás pudiera causar, además de dolor físico, un daño interno de consecuencias fatales.
Las manos de una madre deben estar programadas para acariciar y dar toques curativos y restauradores. Un estudio científico reciente demostró que las caricias de la madre pueden calmar el dolor de los niños, y que también son eficaces para la prevención de algunas enfermedades como la depresión infantil y ciertos tipos de dolores, como los cólicos, que son tan frecuentes en los bebés. Si un niño recibe caricias positivas tendrá una disposición natural a presentar conductas positivas, como son la obediencia, el respeto y el orden.
Por el contrario, un niño que no recibe caricias y toques positivos, sufrirá una desnutrición emocional que puede llevarlo a desarrollar conductas patológicas. Cuando una persona, por falta de afecto en las primeras etapas de su vida, cae víctima de la adicción a las drogas o al alcoholismo, entra en una pandilla o muere de manera prematura, se derrama sangre inocente. No importa que tú no hayas puesto literalmente las nefastas armas en sus manos, igualmente serás responsable de que pierda la vida. Y esa muerte no necesariamente tiene que ser física; una mente, un alma o un espíritu muerto, de igual modo hacen que la vida se agote.
Amiga, pongamos nuestras manos al servicio del amor. Hagamos de ellas un instrumento que provea salud, bienestar y seguridad a los que tenemos el deber de amar, aunque las condiciones no sean las óptimas.
Oremos para que, en este día, nuestras manos derramen bienestar y salud, pero nunca sangre inocente.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

LOS BUENOS DESEOS DE DIOS

Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente (3 Juan 2).

Uno de los mayores bienes es la salud. Los enfermos ricos son pobres. Los pobres sanos son ricos. Por ejemplo, si caías enfermo durante el siglo XIX por ningún motivo deseabas ir al hospital. Era un viaje a la muerte en una época en la que se desconocían los gérmenes. Las epidemias eran visitantes regulares de los hospitales faltos de higiene. Al principio, los sanatorios fueron instituciones fundadas para los pobres. Eran sitios donde se iba como último recurso: los enfermos iban allí para morir.
Las personas adineradas recibían tratamiento médico en sus casas. Pero tampoco les iba mejor. La idea común de la enfermedad era que los humores corporales debían equilibrarse. Por lo tanto, curar era equilibrar. Y un primer paso en ese proceso era una sangría, para quitar el supuesto exceso de sangre. Generalmente se le extraía al infeliz enfermo entre medio litro y un litro de «vida». Luego seguían los purgantes, que eran dos poderosas y extremadamente venenosas drogas: estricnina y mercurio. Como se creía que el vómito, la fiebre y la diarrea eran síntomas de «mejoría», el resultado era la deshidratación y la muerte del paciente.
Por algo a aquella época se la llamaba «la era de la medicina heroica». La cirugía no era mejor; se practicaba sin anestesia. Los cirujanos eran los carniceros y los peluqueros. George R. Knight cuenta que al joven Urías Smith, su mamá le amputó la pierna en la mesa de la cocina... sin anestesia, por supuesto.
Para ser médico, bastaban ocho meses de entrenamiento, aunque el candidato no hubiera terminado la escuela secundaria. No extraña que Oliver Wendell Holmes dijera: «Si todo el conocimiento médico que ahora se utiliza fuera echado al fondo del mar, sería muy bueno para la humanidad, y muy malo para los peces». Edson White, hijo de Elena G. de White, tenía uno de esos grados y, por propia experiencia, comentaba: «El médico a cargo es un villano, la clínica Hygeio-Therapeutic es un fraude vergonzoso y el viejo doctor Mill debería ser echado al fondo del río Delaware».
Pero Dios anhela la salud para su pueblo, porque sabe que es uno de los bienes más preciados por los seres humanos. Por eso dio a su pueblo principios de salud y leyes sanitarias efectivas. Hoy, el pueblo adventista está llamado a dar a conocer la reforma prosalud. Por tu propio bien, procura conocer y practicar los principios divinos de la vida saludable.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

LA IGLESIA DE LAODICEA

Yo reprendo y castigo a, todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. Apocalipsis 3:19.

El mensaje a la iglesia de Laodicea es una denuncia sorprendente y se aplica al actual pueblo de Dios...
El Señor nos muestra aquí que el mensaje que deben dar a su pueblo los ministros que él ha llamado para que amonesten a la gente no es un mensaje de paz y seguridad... En el mensaje a los laodicenses, los hijos de Dios son representados en una posición de seguridad carnal. Están tranquilos, creyéndose en una exaltada condición de progreso espiritual...
El mensaje del Testigo Fiel encuentra al pueblo de Dios sumido en un triste engaño, aunque crea sinceramente dicho engaño. No sabe que su condición es deplorable a la vista de Dios. Aunque aquellos a quienes se dirige el mensaje del Testigo Fiel se lisonjean de que se encuentran en una exaltada condición espiritual, dicho mensaje quebranta su seguridad con la sorprendente denuncia de su verdadera condición de ceguera, pobreza y miseria espirituales...
La vida cristiana es una constante batalla y una marcha. No hay descanso de la lucha. Es mediante esfuerzos constantes e incesantes como nos mantenemos victoriosos sobre las tentaciones de Satanás... Somos plenamente sostenidos en nuestra posición por una abrumadora cantidad de claros testimonios bíblicos. Pero somos muy deficientes en humildad, paciencia, fe, amor, abnegación, vigilancia y espíritu de sacrificio según la Biblia. Necesitamos cultivar la santidad bíblica. El pecado prevalece entre el pueblo de Dios... Muchos se aferran a sus dudas y pecados predilectos, a la par que están tan engañados que hablan y sienten como si nada necesitasen...
Todos los soldados de la cruz de Cristo se obligan virtualmente a entrar en la cruzada contra el adversario de las almas, a condenar lo malo y sostener la justicia. .. La vida eterna es de valor infinito y nos costará todo lo que poseemos...
No es suficiente que los ministros presenten temas teóricos; deben también presentar los temas prácticos. Deben estudiar las lecciones prácticas que Cristo dio a sus discípulos, y hacer una detenida aplicación de las mismas a sus propias almas y a la gente. Porque Cristo da este testimonio de reprensión, ¿supondremos que le faltan sentimientos de tierno amor hacia su pueblo? ¡Oh, no!... "Yo reprendo y castigo a todos los que amo".— Review and Herald, 16 de septiembre de 1873.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White