lunes, 12 de marzo de 2012

VUELO O AZUFRE

«Verán que todo el país no es más que azufre, sal y tierra quemada. No se podrá sembrar en esa tierra, ni nada podrá producir; ni siquiera una hierba podrá crecer en ella, tal como sucedió en la destrucción de las ciudades de Sodoma» (Deuteronomio 29:23).

Hemos llegado a un lugar tenebroso en el que solo hay restos de sal y azufre. Entiendo por qué nada puede crecer aquí. El azufre es una piedra amarilla que se quema muy rápidamente. Por eso es que Sodoma y Gomorra ardieron tan rápido. La Biblia dice en Génesis 19:24 que llovió azufre sobre la ciudad y la consumió.
Sodoma y Gomorra fueron destruidas por su maldad. Sus ciudadanos se habían vuelto tan perversos, que Dios tuvo que tomar la decisión de destruirlas. Él no quería hacerlo, y le dio a sus habitantes la oportunidad de escapar de ellas, pero el pecado finalmente las destruyó.
Así como el azufre destruye, el pecado también lo hace. Dios quiere que permanezcamos lo más alejados que podamos del pecado. Algún día él tendrá que destruir nuevamente la tierra. Eso será cuando venga a buscar a los que lo aman para llevarlos al cielo. Él no quiere que nosotros quedemos atrapados por el pecado y el azufre. No te preocupes, que mientras lo ames y permanezcas aferrado a él, el azufre no podrá hacerte daño. ¡Saldrás volando hacia el cielo, camino a la gloria!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL SECRETO DEL GOZO

Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien (Romanos 8:28).

La mayor parte de los inventores que ha habido a lo largo de la historia no tenían el objetivo de ganar dinero ni de mejorar su situación económica cuando trabajaban en sus inventos. Más bien deseaban resolver un problema, suplir una necesidad, o combatir un mal; trabajaban y se desvelaban para beneficio de la sociedad.
Nosotras también hemos sido escogidas para que seamos una bendición para aquellas personas con las que nos relacionamos; para que seamos una luz especial en nuestro hogar o en el medio social donde nos toque desempeñarnos.
Cuando estemos convencidas del llamamiento divino nos daremos cuenta de que hay algo más importante y más grande que nosotras mismas; la satisfacción del yo dejará de ser el principal objetivo de nuestras vidas. Experimentaremos una imperiosa necesidad de acudir a diario a la fuente de todo gozo para allí nutrir nuestro corazón. Entonces estaremos en posición de compartir con los demás ese extraordinario gozo que únicamente imparte el Señor. Pregúntate: «¿Dónde estoy? » «¿En qué dirección estoy avanzando?». Escucha nuevamente la voz de Dios a través de su Palabra. Confía en él y él enderezará tus pasos y te mostrará el camino correcto.
«Se necesitan mujeres de principios firmes y carácter decidido, mujeres que crean que realmente estamos viviendo en los últimos días y que tenemos un mensaje de amonestación para ser dado al mundo [...]. Cuando el amor de Dios y de su verdad sea un principio permanente, no permitirán que nada las aparte de su deber ni las desanime en su obra. Se necesitan mujeres que no se crean importantes, sino que sean de modales amables y humildes de corazón, que trabajen con la humildad de Cristo siempre que puedan encontrar algo que hacer para la salvación de las almas» (El ministerio de la bondad, pp. 156-157). Cada acto de amor y fe que podamos realizar es una nueva oportunidad para crecer, para renovar nuestra vocación de servicio.
Recuerda que este instante no volverá a repetirse jamás.
Por lo tanto, todo el bien que puedas hacer, toda la bondad que puedas demostrar a un ser humano deberías realizarlo ahora mismo. No has de diferirlo, no has de descuidarlo; porque no volverá a presentarse jamás. La felicidad no es mañana, la felicidad es tener ahora a Jesús, la fuente de todo gozo.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Elizabeth Pachecho

LA ENCRUCIJADA DEL CAMINO

Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Hebreos 11:24,25 NVI.

Cuando todavía era joven, Moisés debió tomar una decisión de esas que quitan el sueño. Por un lado, como hijo adoptivo de una princesa egipcia, podía disfrutar de las riquezas y el poder de la nación más poderosa de la tierra. Por el otro, podía echar su suerte con un pueblo pobre y esclavizado. Una verdadera encrucijada de caminos. Algo parecido a lo que el poeta James Russell Lowell llama «el terrible instante», cuando cada ser humano «tiene que decidir dentro de su corazón lo que será su vida en adelante, en la batalla entre el bien y el mal, la verdad santa o el error fatal».
¿Qué decidió Moisés? Primero, un no: Moisés «renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón». No es poca cosa. Dijo no al trono de una poderosa nación, a las riquezas y a la fama. Dijo no a un sitial exclusivo en el Salón de la Fama egipcio. Sin embargo, Moisés no se conformó con solo decir no. También dijo un sí: «Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios». Le dijo sí a Dios y así llegó a ser el caudillo que Dios usó para liberar a su pueblo de la esclavitud egipcia.
El ejemplo de Moisés nos enseña que los hijos de Dios no tienen que conformarse con limitarse a decir no a lo malo: al alcohol, las drogas, la pornografía, el sexo fuera del matrimonio, etc. Se equivoca quien entiende la religión como una simple lista de cosas que no se pueden hacer. La religión de Cristo también requiere que digamos sí a lo bueno: extender una mano amiga al que está caído; ayudar a quienes luchan por vencer un vicio; desarrollar al máximo nuestras facultades; tratar de ser los mejores estudiantes, amigos, novios, esposos... Moisés fue grande porque en la encrucijada del camino, dijo no a los placeres de este mundo, y en especial porque dijo sí al plan de Dios para su vida. Tú también estarás hoy en la encrucijada del camino. ¿Qué les dirás a los placeres de este mundo? ¿Qué le dirás a Dios?
Padre, dame hoy poder para resistir el mal, y valor para hacer el bien.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

AYUNAR CON UN OBJETIVO

«Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa» (Mateo 6:16).

Hace años, mi familia y yo vivíamos en un país en el que, una vez al año, se observa un mes entero de ayuno. La gente no come ni bebe desde la salida del Sol hasta su puesta. En consecuencia, los restaurantes están cerrados y si uno se aventura a salir a la calle tiene que llevar consigo el almuerzo.
Recuerdo especialmente un incidente que tuvo lugar durante un vuelo de la compañía aérea de ese país. Tuvo lugar alrededor de las 3:00 de la madrugada, cuando yo trataba de dormir un poco. De repente las luces de la cabina de pasajeros se encendieron y el personal de a bordo empezó a servir una comida completa. Yo estaba desconcertado. Que supiera, no habíamos cruzado ningún huso horario. Entonces se me ocurrió pensar que para la mayoría de los pasajeros esa comida antes del amanecer sería lo único que comerían hasta el atardecer.
Según sus practicantes, el ayuno anual tiene dos motivos: (1) el hambre y la sed les recuerdan el sufrimiento de los pobres, y (2) ayunar es una oportunidad magnífica para ejercitar el dominio propio y, por ende, limpiar el cuerpo y la mente. En ese país en concreto hay tres grupos de personas que están exentos de practicar el ayuno anual: los niños en edad de crecer, los ancianos y los enfermos. Un hombre me confesó que cada año caía «enfermo» antes de empezar el mes de ayuno.
¿Está el Señor satisfecho si pasamos hambre? ¿Qué dice sobre el ayuno? «He aquí que para contiendas y debates ayunáis, y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como lo hacéis hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto. ¿Es este el ayuno que yo escogí: que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como un junco y haga cama de telas ásperas y de ceniza? ¿Llamaréis a esto ayuno y día agradable a Jehová? El ayuno que yo escogí, ¿no es más bien desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, dejar ir libres a los quebrantados y romper todo yugo?» (Isa. 58:4-6).
Prefiero el ayuno que escogió el Señor. Basado en Mateo 6: 16-18

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill