viernes, 22 de junio de 2012

SIÉNTETE SATISFECHO


«Bebe el agua de tu propia cisterna, los raudales de tu propio pozo» (Proverbios 5:15, RV95).

En la mayoría de los países, cuando alguien quiere un vaso de agua, simplemente tiene que ir a la cocina, abrir la llave y llenarlo. Pero esto no es así de fácil en todas las partes del mundo. En algunos pueblos la gente tiene cisternas al lado de sus casas. Una cisterna es un depósito subterráneo que se utiliza para recoger y guardar agua de lluvia. Cuando la gente necesita agua para cocinar o beber llevan una cubeta a la cisterna y toman el agua que necesitan. Pero deben ser prudentes. No pueden gastar toda el agua, pues hay otros en la casa que también la necesitan y no saben cuándo lloverá de nuevo. Y pensar en robarse el agua del vecino sería terrible.
El versículo de hoy dice que debemos tomar el agua de nuestra propia cisterna. Esto no significa que no debemos compartir; sino que no debemos codiciar lo que tiene nuestro vecino. Es decir, si el vecino tiene un automóvil último modelo, a nosotros no debería preocuparnos. Quédate tranquilo, que Dios cuidará de ti. Tal vez no llegues a tener todo lo que deseas, pero él te dará todo lo que necesitas. Y siempre se asegurará de que haya suficiente agua de vida para ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

DÉJATE AMAR


No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentare con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10).

Era una chica atractiva, inteligente y con un buen empleo. Pero al mismo tiempo necesitaba una palabra de consejo respecto a la relación sentimental que sostenía con un joven de quien creía estar enamora: El galán la llamaba cada dos meses. Salían, tenían un encuentro romántico y parecía que por fin su relación marcharía sobre ruedas. Sin embargo, tras su visita, él desaparecía y ella se quedaba con el corazón hecho pedazos, sintiéndose culpable por no haberse dado su lugar. Todos los días esperaba en vano una llamada telefónica y se juraba a sí misma que la próxima vez que hablaran lo pondría en su sitio y cortaría aquella relación. El joven volvía a llamarla unos dos meses más tarde y ella, como una mujer enamorada incapaz de controlarse, volvía a caer en sus brazos. ¿Te parece exagerado?
Lamentablemente hay miles de casos parecidos, protagonistas son mujeres tanto de clase alta como clase media, estudiantes e incluso profesionales de éxito.  Su autoestima laboral es saludable, pero en lo personal la tienen a un nivel muy bajo. En lugar de esperar por alguien que verdaderamente aprecie el valor que tienen como mujeres, se van conformando con migajas.
Aunque Dios conoce tus más íntimas necesidades, tienes que despertar y poner orden en tu mundo interior.  Ciertamente existe en cada mujer una necesidad profunda de amor, pero aun así debes aprender a controlar la afectividad, las circunstancias y todo aquello que afecte tanto tu reputación como tu vida espiritual.
Ríndete al amor de Dios y pregúntate si acaso él ocupa el primer lugar en tu vida. Antes de centrar tus esperanzas y expectativas en hombres mortales deberías decirte «En Dios solamente reposa mi alma, porque de él viene mi esperanza. Solamente él es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré» (Sal. 62:5-6).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa

«TENGO UN PRESENTIMIENTO»


El amor del Señor no tiene fin, ni se han agotado sus bondades. Cada mañana se renuevan. Lamentaciones 3:22,23.

La joven protagonista de nuestra lectura para hoy ha sido la única atleta dueña, simultáneamente, de todas las mejores marcas en nado libre, y la única en ganar tres medallas olímpicas en tiempo récord. Cuando apareció en el escenario deportivo de su país natal, Australia, tenía apenas 13 años. Para el momento de su retiro, ya había impuesto once marcas mundiales y había ganado cinco medallas olímpicas. ¿Quién fue ese «torbellino» de la natación? Esa jovencita, hoy ya adulta, se llama Shane Gould.
Shane no solo tenía excelentes condiciones físicas; además, siempre esperaba que ocurriera lo mejor. Esta cualidad de Shane se hizo evidente en una de sus competencias en los Estados Unidos. Cuando un periodista le preguntó qué resultados esperaba de la competencia, sin vacilación respondió: «Tengo el presentimiento
de que hoy se va a establecer una marca mundial en este lugar». Ese día estableció, no una, sino dos marcas mundiales: en los 100 y en los 200 metros estilo libre.
Sin embargo, ahí no terminó la historia. Cuando enfrentó la prueba más dura, los 400 metros, le preguntaron qué esperaba. Respondió: «Mis padres me han prometido que si gano me llevarán a Disney ¡y salimos mañana!» (Víctor Parachin, «Diez pasos para mejorar la autoestima», Listen, mayo de 2000, p. 11).
Eso se llama optimismo. Las investigaciones han demostrado que en comparación con los pesimistas, los optimistas son más felices, tienen más éxito en la vida, obtienen mejores calificaciones en los estudios y disfrutan de mejor salud (Martín Seligman, Learned Optimism [Optimismo aprendido], pp. 15,16).
¿En qué se diferencia el pesimista del optimista? Según el psicólogo Martín Seligman, la actitud dominante en el pesimista es la creencia de que nada de lo que haga cambiará las cosas: «Soy malo con las matemáticas, y no importa cuánto me esfuerce, siempre lo seré». El optimista, por el contrario, cree que puede cambiar las cosas que le suceden por medio de sus acciones voluntarias: «No soy muy bueno con las matemáticas, pero si me esfuerzo podré dominarlas».
Es verdad que muchas cosas escapan a nuestro control, pero también hay muchas que sí podemos controlar. ¿Podrías pensar en algunos aspectos  de tu vida que hoy mismo podrían cambiar para bien con un poco de esfuerzo, una buena dosis de optimismo y fe en Dios?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SOLO LO MEJOR



«Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad» (Salmo 29:2).


Pocas veces en una fiesta se reunió tal cantidad de personajes variopintos e interesantes como en aquella de Simón. Allí estaba Jesús, el invitado de honor, sentado a la cabeza de la mesa; Simón, por supuesto, estaba sentado junto a él, así como Lázaro. También estaba Marta, atareada sirviendo a los invitados; y María, como siempre, merodeando por la sala y pendiente de todas y cada una de las palabras que decía Jesús. También había otros invitados, muchos de los cuales eran fariseos y colegas de Simón. La gente estaba asombrada de que Jesús asistiera a una fiesta en la que muchos de los presentes se oponían abiertamente a él. Sin embargo, su Padre lo llevó allí; él sabía que era por voluntad divina. Por un instante, los focos se apartan de Jesús y se centran en María, que se apoya en la pared, ansiosa por no perderse ninguna de las palabras de Jesús. En un acto de misericordia, Jesús había perdonado sus pecados y luego había sacado a su querido hermano de la tumba; el corazón de María estaba lleno de gratitud. Hacía algún tiempo había escuchado cómo Jesús mencionaba que se acercaba el momento de su muerte. Aunque no entendía cómo podía suceder, quería mostrar su profundo amor y tristeza. Si tenía que morir, porque ella creía sus palabras, siguiendo la costumbre de la época, tendría que ungir su cuerpo para honrarle.
Pero el ungüento habitual en las unciones mortuorias no era lo bastante bueno para ese Amigo tan especial. Tenía que darle el mejor. Por eso, con un gran sacrificio personal, había comprado un frasco de alabastro con un «perfume muy costoso» y lo escondió en su alcoba.
Para Jesús, solo lo mejor... Una actitud admirable. ¿Limpia la casa? Límpiela a fondo para Jesús. ¿Trabaja en una oficina? Trabaje bien para Jesús. ¿Estudia?  Estudie mucho para Jesús. ¿Canta? Que sus mejores notas sean para Jesús. ‘Visitas a los enfermos y a los presos? Dé lo mejor para Jesús. Esto significará un gran sacrificio personal para usted.  Dar lo mejor de nosotros mismos siempre lo es.  Para el corazón que está lleno de verdadero amor por Jesucristo nada es lo bastante bueno, y aún menos demasiado, para dárselo. Ni más ni menos. Basado en Mateo 26:6-13

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill