viernes, 26 de octubre de 2012

RED DE AMOR


«Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes pescados, ciento cincuenta y tres; y aunque eran tantos, la red no se rompió» (Juan 21:11).

Si hubiéramos estado caminando por la orilla del lago el día que Pedro capturó todos esos peces, habríamos quedado impresionados. A mí los peces grandes siempre me han asombrado.  Tengo un amigo que se llama Dan que trabajaba en un barco pesquero. Dan es un tipo grande y fuerte que mide casi dos metros de alto. Sin embargo, él tiene una foto con un pez que se llama fletán que es más grande que él. ¡Increíble!
El versículo de hoy dice que en la red había ciento cincuenta y tres pescados grandes y que esta no se rompía. Debe de haber sido una red muy fuerte, Jesús también es como un red fuerte para nosotros. Cuando estamos decepcionados, molestos, o alguien nos ha hecho daño, podemos caer en la seguridad de sus brazos. Él evitará que la vida nos «rompa» y nos haga daño.
La próxima vez que veas un bote pesquero, fíjate en sus redes, Al hacerlo, recuerda que aunque se puedan romper por el peso de los peces, Jesús nunca se dará por vencido contigo ni te dejará caer.  Él es el mayor pescador de todos, y está esperando para «atraparte» en su red de amor.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA


Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8:28).

Si hay algo que recuerdo de mi infancia son las enseñanzas que mis padres nos trasmitieron. Se dice que hace algunos años, cuando no había modernos equipos de navegación, una flotilla de pescadores partió de un pequeño puerto canadiense en la madrugada. Los barcos debían regresar al atardecer, pero aquel día se desató una fuerte tempestad. Al caer la noche, ninguna de las naves había logrado regresar al puerto. Los hijos, las esposas, las madres y las novias de los pescadores pasaron la noche despiertos, observando nerviosamente la bahía, llenos de zozobra y rogando al cielo que salvara a sus seres queridos.  Para colmo, la casa de una familia piadosa se incendió debido a que el viento derribó una lámpara. Sus moradores quedaron a la intemperie.
Al llegar la mañana, para alegría de todos, la flotilla entera atracó en el puerto; todos a salvo. Sin embargo, la dueña de la casa siniestrada daba muestras de gran congoja. Apenas el marido puso pie en tierra, ella se le acercó y le dijo sollozando: «Amor mío, estamos arruinados, nuestra casa y todo lo que había en ella ha quedado convertido en cenizas». Sin embargo, el hombre exclamó: «Gracias a Dios por ese fuego, ya que nos ayudó a encontrar la entrada del puerto. De lo contrario, quizá todos habríamos perecido».

Mi padre decía una frase que recuerdo a diario: «No hay mal que por bien no venga». Reconozco que uno de los estímulos más grandes de mi vida han sido los consejos y oraciones de mis padres. Ellos siempre estuvieron presentes en los momentos difíciles de mi vida y recuerdo sus consejos cuando me decían: «Dios todo lo conoce. Espera en él». Esa es una receta que nunca falla. El gran Dios del universo es grande en misericordia y bondad. Él tiene propósitos definidos para tu vida. El que ve el fin desde el principio, sabe el porqué de las cosas.
Padre, permíteme entender el plan que tienes para mi vida. Ayúdame a aceptar tu voluntad. Perdona si algunas veces no te he comprendido. Sobre todo, dame las fuerzas para aceptar tu voluntad.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Griselda Chagoya

«EL PELOTÓN DE AGUIJONES»


No se relacionen con personas inmorales. 1 Corintios 5:9, NVI.

«El pelotón de aguijones». Este era el nombre de un grupo de adolescentes, de Lakewood, California, que un día decidieron competir sexualmente. El juego consistía en determinar cuál de ellos podría tener relaciones sexuales con el mayor número de muchachas. 
Cuando las autoridades descubrieron «el juego», algunos ya habían obtenido un puntaje superior a cincuenta. ¡Cada punto indicaba una relación sexual! (The New York Times, edición en línea, www.nytimes.com, 30 de marzo de 1993),  Esta es la desgracia que resulta cuando se cree, como muchos enseñan hoy día, que la virginidad es un problema; y que la promiscuidad sexual, una virtud. La realidad nos muestra exactamente lo opuesto: la promiscuidad sexual es un problema; la pureza sexual, una virtud. 
¿Por qué las relaciones sexuales prematrimoniales son un problema?  Porque los jóvenes se están involucrando en ellas con más frecuencia y a más temprana edad. Porque los embarazos adolescentes están aumentando y también los abortos, las madres solteras y las enfermedades de transmisión sexual.  Porque el daño espiritual, psicológico y moral que se produce es, a veces, irreparable. 
¿Y por qué la pureza sexual es una virtud? Porque los jóvenes que asumen este compromiso son dueños de dos dones muy preciosos que Dios les dio, y que nadie se los puede arrebatar sin su permiso: la pureza de su cuerpo y la capacidad de decidir qué conducta seguir en cada circunstancia. 
Señor, ayúdame a proteger mi cuerpo y mi corazón contra la impureza sexual.
A este grupo pertenece Sandra. Cuando en la universidad un joven la quiso manipular con el trillado «Si me amas, demuéstramelo», su respuesta fue categórica: «No te equivoques conmigo. No tengo relaciones sexuales con nadie. ¡En eso soy radical!». Y cuando alguien le preguntó el porqué de esta actitud tan firme, respondió: «La gente espera que tengas relaciones. Esa es la práctica. Pero yo me rebelo contra eso. No tengo relaciones sexuales [premaritales] porque quiero proteger mi corazón y mi cuerpo. Participar de ello equivale a dar demasiado de ambos» (David Marshall, Adventist Review [Revista adventista], 13 de noviembre de 2003, pp. 26-28).
En materia sexual, Sandra ya tomó su decisión: mantener pura para el matrimonio.
¿Y tú? ¿Ya tomaste tu decisión? 
Señor, ayúdame a proteger mi cuerpo y mi corazón contra la impureza sexual.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PARTICIPE


«Cuando Job hubo orado por sus amigos Jehová le quitó la aflicción» (Job 42:10).

Hace unos años escribí un libro titulado Lord Keep Your Mansions -Just Save My Children [Señor, quédate con tus mansiones, pero salva a mis hijos]. En él hablo de algunos de los desafíos a los que, con el transcurso de los años, mi esposa Betty y yo hemos tenido que enfrentarnos para educar a nuestros cuatro hijos. Tanto en los buenos momentos como en los malos, se nos hizo evidente que, si Dios tenía que responder a nuestras oraciones por nuestros hijos, solo sería con nuestra cooperación y, en ocasiones, nuestra participación directa.
Nos dimos cuenta de que hay momentos en los que, además de no poder resolver un problema en particular, se corre el riesgo de empeorarlo. A veces, la mejor manera de cooperar es no hacer ni decir nada en absoluto. «Señor, bendice mi familia» es una noble oración, pero si el Señor tiene que bendecir nuestra familia, también tendremos que considerar cómo podemos colaborar con él para que eso sea posible.
A veces, cuando en la familia, en la iglesia o en el trabajo hay un problema, queremos llevarlo ante el Señor tomándolo con la punta de los dedos, el brazo bien estirado y tapándonos la nariz con la otra mano. En otras palabras, de tanto que apesta el problema, no queremos implicamos personalmente.
Canturreamos el estribillo: «Lleva tus cargas al Señor y déjalas», le endosamos el problema al Señor y echamos a correr tan rápido y tan lejos como podemos; cuanto más deprisa y más lejos mejor. 
Luego evitamos a la persona con la que tenemos el problema como si de un infectado se tratara. Si la vemos en el supermercado, cambiamos de pasillo; si sospechamos que quien está llamando al teléfono es esa persona, no atendemos; y, si alguien menciona su nombre, desviamos el tema de conversación.
¿Cómo esperamos que el Señor alcance a esa persona si no a través de quienes la conocen? ¿Qué piensa usted de quien abandona a su familia cuando el dinero se acaba? ¿Acaso seremos distintos si abandonamos a un amigo o a un familiar cuando las cosas van mal en su vida?
Tenemos el privilegio de llevar a nuestros familiares y amigos ante el Señor. Cuando lo haga, inclúyase usted mismo en la oración. Pídale al Señor que lo use del modo que él crea más conveniente para responderle. Basado en Lucas 10:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill