domingo, 20 de enero de 2013

ROSTRO SONRIENTE

Lugar: Brasil
Palabra de Dios: 1 Tesalonicenses 5:16

El nuevo pastor leyó la larga lista de nombres y se preguntó cuándo aprendería quién era quién. Pidió entonces a algunos miembros de la iglesia que le dieran algunas características identificadoras. Cuando llegaron al nombre de Lorenzo, todos parecieron concordar en una cosa.
-¿Lorenzo? Lo reconocerá cuando lo vea -dijo alguien-. Tiene 21 años, y casi siempre está sonriendo.
-¿Lorenzo? ¡Es el que siempre sonríe!
-Si ve a un muchacho con una gran sonrisa en el rostro, ese es Lorenzo.
El pastor estaba curioso por conocer a este joven conocido por su cara sonriente. No tuvo que esperar demasiado. Ese sábado, mientras el pastor saludaba a los miembros a la salida del culto, vio a un muchacho que venía hacia él con una gran sonrisa en el rostro.
-Tú debes ser Lorenzo -señaló el pastor.
Lorenzo había descubierto el secreto de la verdadera felicidad: tener a Jesús en su vida. Era por eso que no podía evitar sonreír. Pero quizá tenía otras razones, ¿verdad? Quizá tenía un buen trabajo o una maravillosa familia; o tal vez era rico, y podía comprarse todo lo que quería.
Mientras los dos hombres conversaban, el pastor se enteró de que Lorenzo había comenzado a asistir a la iglesia cuando tenía 17 años de edad. Sus padres habían enfurecido con su decisión, y lo habían echado de la casa. Durante los últimos cuatro años, Lorenzo había trabajado en una fábrica de zapatos durante el día, y de noche dormía en una pequeña habitación dentro de la fábrica. Pero, a pesar de todo eso, era un hombre feliz.
La Biblia dice: "Estén siempre alegres". Como cristianos, tú y yo tenemos muchas razones para sonreír. Tan solo pregúntenle a Lorenzo. Él tiene a Jesús en su vida, y eso es lo más importante.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

PEGADAS POR SIEMPRE EN EL CORAZÓN

Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. Santiago 3:9-10

Cuando era niña podía darme cuenta del estado de ánimo de mi madre por la manera en que me llamaba. Cuando mencionaba mi segundo nombre, era señal de que yo había hecho algo malo, y de que tenía que rectificar. Su voz sonaba dura, y cada sílaba de mi nombre la pronunciaba lentamente; era en ese momento cuando yo sabía que vendría la sentencia si hacía caso omiso a lo que me estaba diciendo.
Han pasado más de cuarenta años, pero te confieso que aquellas palabras se quedaron pegadas a mi corazón, y sé que están ahí porque, cuando las recuerdo, una emoción nostálgica me hace llorar por dentro. Si cierro los ojos, puedo ver con mi alma la expresión del rostro de mi madre, y si aguzo mi oído puedo escuchar con mucha nitidez el tono de su voz, como si estuviera sucediendo hoy. Sabiamente la Escritura dice: «Por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará» (Mat. 12:37). Agradezco a Dios porque el recuerdo de la manera en que mi madre me hablaba, todavía me llama a la reflexión cuando voy a tomar un camino equivocado.
El habla es uno de los dones más maravillosos que Dios nos ha dado, privilegio exclusivo de los seres humanos. Nuestro modo de hablar y las palabras que decimos pueden ser como un bálsamo que trae curación al alma, o como un veneno que hiere el corazón. Un «latigazo de la lengua» puede ser tan destructivo, que es capaz de matar el buen ánimo y el deseo de mejorar de la persona que lo recibe. Puede ser tan letal que logra adormecer los sentimientos y nos vuelve insensibles y apáticas ante una amonestación dada con buenas intenciones. Por otro lado, una palabra sencilla, dicha de buena manera con el fin de alentar, llega a ser una caricia al corazón. Los «látigos de la lengua», matan. Las «caricias al corazón», dan vida.
Amiga, seamos mujeres sabias al hablar, no dejemos en el corazón de quienes nos escuchan palabras que nos califiquen como rudas, insensibles, soberbias y frías. Con la ayuda de Dios, hablemos de tal manera que en la posteridad seamos recordadas como mujeres tiernas, sensibles, comprensivas y sabias. ¿Es este un desafío para ti? Pues ten la seguridad de que Dios te ayudará a superarlo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

UN ERROR FATAL

Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. (Deuteronomio 30:15,16).

Es muy probable que las dos lecturas anteriores sobre Todd Marinovich aún te incomoden con preguntas difíciles de responder. ¿Por qué Todd, que tenía un futuro en teoría muy brillante, fracasó tan estrepitosamente? ¿Por qué cayó esclavo de las drogas, aunque lo criaron con una alimentación óptima? ¿Cuál fue el error fatal?
La respuesta sin duda debe ser compleja, pero creo que un elemento importante fue que Todd mismo no tuvo la oportunidad de decidir si quería ser una estrella. Ese era, más bien, el deseo de su padre. El artículo de Mike Sager que te mencioné ayer aporta información importante al respecto. Marc Marinovich empezó a entrenar a su hijo mientras todavía estaba en la cuna. A los tres años, Todd lanzaba y pateaba la pelota tanto con la derecha como con la izquierda, entrenaba y levantaba pesas. El día que cumplió cuatro años, ¡Todd corrió cuatro millas por la playa en tan solo 32 minutos!
Fue entrenado desde niño para soportar el dolor. De hecho, más tarde ganaría un partido lanzando la pelota varias veces con el dedo pulgar de la mano lanzadora fracturado. Cuando estaba en tercero de secundaria (tenía catorce años, aproximadamente) su horario de entrenamiento semanal era el siguiente: cuatro días levantaba pesas y tres días hacía trabajo más ligero y corría; tenía dos sesiones a la semana con el entrenador de lanzamiento, tres sesiones semanales con el entrenador de pista, una sesión diaria con el entrenador de baloncesto, y lanzaba una pelota de béisbol durante dos horas diarias. Además, entrenaba dos veces al día con el equipo de fútbol. Su padre era obsesivo e inflexible. Deseaba ardientemente que Todd lograra ser lo que él no pudo alcanzar. Sin embargo, nadie puede decidir por otro. Los sueños se pueden compartir, pero no imponer.
Dios no es así. Él nos invita, nos da oportunidades, llama a nuestro corazón, pero nunca nos obliga. Tú puedes decidir tomar la dirección equivocada en tu vida, pero seguirás respirando y el sol saldrá otra vez en el horizonte. Satanás, por otro lado, nos engaña, nos soborna o nos extorsiona para que hagamos su voluntad. Si pudiera nos obligaría. Dios, sin embargo, respeta nuestra capacidad de decidir.
A fin de cuentas, nadie se salvará o se perderá porque otro lo haya obligado. La decisión siempre será personal. Elige hoy a Cristo como entrenador de tu vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

JESÚS REVELA AL PADRE

He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste. Juan 17:6.

Si los pobres y los iletrados no son capaces de entender la Biblia, entonces la misión de Cristo a nuestro mundo fue inútil, porque él dice: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos" (Luc. 4:18). Cristo dirigió la orden de escudriñar las Escrituras no solo a los fariseos y escribas, sino a la gran multitud del pueblo común que se apiñaba a su alrededor.
Si la Biblia no puede ser entendida por todo tipo de persona, ya sea rica o pobre, ¿para qué se necesitaría la orden del Salvador de indagar en las Escrituras? ¿Qué provecho habría en escudriñar lo que jamás podría entenderse?... El deber de cada persona inteligente es escudriñar las Escrituras. Cada uno debiera saber con certeza las condiciones sobre las cuales se provee la salvación... Los fariseos y los maestros religiosos representaban tan mal el carácter de Dios que fue necesario que Cristo viniera al mundo a representar al Padre. A causa de las sutilezas de Satanás, hombres y mujeres fueron llevados a acusar a Dios de poseer atributos satánicos; pero el Salvador replegó las gruesas tinieblas que Satanás había extendido ante el trono de Dios para interceptar los rayos brillantes de misericordia y amor que venían de Dios a nosotros...
Cristo tomó la humanidad sobre sí para que la luz y el resplandor del amor divino no extinguieran la raza humana. Cuando Moisés imploró: "Te ruego que me muestres tu gloria", fue colocado en la hendidura de la peña, y el Señor pasó ante él (Éxo. 33:18-23). Cuando Felipe le pidió a Jesús que le mostrara al Padre, él dijo: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Juan 14:9)...
En un lenguaje sencillo, el Salvador le enseñó al mundo que la ternura, la compasión, el amor que él manifestó hacia la humanidad, eran los mismos atributos de su Padre en el cielo. Toda doctrina de gracia que él presentaba, toda promesa de gozo, todo acto de amor, toda atracción divina que él ejercía, tenía su fuente en el Padre de todos. En la persona de Cristo contemplamos al Dios eterno ocupado en una empresa de misericordia ilimitada hacia la raza caída.— Signs of the Times, 20 de agosto de 1894.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White