viernes, 9 de diciembre de 2011

UN LUGAR PARA JESÚS

Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono. (Hecho 7:48,49).

Y la tierra el estrado de mis pies», continúa diciendo el apóstol Pablo, admirando una vez más la grandeza divina. Cuando Salomón edificó tan majestuoso templo en las tierra israelitas, los ojos humanos quedaron asombrados por su magistral arquitectura y por su pompa y majestuosidad. Sin embargo. Salomón, reconociendo lo insignificante que esto era ante los ojos de Dios, dueño de todas las riquezas del universo, expresó humildemente: «Pero, ¿es verdad que. Dios habitará con el hombre en la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no le pueden contener, ¿cuánto menos esta casa que he edificado?» (2 Crón. 6: 18).
¡Qué grande, es Dios! Nunca nos ha abandonado, nunca nos ha desechado. Su amor nos ha buscado como el buen pastor hace con su oveja descarriada.
Durante las fiestas navideñas se adornan los templos y las casas con luces, arbolitos de Navidad, representaciones del establo donde nació Jesús, etcétera. Pero creo que la Navidad es una buena oportunidad para que nos preguntemos: «¿Está adornada mi vida para recibir al Rey de la Navidad?». Salomón reconocía que ni aún toda la belleza y la riqueza del templo que había construido era motivo para obligar a Dios a que habitara en él, y afirmó: «Tuyos son los ciclos, tuya también es la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste» (Sal. 89: 11).
Solo el amor divino logró que Jesús viniera a este oscuro mundo, lleno de pecado y maldad, para habitar en medio del pueblo que lo crucificó (ver Juan 1: 11, 14). Es ese mismo amor el que impulsa a Cristo a morar con el ser humano hoy No son los adornos luminosos, los villancicos, las representaciones del pesebre ni las fiestas lo que hace realidad la presencia de Cristo. No son las imponentes catedrales y lujosos templos lo que hace que Dios habite entre nosotros. Lo que realmente hace que Dios esté con la humanidad es el pesebre del corazón. Es el corazón contrito y humillado lo que Dios no puede rechazar. ¿Estará tu corazón listo para recibir a Jesús en esta Navidad?

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

NO MÁS CALOR

Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno. Apocalipsis 7:16.

Mientras el apóstol Juan contempla la gran multitud de redimidos frente al trono de Dios, uno de los ancianos celestiales le describe cómo vivirán estos salvados por la eternidad. Entre esa descripción, se menciona que ni la escasez de agua ni el calor del sol volverán a incomodar al pueblo de Dios.
Este pasaje hace alusión a la cuarta plaga que será derramada por el ángel una vez que el tiempo de gracia se haya extinguido. Juan nos dice: "El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria" (Apoc. 16:8, 9). Si bien estas plagas estarán destinadas a afectar a los impenitentes que reciban la marca de la bestia en sus frentes o en sus manos, por el versículo de hoy podemos deducir que los santos de Cristo también sufrirán el calor desmedido del sol.
Al final del año 2004, hubo una nota en un diario popular argentino que alarmó a muchos adventistas: "El año 2004 es el cuarto más cálido registrado en los anales de las temperaturas, que datan de 1861. Sequías prolongadas, olas de calor, un aumento en el número de huracanes en el Atlántico Norte y el primero en el Atlántico Sur constituyen las anomalías y los eventos climáticos más significativos durante este año, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que depende de las Naciones Unidas" (Clarín, 16 de diciembre de 2004).
Parece increíble, pero hasta los medios de comunicación conducidos por incrédulos y ateos, muestran sin quererlo el avance silencioso del cumplimiento profético que señala que algún día el sol quemará a los hombres. La historia contemporánea ya confirma la revelación del Apocalipsis.
Y tú, ¿cómo te estás preparando para enfrentar esos momentos de prueba? ¿Estás dedicándole tiempo a Jesús cada día a pesar de la urgencia de las actividades diarias? Estoy seguro que anhelas formar parte de la multitud que rodeará el trono divino con ropas blancas y palmas. Para eso es necesario que hoy le vuelvas a entregar tu vida de lleno al Señor.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¡SANTIFÍCALOS!

Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos. Éxodo 19:10.

Es un jueves de un mes cualquiera, de un tiempo que vuela, presuroso, hacia un mañana eterno, cuando escribo este devocional. En mi mesa de trabajo, en la computadora y en mi mente, muchas ideas buscan el ropaje adecuado para salir a la vida.
El versículo de hoy habla de santidad. El pueblo de Israel se alistaba para uno de los momentos más sublimes de su historia: el propio Dios escribiría, con su dedo, los eternos principios de su ley, en tablas de piedra. Y la orden que Moisés recibió fue: "Ve al pueblo y santifícalo".
Hay dos ideas básicas relacionadas con la santidad: la primera es la consagración de la existencia. Tú eres propiedad divina, comprado por la sangre de Cristo. Tu vida debe constituirse en el desarrollo de la voluntad de Dios, en todos los aspectos. Fuiste separado por Dios para un propósito especial, y no puedes vivir sin la conciencia de que estás en esta vida para cumplir una misión.
La otra, es la idea de la pureza. Dios es santo y, si deseas servirlo de forma aceptable, también debes ser santo. Los cristianos no pueden vivir ya más como lo hacían anteriormente, practicando el pecado; ni pueden permitir que los deseos que una vez motivaban sus vidas determinen el propósito de su existencia. Ambos, la conducta externa y los móviles íntimos del corazón, deben ser purificados por la gracia de Dios. El poder de Dios y sus promesas garantizan, al cristiano, la posibilidad de pureza de corazón y de vida.
Hoy puede ser, en tu vida, un día de consagración y de pureza. Al transitar por los intrincados laberintos de la realidad humana, recuerda que eres especial, nacido con un propósito y comprado a un alto precio. No te dejes engañar por las luces de este mundo, que brillan y atraen: tú no naciste para vivir revoloteando alrededor de las luces artificiales y mezquinas de esta vida, sino para vivir al lado del Creador de todas las luces del mundo.
No pierdas la conciencia de tu santidad y de la pureza que deben orientar tus pasos. Por eso, antes de iniciar tus actividades, recuerda lo que Dios indicó a Moisés: "Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón