viernes, 9 de octubre de 2009

UN PEQUEÑO CIELO EN LA TIERRA

Goza de la vida con la mujer amada cada día de la fugaz existencia que Dios te ha dado en este mundo (Eclesiastés 9: 9).

Nos conocimos en la universidad, estudiábamos Leyes. Los maes­tros y compañeros de clase siempre nos dijeron que hacíamos una hermosa pareja. Cuando decidimos casarnos algunos amigos y familiares opinaron acerca de nuestro futuro: nos contaron sus experiencias personales favorables y otras no tanto; algunos apostaban que al paso de un año de casados se nos acabaría la luna de miel, otros que cuando llegaran los hijos se terminaría el encanto, una opinión más aseguró que cumplidos los diez años de matrimonio el síndrome del aburrimiento sería inevitable. Gracias a Dios hasta el momento no hemos padecido ningún tipo de sín­drome. Para nosotros ha sido una verdadera bendición contar con los consejos bíblicos en la construcción de un hogar. El versículo de esta mañana nos invita a gozar de nuestro cónyuge. Gozar es «tener gusto, complacencia y alegría de algo» (Diccionario de la Real Academia Española), es pasarlo bien. Gozar de nuestra pareja es mejor que criticarla, gritarle o discutir con ella. Como abogada, he visto que muchos pleitos familiares que se podrían resolver de una manera muy sencilla tienen que llegar a los tribunales. Los hombres y mujeres pensamos y sentimos muy diferente. La vida es tan fugaz que algún día no muy lejano recordaremos con nostalgia que no le son­reímos aquella vez, que no agradecimos aquel regalo, que aquella noche dormimos disgustados, que le negamos aquel beso o una caricia. Las descortesías que podemos tener hacia la persona que «amamos» son tantas que la hoja no alcanzaría para describirlas. Los fines para los que hemos sido hechos son tan excelsos y sublimes que únicamente con la ayuda de nuestro Creador aprenderemos a valorar cada minuto que no sabemos si será el último momento, por lo que no debemos olvidar alimentar diariamente nuestra relación de pareja, mirarla a los ojos, sonreír-nos, escucharnos, agregar a nuestro vocabulario palabras de amor y cortesía. Escribimos nuestra hermosa historia de amor para la eternidad. Dios nos ha bendecido y algún día daremos cuenta de ello, así que hemos decidido afianzarnos a nuestro Creador para lograrlo, porque «¡la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!» (Ecl. 4: 12). Decide hoy luchar por la paz de tu ho­gar a través de una actitud más amable hacia tu cónyuge.

Gabriela Carreña Calva
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

NO LO DESTAPES

Porque todo hombre es esclavo de aquello que lo ha dominado. Pedro 2: 19

Alguna vez escuchaste a alguien hablar de «destapar la caja de Pandora»? Es una frase que procede de la mitología griega, pero tiene una lección que se aplica a la gente de todas las épocas. A Pandora le dieron una caja y le advirtieron que no la abriera. Finalmente, su curiosidad pudo más que su sentido común. La abrió un poco, lo suficiente para ver lo que había dentro. Por la rendija salieron todos los males, de cualquier medida, forma y descripción. Aunque la caja de Pandora es solo una historia, ilustra lo que sucedió cuando Eva desobedeció a Dios. Su curiosidad por el fruto y su decisión de conocer el bien y el mal abrieron la espita a seis mil años de sufrimiento, dolor y remordimientos. La frase «la caja de Pandora» ha acabado por representar cualquier cosa que, potencialmente, pueda causar un gran daño. La pornografía, escritos o imágenes que degradan una persona de manera sexual, es una de las cajas más perjudiciales. Ha estado presente durante mucho tiempo. En el año 79 d.C, el monte Vesubio entró en erupción y enterró la ciudad italiana de Pompeya bajo las cenizas y la lava. Durante la excavación en el siglo XVIII, los arqueólogos descubrieron toda una sección de la ciudad que había sido dedicada a la pornografía. Pero en pleno siglo XXI, esta clase especial de mal no está confinada a un único lugar. Parece que está por todas partes. No es preciso que la busques, ella ya viene a ti, en particular si te pasas un tiempo en la computadora. Si nos mantenemos alejados del pecado, no podrá arrastrarnos. Pero si la curiosidad hace que echemos un vistazo a la caja de Pandora, seremos sus esclavos. Ser libre no es poder hacer lo que te apetezca. Ser libre es poder hacer lo correcto. Mantener tapada la pornografía te ahorrará mil y un remordimientos

Tomado de la Matutina El vieja Increíble.

FORASTEROS EN ESTA TIERRA

Forastero soy yo en la tierra; no encubras de mí tus mandamientos. Salmo 119:19.

Cuando repetimos las palabras del salmista «Forastero soy yo en la tierra», confesamos que no vivimos aquí, que esta tierra no es nuestro lugar de residencia permanente, que no queremos establecernos aquí, que únicamente estamos de paso, que somos peregrinos. El ejemplo típico del peregrino creyente lo tenemos en los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob: «Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y saludando y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra» (Heb. 11: 13).
La verdadera patria del cristiano está en el cielo, como dice Pablo: «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Fil. 3: 20). Por eso nuestro versículo de hoy dice que el salmista se sentía «forastero en la tierra». Es decir, era, y se sentía, diferente. No vivía de acuerdo con el mundo. Marchaba el ritmo del "tambor" de Dios. Esta es una confesión de fe y consagración completas, pues nuestro gran peligro es que nos asentemos en este mundo y aprendamos sus costumbres, sus métodos y su estilo de vida.
El gran peligro, y la gran tragedia, es que los cristianos dejen de ser peregrinos y se acomoden en el mundo, que ya no haya ninguna diferencia entre ellos, que son ciudadanos del reino de Dios, y la gente que es ciudadana del mundo. La tragedia se consuma cuando llegan a «amar al mundo». Por eso advirtió Juan: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está él» (1 Juan 2: 15). Es la gran tragedia de los cristianos de todos los tiempos: Amar al mundo y las cosas que están en el mundo.
Sería bueno analizarnos a nosotros mismos. ¿Será que amamos al mundo más que a Dios? ¿Qué es amar al mundo? O, mejor, hagámonos las preguntas opuestas: ¿Qué significa amar a Dios? ¿Qué significa ser forastero? Ni el espacio ni el tiempo alcanzan para meditar todo lo que podríamos meditar, ni para consignar todas las conclusiones que saquemos. La respuesta a estas preguntas corresponde a la esfera íntima y personal. Solo tú puedes saber si amas al mundo y si eres enemigo de Dios. Solo yo puedo saber si soy un peregrino, un forastero, al estilo de Abraham, Isaac, Jacob y David.
No descartamos los peligros de la peregrinación, por supuesto. Recuerda que Dios te explicará a su debido tiempo las injusticias que padeciste en tu peregrinación. Entretanto, te da fortaleza para cada día, y paciencia en el sufrimiento.

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.