jueves, 26 de julio de 2012

PUEDO VER A TRAVÉS DE TI


«El aspecto de las ruedas y su estructura era semejante al color del crisólito. Las cuatro tenían un mismo aspecto; su apariencia y su estructura eran como una rueda metida en otra» (Ezequiel 1:16, RV95).

¿No es un hermoso día? Hace un sol radiante. Y aquí estamos, caminando por un bonito sendero y contemplando el paisaje. ¡Espera! Mira esa hermosa piedra que está en medio del camino frente a nosotros. Casi la pisamos. Es verde y transparente. Yo sé qué clase de piedra es: es un crisólito. El crisólito es una piedra muy hermosa de color verde oliva, aunque no siempre es transparente como la que acabamos de encontrar.  A veces hay otros materiales dentro de ella y a veces está agrietada por dentro. Estas cosas ocurrieron cuando el crisólito se formó hace muchos años atrás.
Jesús quiere que seamos claros como el cristal, al igual que la piedra que encontramos hoy. Él quiere que nuestras vidas sean limpias y puras, transparentes ante los demás. Eso significa que debemos ser siempre sinceros y decir la verdad.  Y eso solo podemos lograrlo cuando fijamos nuestros ojos en Jesús, como dijimos ayer Deja que Jesús te modele hoy a su imagen y seas un cristiano transparente para él.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ARRAIGADAS EN SU FORTALEZA


Hermanos míos, gozaos profundamente cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna (Santiago 1:2-4).

Hace aproximadamente dos años tuve una experiencia muy especial. Aprendí mediante esta experiencia que para Dios no hay nada imposible. En aquel tiempo todo era sombrío y sin esperanza para mí. En el momento más angustioso, y cuando mi fe se encontraba más débil, pude ver la mano de Dios dirigiéndolo todo de una forma milagrosa. Aquella prueba me ayudó a conocerme y a evaluarme mejor. Pensé que si en el futuro me tocaba pasar por una prueba similar, no tendría mayores problemas con mi fe. ¡Cuán equivocada estaba, ya que me sucedió lo mismo que al pueblo de Israel! Más adelante, el Señor me hizo atravesar de nuevo por circunstancias parecidas, poniendo a prueba una vez más, mi confianza y fe en él.
Desearía poder decir que pasé la prueba, y que mis raíces estuvieron entrelazadas profundamente con las de Jesús, como las raíces de las secuoyas mencionadas en el día de ayer; pero no fue así. No obstante, aunque mi fe flaqueó, el Señor obró de nuevo de una forma milagrosa y perfecta en mi vida, y en su paciencia inagotable abrió las aguas del Mar Rojo cuando menos lo esperaba.
Amiga, cuan frágiles somos los seres humanos y con qué facilidad caemos si no estamos aferrados a Cristo. Le conozco que en el futuro podría ser probada de manera similar. Necesitamos mantenernos en guardia pensando en la experiencia del pueblo de Israel, y en la necesidad de que nuestras raíces espirituales se entrelacen con las de Jesús.
En una ocasión Jesús le dijo a una mujer pecadora «¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ni yo te condeno, vete y no peques más» (Juan 8:11).  El Señor nos dice lo mismo hoy. ¡Esto es maravilloso! No conozco a nadie que ofrezca ese tipo de perdón; la oportunidad de comenzar de nuevo. Consideremos nuestras caídas como lecciones que fortalecen y perfeccionan el carácter y estemos dispuestas a aprender de ellas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Alma Arana

«AQUÍ ESTOY»


Aquí me tienen [...] si he oprimido o maltratado a alguno, o si me he dejado sobornan pueden acusarme ante el Señor y ante el rey que él ha escogido, y yo pagaré lo que deba. 1 Samuel 12: 3

Si Dios te hablara en forma directa, ¿podrías reconocer su voz? ¿Cómo sabrías que es Dios quien te habla? ¿Y qué dirías? Esta experiencia la vivió Samuel, el profeta bíblico, cuando apenas era un jovencito y se preparaba, bajo la dirección del sacerdote Eli, para servir al Señor.
El problema que enfrentó Samuel era doble. Por un lado, él nunca había escuchado la voz de Dios. Por lo tanto, no podía identificarla. Por el otro, la Escritura dice que «en aquella época era muy raro que el Señor comunicara a alguien un mensaje» (1 Sam. 3:1). Pero una noche, mientras dormía en su habitación del templo, Dios lo llamó por su nombre: «¡Samuel!». Creyendo que era Eli quien lo llamaba, corrió hasta la habitación del sacerdote.
Tres veces llamó el Señor a Samuel y tres veces el joven corrió hasta donde se encontraba el anciano. Entonces Eli entendió que Dios tenía un mensaje para el jovencito. Esa noche, cuando Dios estuvo listo para hablar, Samuel estuvo listo para escuchar. A partir de ese momento, comenzó una linda amistad que duraría muchos años. Cuando desde el cielo Dios lo llamaba: «¡Samuel!», dondequiera que estaba, Samuel respondía: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».
¡Qué privilegio el de Samuel! ¡Toda una vida de amistad con Dios! Como producto de esa amistad surgió uno de los líderes más grandes del pueblo hebreo. Un líder tan íntegro, que cuando ya era anciano, en su discurso de despedida pudo decir al pueblo: «Aquí estoy. Si en algo he actuado mal, díganmelo ahora». Nadie pudo decir nada en su contra. ¡Qué vida tan destacada! Yo no sé si podría hacer lo mismo. ¿Podrías tú?
Si el Señor te llamara por nombre ahora mismo, como llamó a Samuel, ¿podrías responder: «Habla, Señor, que tu siervo escucha»? No importa la edad que tengas, este es un buen momento para dar inicio a una linda amistad con Dios. Una amistad que dure para toda la vida.
Señor, ayúdame a distinguir tu voz entre tantas otras voces. Y dame poder para obedecerla, no importa el precio que tenga

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ACCIONES, NO PALABRAS


«No todo el que me dice: "¡Señor, Señor!", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7:21).

En su palabra, el Señor nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir una vida de obediencia hacia él. Pero tenemos que leer y buscar la verdad por nosotros mismos. Y luego hay que aplicarlo a nuestra vida; es decir, es preciso que obedezcamos y vivamos según los principios que hayamos encontrado.
Charles Swindoll presenta la siguiente ilustración hipotética: Imagínese, por ejemplo, que trabaja para una empresa cuyo presidente necesita salir del país y pasar una larga temporada en el extranjero. Por ese motivo, a usted y otros empleados de confianza los reúne y les dice:
—Me marcho. Mientras esté fuera quiero que le dediquen mucha atención al negocio. Mientras esté ausente, ustedes se encargarán de la dirección. Recibirán noticias mías con regularidad y les daré instrucciones al respecto de lo que tienen que hacer hasta que regrese.
Todos están de acuerdo. El empresario se va y no regresa hasta al cabo de dos años. Durante ese tiempo, escribe con frecuencia y comunica sus deseos y preocupaciones. Finalmente, regresa. Se acerca a la puerta principal de la empresa y descubre que todo está hecho un desastre: los jardines están llenos de maleza, las ventanas de la fachada están rotas, el recepcionista duerme una siesta, en algunas oficinas se escucha música a un volumen excesivo, dos o tres personas juegan a las cartas en el comedor... En lugar de obtener beneficios, el negocio ha sufrido pérdidas considerables. Sin vacilar, los reúne a todos y, frunciendo el ceño, pregunta: 
—¿Qué sucedió? ¿No recibieron mis cartas? 
Usted responde:
—Por supuesto que sí. Recibimos todas sus cartas. Incluso llegamos a encuadernarlas. Algunos hasta nos las hemos aprendido de memoria. De hecho, cada sábado tenemos «estudio de las cartas». ¿Sabe?, ¡son realmente estupendas! Entonces probablemente el presidente pregunte: 
—¿Pero qué hicieron con las instrucciones que les di? Con toda seguridad, los empleados responderían:
—Hacer, lo que se dice hacer... no hicimos nada. Eso sí, nos las leímos todas. Y aquí se acaba la ilustración.
Usted sabe quién es el «Presidente». Además, estoy seguro de que también tiene el libro de sus «cartas». Pero además de leer las cartas tenemos que hacer lo que dicen.  La Escuela Sabática tiene que ser algo más que un mero «estudio de las cartas»; es preciso que sigamos las instrucciones del «Presidente».  Basado en Lucas 6:46

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill