sábado, 5 de noviembre de 2011

UN BUEN NOMBRE

Y te será puesto un nombre nuevo, que la boca de Jehová pondrá. (Isaías 62:2).

La muchedumbre entusiasmada aclamaba al recién elegido nuevo presidente de los Estados Unidos de América. Las campanas de las iglesias emitían sonidos de triunfo y los cañones anunciaban la victoria. George Washington hacía su entrada triunfal en la ciudad de Nueva York el 30 de abril de 1789, montado sobre un enorme caballo, vestido con su característico traje marrón y llevando su brillante espada a un costado. Entre la muchedumbre que lo aclamaba en aquella ocasión se encontraba un niño, a quien le habían puesto el nombre de Washington Irving en honor a tan famoso comandante a quien ahora podía contemplar tan de cerca.
En una oportunidad, este niño logró acercarse al gran libertador, y la nana que lo acompañaba le comunicó a Washington que el pequeño llevaba su nombre en honor a él. El comándame sonrió amablemente y, mientras acariciaba la cabeza del niño, le dijo: «Me da mucho gusto conocerte. Espero que seas siempre un buen niño y que cuando crezcas te conviertas también en un buen hombre. Dios te bendiga».
Esas palabras quedaron grabadas en la mente impresionable de aquel niño, que años más tarde se convirtió en un gran escritor. Escribió las biografías de George Washington. John Jacob Astor, Cristóbal Colón, Oliver Goldsmith y del capitán Bonneville. Recordando aquellas palabras pronunciadas por George Washington decidió honrar el nombre que llevaba y sirvió a su país como embajador en España e Inglaterra.
El día en que Cristo entró triunfante en tu vida, tu nombre fue cambiado por el de «cristiano». Al igual que hizo Washington con aquel pequeño, Cristo te miró y con amor profundo te mostró lo que significa llevar su nombre. ¿Qué estás haciendo para honrar el nombre de Cristo? Profesar el cristianismo de palabra no tiene valor; lo que se espera de nosotros, que llevamos su nombre, es que pasemos del dicho al hecho y honremos el nombre de Cristo con nuestra influencia para el bien.
«A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos» (Mat. 10: 32).

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

NO DEBEMOS JUZGAR

No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. Mateo 7:1, 2.

Si en la iglesia hay personas que cometen pecados a sabiendas, ¿por qué tengo que asistir a esa iglesia?" "¿Es necesario ir a la iglesia, cuando se conoce que hay gente hipócrita?" Escuchaba a menudo preguntas como estas de labios de los alumnos del colegio donde me tocó trabajar, y notaba en ellos que de alguna manera estaban buscando una razón para dejar de asistir los sábados al templo.
Tengo que admitir que en cierta medida ellos tenían razón. A la iglesia asisten personas que cometen pecados voluntarios y a sabiendas, personas que tienen una doble personalidad, que sirven a Dios y a su enemigo; personas que pretenden ganar el cielo solo por asistir a un templo, cuando su vida espiritual está muy lejos del modelo divino que Dios dejó en su Palabra. La parábola del trigo y la cizaña dejó en claro que en el mismo campo habrá dos tipos distintos de "plantas". La presencia de cizaña no debe ser la razón para que nosotros dejemos de congregarnos en la iglesia.
Por otro lado, ¿cómo sabemos que otras personas son falsas o hipócritas? ¿Tenemos nosotros el derecho de juzgar el corazón y las intenciones de otros?
En general, a las personas no les gusta que se las juzgue o se las critique, y la Biblia apoya este sentimiento. Los labios de Jesús dijeron: "No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido". Es decir, quienes vamos a la iglesia no tenemos derecho a juzgar a los demás, ya que esa misma medida usará Dios para juzgarnos a nosotros. Además, Santiago agrega otras razones por las cuales no debemos juzgar. "Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?" (Sant. 4:11, 12).
Por lo tanto, al asistir a la iglesia cada sábado, recuerda esto: No importa quienes vayan o porqué lo hacen, tu asistencia tiene que ser por amor a Jesús y para encontrarte sábado a sábado con él.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

TOMA TU CRUZ

Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Marcos 8:34.

Qué significa tomar la cruz? ¿A qué cruz se refiere el Maestro? En el caso del joven rico, por ejemplo, mucha gente piensa que la cruz es la pobreza: el joven "tendría" que renunciar al dinero y hacerse pobre, para seguir a Jesús. Es una buena deducción, pero no es correcta. Tener dinero nunca fue problema para seguir a Jesús.
Hoy, Jesús no pide a nadie que renuncie a su dinero, o a su profesión o a su familia, para seguirlo. La expresión "Tome su cruz" está explicada por la frase anterior, y que dice: "Niéguese a sí mismo". Negarse a sí mismo no es fácil; tomar la cruz, de alguna forma, puede serlo. Negarse a sí mismo es despojarse del deseo de hacer las cosas como a uno le parece; es volverse un hombre de Dios; aprender a depender de él, a ser humilde, manso, a guiar a las personas por el poder del amor, y no por el poder de la fuerza.
Para que eso sea una realidad, es necesario levantarse temprano y deponer el alma a los pies de Cristo. No se trata solo de un discurso bonito: no es asunto solo de palabras, sino de vida.
Tú puedes decir muchas cosas bonitas, pero si la dependencia de Dios, en tu vida, es solo teórica, se notará en el momento en que la crisis aparezca. Porque, entonces, "en el nombre de Dios" querrás hacer las cosas como tú quieres. Y, de tanto usar la expresión "en el nombre de Dios", pasarás a creer que realmente estás haciéndolo en el nombre de Dios, cuando lo estás haciendo, en realidad, en tu propio nombre.
El versículo de hoy empieza relatando que Jesús llamó a las personas y a sus discípulos. Quiere decir que este consejo se aplica a todos los seres humanos; sirve para todas las circunstancias, a pesar de las culturas, los países, las razas o el tipo de actividad que se realice.
Haz de este día un día de servicio, en tu vida. Pregúntate en qué puedes mejorar; en qué necesitas crecer; qué tienes que pulir y dónde necesitas que Dios trabaje en ti. Recuerda que la vida cristiana involucra crecimiento, y que el crecimiento es un proceso que demanda tiempo. Ten paciencia contigo, pero no te quedes parado en el mismo lugar: lo que lograste hasta hoy está bien para hoy, pero ya no estará bien para mañana; mañana será otro día, y debes haber crecido.
No salgas, para tus actividades hoy, sin recordar: "Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón