lunes, 26 de septiembre de 2011

EL PODER DEL LENGUAJE

Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. (Gènesis 11:1)

Existen muchas y muy variadas formas en que el ser humano puede transmitir sus pensamientos y sentimientos. La lengua es un medio de comunicación formado por fonemas, morfemas, palabras, frases y oraciones que siguen determinadas reglas. En el mundo actual existen múltiples lenguas, cada una con sus características distintivas, de las cuales echarnos mano para comunicarnos entre nosotros. Todas las lenguas, incluso aquellas cuyos signos no son orales sino gestuales, resultan de suma importancia para las relaciones humanas. Una sonrisa franca transmite un mensaje muy distinto al de un gesto de hipocresía. Una mirada puede comunicar aprobación, rechazo, odio o amor.

No solo la falta de comunicación puede estropear las relaciones humanas, a veces también el uso del lenguaje puede ser un obstáculo para la comunicación. El proyecto que emprendieron los descendientes de Noé era un desafío sumamente complicado, casi imposible de lograr. Sin embargo, Dios vio que estaban dispuestos a llevarlo a cabo hasta el final, pues como él mismo dijo: «Han comenzado la obra y nada los hará desistir de lo que han pensado hacer" (Gen. 11:6). La obra de edificar una torre que alcanzara hasta el cielo requería destreza, habilidad, buenos materiales de construcción, fuerza de trabajo, mucho ingenio y voluntad, pero sobre todo una excelente comunicación. Dios solo tuvo que contundir la lengua de los trabajadores para que todo se viniera abajo. Sin comunicación no se pudo llegar a buen término.

¿Te dice algo esto? Para que puedas construir eficazmente tu vida necesitarás más que ropa, un carro, un título universitario, una casa o bienes materiales. Te hará falta un lenguaje apropiado, una comunicación abierta y sincera con los que te rodean, cargada de misericordia y de amor. Ese es el combustible que te hará transitar felizmente por las avenidas sociales en las que te desenvuelves. A veces no le damos a la comunicación la importancia que tiene, porque confundimos la confianza y la cotidianidad con el descuido y la vulgaridad.

No dejes que tu hogar se desplome por falta de comunicación. Recuerda que el lenguaje, del amor hace posibles las empresas más difíciles.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

ORAR MAL

Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. Santiago 4:3.

Mientras enseñaba en mi clase algunos aspectos de la oración, un alumno preguntó con un aire de incredulidad e ironía: "¿Qué pasa si le pido a Dios ahora mismo que me regale una moto Harley Davidsori*. ¿Va a aparecer una moto?" Como era un grupo de jóvenes maduros, la pregunta causó gracia, y algunos compañeros dieron una respuesta bíblica para responder por qué Dios no haría ese "acto de magia".
Cuando Santiago les escribió a los creyentes cristianos de sus tiempos, conocía la problemática que estaban viviendo. Por eso aborda en su carta el tema de la fe y las obras, de las malas palabras y del tipo de oraciones que elevaban el corazón. Santiago les señaló su error cuando dijo: "Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites". En otras palabras, sus oraciones no tenían la respuesta divina que deseaban porque oraban mal.
¿Cuál era el error en sus oraciones? Sus pedidos tenían el objeto de satisfacer su ambición egoísta y sus gustos pecaminosos. Dios seguía estando en su trono de gracia, seguía escuchando con paciencia las plegarias de estos conversos, pero no podía responderles, porque de haberlo hecho hubiese acarreado mala reputación sobre la iglesia y sobre su nombre.
Dios es el Creador de toda la tierra, y para él deben ser la honra, el respeto, la alabanza y la adoración. Cualquier pedido de oración que no honre al Señor jamás será concedido. Porque lo que no honra a Dios alimenta nuestro egoísmo natural. Si el Señor te otorgara una moto, sin ahorro de por medio, sin esfuerzo y sacrificio, solo para satisfacer un pedido egoísta, no sería Dios sino un esclavo de los caprichos humanos.
Dios respondió las oraciones de Abraham, Jacob, Moisés, Josué, David, Salomón y de toda la iglesia cristiana primitiva, porque con la respuesta su nombre estaba siendo glorificado ante creyentes e incrédulos. Cuando Dios da la salud al que no la tiene, trabajo al desocupado y responde afirmativamente cada oración que sus hijos le hacen en este tiempo, la gloria y la honra deben ser para él.
Cuando te postres y eleves tus ruegos a Dios, reflexiona si la respuesta divina honra su nombre. Así te encontrarás lejos de cometer el error de los cristianos de fines del primer siglo.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

¿QUIÉN ES EL CULPABLE?

Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engaño y comí. Génesis 3:12,13.

Preso en el acto, por tráfico de drogas, Manuel lanza un discurso duro: "Yo soy fruto de la sociedad; soy el resultado de un mundo injusto, donde a las personas solo les importa ellas mismas. Yo soy lo que ustedes me llevaron a ser. No pude escoger, no tuve oportunidades: yo no tengo la culpa".
Su discurso era fuerte y elocuente. Este mundo es egoísta; cada día que pasa, las personas se preocupan más por ellas que por su prójimo. La venganza y el odio se sobreponen al amor y al perdón. Manuel parecía tener razón.
Vivimos en un mundo en que faltan oportunidades para los jóvenes. Cada año, más y más profesionales son lanzados a un mercado de trabajo cada día más exigente. Faltan oportunidades; falta el deseo de invertir en los jóvenes. Manuel parecía tener razón.
¿Cómo condenar a muchachos que nacen huérfanos; jóvenes que viven sin un modelo a ser seguido; sin un referente paterno? ¿Cómo condenar a un muchacho que, desde sus primeros años, vive la ley de la selva en plena metrópoli? ¿Cómo condenar a un muchacho que mata, para no morir? Manuel, ¡parece que tienes la razón!
Solo que Manuel es un muchacho de clase media, en una de las ciudades más grandes del mundo. Segundo hijo de un hogar bien estructurado, siempre tuvo todo en casa: estudió en buenas escuelas; viajaba durante las vacaciones; usaba buenas ropas; frecuentaba los mejores ambientes sociales; tenía un cuarto solo para él; desde niño, tuvo su propia computadora. Si alguien tuvo oportunidades en la vida; si alguien podría hacer la diferencia en la sociedad, ese sería Manuel. ¡Ah, Manuel! Parece que ya no tienes tanta razón.
El problema es que Manuel aprendió, desde pequeño, a colocar la culpa en los demás. El ser humano siempre fue así desde la entrada del pecado: "La mujer que me diste", excusó Adán; "La serpiente que creaste", adujo Eva.
La culpa nunca es nuestra; el responsable nunca soy yo. Ese estilo de vida trae, como resultado, infelicidad, rebeldía, dolor, frustración.
Hoy, en vez de decir, como Adán: "La mujer que me diste por compañera", di: "Señor, pequé. Por favor, ¿puedes perdonarme?".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón