miércoles, 12 de septiembre de 2012

¡QUÉ OREJAS TAN GRANDES TIENES!


«La madera de sus casas será arrancada, y en ellas se echarán los rebaños de ovejas y toda dase de animales salvajes. El búho y el erizo dormirán en lo alto de sus postes, y los cuervos graznarán en las ventanas y en los umbrales» (Sofonías 2:14).

Caminemos en silencio, es de noche y sería fantástico que pudiéramos ver un lechuzón orejudo. ¿Qué es eso?, te preguntarás. Bueno, se trata de una especie de búho con grandes orejas. Esta ave puede volar muy silenciosamente, buscar alguna vieja rata en la oscuridad y cazarla. ¿Cómo hace para encontrar una rata en la oscuridad? Bueno, te explico: el señor orejudo tiene una mirada muy aguda. De hecho, puede ver casi en absoluta oscuridad. Otra cosa que el señor orejudo tiene, obviamente, son unas grandes orejas. Con ellas, escucha atentamente y sabe cuándo se está moviendo algo entre la maleza.
Nosotros también podríamos ser como el lechuzón orejudo. Podríamos tener oídos grandes dispuestos a escuchar atentamente a los demás: a nuestros padres, nuestros amigos y nuestros maestros. Podríamos abrir los ojos un poco más para buscar a los que están en necesidad y ayudarlos de alguna manera. Son muchas las lecciones que podemos aprender del señor lechuzón orejudo. Desarrolla hoy tus ojos y tus oídos y comienza a ayudar a quienes lo necesitan.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

MI DIOS, NO ES UN DIOS DE CASUALIDADES


Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31:3.

Corría el año 1974 y yo acababa de terminar la preparatoria. Ni mis padres ni yo sabíamos si habría un futuro para mí, o por lo menos lo veíamos incierto. Mis padres eran personas maravillosas que día a día se esforzaban por sacarnos adelante. Mi madre fue una mujer sin igual. Soy la penúltima de nueve hermanos y debido a que nací con un mal congénito los médicos les dijeron a mis padres que a lo sumo llegaría a los cuatro años de vida. Sin embargo, para la fecha de mi graduación había vivido mucho más. Pero no comprendía por qué a mis diecisiete años tendría que morir, pues mi salud iba en franco deterioro. ¿Acaso no le bastaban a Dios tantos años de enfermedad y cirugías?
Un día, cuando prácticamente habíamos perdido toda esperanza, llegó a nuestra casa un joven, de quien más tarde supimos que era colportor. Él nos aseguró que había un lugar donde podrían hacer algo por mí: el Hospital la Carlota. Fue así como mi vida cambió. Mediante un gran esfuerzo económico estudié en la Universidad de Montemorelos y comencé a recibir atención médica en el hospital universitario.
A comienzos de mayo de 1975 mi salud se agravo y entré en estado de coma. Estuve en esa condición durante más de dos semanas. En la universidad se pidió que durante una semana se ayunara y orara por mi salud, pero el día 22 del mismo mes, los médicos avisaron a mi familia de que yo había fallecido y necesitaban saber si enviaban mi cuerpo al estado de Tabasco.
Mi padre decidió ese mismo día trasladarse a Montemorelos para recoger mi cadáver. Todo parecía haber terminado. Pero el Señor tenía otros planes para mí y los míos. Por eso, mi querida hermana, no debemos desfallecer aunque parezca que nuestro problema no tiene solución. El Dios a quien servimos es el Dios de lo imposible

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por María Teresa López 

LAS COSAS «EXTRAÑAS» DE DIOS


¿Qué más podremos decir? ¡Que si Dios está a nuestro favor; nadie podrá estar contra nosotros! Romanos 8:31.

A simple vista, la forma de actuar de Dios a veces parece extraña. Lo bueno es saber que solo lo «parece». Tomemos por ejemplo el momento cuando Dios, por medio de Gedeón, liberó a Israel del yugo de los madianitas.
Durante siete años los madianitas habían estado oprimiendo a Israel. Ese yugo de opresión era tan fuerte que los israelitas «se hicieron escondites en los cerros» (Jue. 6:2). Entonces Dios se propuso liberar a su pueblo, solo que decidió hacerlo de modo un tanto «extraño».
La primera «conducta extraña» de Dios se produjo después de que Gedeón, con mucha dificultad, lograra reunir 32,000 hombres. Pero el Señor consideró quien ese improvisado ejército había mucha gente, y redujo la tropa a trescientos soldados. ¡Más de un 99 por ciento! (ver Jue. 7: 1-7). ¡Vaya desafío el de Gedeón: 135,000 hombres contra trescientos (ver Jue. 8: 10)!
¿Por qué Dios actuó de esa manera? Porque entre los israelitas unos tenían miedo (Jue. 7:3) y otros, exceso de confianza (vers. 4-8). Pero allí no terminó el asunto. ¡Los trescientos soldados tenían que usar como armas de combate cuernos de carnero, cántaros vacíos y antorchas! (Jue. 7:16).
¿Cuál fue el resultado de esa batalla tan «desigual» ? Las Escrituras dicen que Gedeón y sus trescientos valientes, bajo la dirección del Generalísimo del cielo, destruyeron a los madianitas, incluyendo a sus reyes.
¿Qué lecciones nos enseña este relato? Por lo menos dos. Cuando Dios está de nuestra parte, somos mayoría, aunque seamos trescientos contra 135,000. Si ahora mismo te parece que tus problemas o tus enemigos son muchos, recuerda: ¡Con Dios de tu parte, eres mayoría! 
La segunda lección es que el verdadero enemigo está dentro de nosotros. Precisamente por esta causa Dios ordenó a Gedeón que sacara del ejército a tantos hombres. A unos les faltaba confianza y a otros les sobraba. Los valientes que quedaron, vencieron con el poder del Dios de Israel.
Cuando tus problemas parezcan invencibles, recuerda que Dios está de tu parte. Aunque a veces su conducta te resulte «extraña», solamente confía, porque si Dios está contigo, ¿quién podrá contra ti?
Señor, ayúdame a creer que siempre estás conmigo, aunque a veces no entienda el porqué de algunas cosas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

HOMBRE RICO, HOMBRE POBRE


«Con arrogancia, el malo persigue al pobre; será atrapado en las trampas que ha preparado» (Salmo 10:2).

¿Recuerda a qué juegos jugaba de niño? El jugador que obtenía más puntos ganaba. Desde la niñez no se nos enseña a conseguir lo que podamos según nuestras fuerzas, sino a tomar de los demás lo que se pueda. Aprendemos a acumular, pero no a compartir. Por cierto, muchos nunca superan esa manera de pensar.
Parece como si hubiéramos olvidado lo que está escrito en Deuteronomio 8:18: «Acuérdate de Jehová, tu Dios, porque él es quien te da el poder para adquirir las riquezas, a fin de confirmar el pacto que juró a tus padres, como lo hace hoy». Dios ha confiado a todas y cada una de las personas ciertos talentos y recursos.  Incluso los pobres tienen algo para compartir: si no bienes materiales, una tierna disposición, la paciencia, la fe y la honradez. Por eso Dios exige que compartamos con los demás según lo que se nos ha dado.
En la naturaleza nada vive para sí. El árbol da sombra, el río proporciona agua, el sol da calor, la semilla da una cosecha. Únicamente el corazón del hombre es egoísta. Si miramos a nuestro alrededor, veremos muchas necesidades que podríamos ayudar a suplir. Dios espera que compartamos lo que nos dio.
¿Qué le dio el Señor susceptible de ser mejorado y compartido con los demás? Quizá no sea mucho, la cantidad no es importante. El hombre rico tenía la «obligación de usar esos dones para la elevación de la humanidad, era proporcional esa abundancia» (Palabras de vida del gran Maestro, cap. 21, p. 205). Al dar, no lo hacemos en nuestro propio nombre, sino en el de Jesús, quien dio su vida por nosotros.
Se cuenta la historia de un mendigo que, un día, estando Alejandro Magno de camino, le pidió una limosna. El hombre era pobre y miserable, por lo que no tenía derecho a pedir nada. Sin embargo, el emperador le arrojó varias monedas de oro. Un cortesano quedó atónito ante tanta generosidad y comentó:
—Señor, unas monedas de cobre habrían sido adecuadas para suplir las necesidades del mendigo. ¿Por qué le diste oro?
A lo que Alejandro respondió de manera mayestática:
—Las monedas de cobre habrían sido adecuadas para las necesidades del mendigo, pero las de oro son adecuadas a la generosidad de Alejandro.
Como hijos del Rey celestial, tenemos el privilegio de dar con la generosidad de un rey. «Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con In misma medida con que medís, os volverán a medir» (Luc. 6:38). Basado en Lucas 16:19-31.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

LO QUE HACE EL AMOR PARA LIMPIAR LA HABITACIÓN


El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Corintios 13:8).

Vayamos a la verdadera cuestión. El amor conoce la habitación del menosprecio y no niega que existe. Sin embargo, elige no vivir en ella. Debes tomar la determinación de dejar de correr a esta habitación y pasar tiempo allí luego de cada incidente frustrante en tu relación. No te hace bien y consume la alegría de tu matrimonio.
El amor decide creer lo mejor de las personas. Les da el beneficio de la duda. Se niega a completar lo que no sabe con suposiciones negativas. Y cuando nuestros mayores temores prueban ser verdad, el amor hace todo lo posible por enfrentarlos y seguir adelante. El amor se concentra en las cosas positivas lo más que puede.
Es hora de comenzar a pensar de otra manera, de dejar que el amor guíe tus pensamientos. La única razón por la que deberías echar un vistazo a la habitación del menosprecio es para saber cómo orar por tu cónyuge. Y la única razón por la cual deberías entrar en esta habitación es para escribir "CUBIERTO POR AMOR" con letras inmensas en las paredes.
Es hora de que pases a la habitación del reconocimiento, te instales y la transformes en tu hogar. Cuando elijas meditar en todo lo positivo, descubrirás que se podrían escribir muchas más cualidades maravillosas de carácter en estas paredes. Tu cónyuge es un libro vivo que puedes leer y leer. Hay sueños y esperanzas por cumplir. Hay talentos y habilidades que pueden ser descubiertos, como un tesoro escondido. Sin embargo, la elección de explorarlos comienza con una decisión de tu parte. Debes desarrollar el hábito de frenar tus pensamientos negativos y concentrarte en los atributos positivos de tu pareja. Es un paso crucial en el aprendizaje para guiar tu corazón a amar de verdad a tu cónyuge. Es una decisión que debes tomar, ya sea que tu cónyuge lo merezca o no.
Reflexión: Sé específico (a) con tu pedido a Dios hoy, tú sabes lo que más necesitas para arreglar este problema.
Ora a Dios para que a través de la sangre de nuestro Señor Jesucristo pueda limpiar todo lo que afecta tu relación matrimonial.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur.