sábado, 21 de enero de 2012

BOTA LA BASURA

«Porque si no dejas ir a mi pueblo, yo enviaré sobre ti, sobre tus siervos, sobre tu pueblo y sobre tus casas toda clase de moscas; las casas de los egipcios se llenarán de toda clase de moscas, y asimismo la tierra donde ellos estén» (Éxodo 8: 2 1, RV95).

¡Moscas! Otra repugnante plaga que estaba por todas partes en Egipto. El faraón estaba asqueado ¿Por qué las moscas nos dan tanto asco? ¿Son acaso tan feas? Bueno, yo no me atrevería a decir que son lindas, pero horribles tampoco son. Exploremos un poco el Egipto infestado de moscas para averiguar qué está ocurriendo.
¡Oh no! La gente se está enfermando. ¿Por qué? Porque las moscas se paran en la basura y transportan enfermedades a dondequiera que van. Por eso es que las moscas son consideradas tan peligrosas.
¿Sabías que algunas personas se parecen a las moscas? Buscan la basura y los errores de los demás, salen volando, aterrizan donde puedan y comienzan a esparcir los chismes a todos los que se atraviesan en su camino. ¡Qué asco! Lo mejor que podemos hacer es buscar las cosas buenas de cada persona, y no las malas. Una vez que hayamos identificado esas cosas buenas, contémoselas a los demás. Ya eso no sería chisme, sino buenas noticias.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

SERVIR ES UN DON DE LOS ALTO.

Entonces María dijo: «Aquí está la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra» (Lucas 1:38).

Es emocionante observar a través de las Escrituras el servicio prestado por numerosas mujeres y hombres, y meditar en la obra realizada por nuestro amado Jesús. Él dijo: «No he venido para ser servido, sino para servir» (ver Marcos 10: 45).
Servir es un don que viene de lo alto y por esa razón deberíamos hacerlo parte de nuestras vidas. Mi querida hermana, el Señor nos ha llamado a servir, no importa a quién, ni dónde, ni cómo; él únicamente nos pide que sirvamos y ayudemos a los demás.
Recuerdo una ocasión en la que el Señor me llamó directamente a servir a través de un acto de amor. Fue una gran oportunidad que el Dios del cielo me ofreció. Se trataba de una niña que necesitada un hogar. Al enterarme de ese caso no supe qué decir, pero oré: «Querido Señor, tú dices que he sido llamada a amar y a servir, y creo que esta es la oportunidad para hacerlo».
Aquella niña presentaba un delicado cuadro de salud y a la vez necesitaba muchísimo cariño. Tras comentarlo con mi esposo, decidí que me haría cargo de ella. A los pocos días fuimos a buscarla y la llevamos a casa. De inmediato la pusimos bajo el cuidado de un médico y comí y comenzamos como familia a hacer todo lo necesario para su recuperación.
Han pasado varios años y en la actualidad ella es una chica sana, inteligente y educada. Cuando le preguntan cómo es su vida ella responde: «Soy muy feliz porque tengo un papá, una mamá y un hermanito que me aman y me cuidan». Lo mejor de todo es que ha aportado a nuestras vidas mucha felicidad y amor.
Amiga, el servicio es una muestra del amor de Dios y eso es algo maravilloso. Tú y yo hemos nacido para eso. Tal vez no veas los resultados, ni una recompensa, en forma inmediata, pero ten siempre presente que el amar a los demás les estarás mostrando el rostro de Dios. No temas ayudar a alguien que lo necesite, Dios siempre estará a tu lado para ayudarle y recompensarte si así lo haces. Recuerda que amar, ayudar y ofrecer nuestro servicio es algo que viene de Dios.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Daisy Medina de González, enfermera.

DIOS HA DICHO: «¡NO!»

La bendición del Señor es riqueza que no trae dolores consigo. Proverbios 10:22

Heredó un reino unido. No tuvo que enfrentar ejércitos enemigos. Era de corazón tierno y compasivo. Y cuando pudo pedir que Dios le diera riqueza, prefino pedir sabiduría. ¿De quién estamos hablando? Por supuesto, de Salomón.
Pocos gobernantes comenzaron su reinado con tantas ventajas. ¡Pocos prometían tanto! Pero entonces Salomón se aventuró en terreno prohibido. Se casó con la hija del faraón de Egipto (ver 1 Rey. 3:1), y las consecuencias no pudieron ser más desastrosas. Claro, sus intenciones eran «buenas». En términos políticos, ese matrimonio fortaleció las relaciones diplomáticas de su reino. Más aún, la muchacha «se convirtió» a la religión hebrea. Hasta «participaba con él en el culto del verdadero Dios» (Profetas y reyes, p. 34).
Es así que, desde el punto de vista humano, la decisión de Salomón parecía incuestionable. Pero no lo era. Había un «problemita»: contrariaba abiertamente un mandato de Dios (ver Éxo. 34:16; Deut. 7:3). Si Dios dice que la luz y las tinieblas no armonizan, ¿puede lograr algún ser humano que armonicen? Es verdad que Salomón era muy sabio, pero ningún ser humano puede ignorar abiertamente una prohibición divina y luego sentarse a esperar la bendición de Dios.
El caso es que esa alianza fue seguida por otra, y otra y otra. Y por otro, y otro y otro matrimonio. Cada alianza le reportaba a Salomón fortaleza política, riqueza y honores, pero también lo alejaba gradualmente de Dios, hasta que finalmente perdió de vista la fuente de su sabiduría y de su gloria.
¿A cuántas de sus setecientas esposas y de sus trescientas concubinas logró Salomón convertir a su religión? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que "sus mujeres hicieron que su corazón se desviara hacia otros dioses» (1 Rey. 11: 4). El que había sido «el gobernante más sabio y más misericordioso, degeneró en un tirano» (Ibíd., p. 36), cuya mayor preocupación parecía ser agradar a sus mujeres más que a Dios.
¿Y cuál es «el fin del discurso»? No tratar de ser más sabios que Dios. Al escoger a tu futuro cónyuge, no intentes unir la luz con las tinieblas. Dios ha dicho que no pueden tener comunión.
Ayúdame, Señor, para no unir lo que tú has separado; después de casarme, para no separar lo que tú has unido.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

UN HAMBRE DISTINTA

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mateo 5:6).

Soy del tipo de personas a las que nos gusta hacer trabajos de reparación en casa. Me gusta pintar, hacer reparaciones de carpintería y todo lo que tenga que ver con el mantenimiento en general. La fachada de nuestra casa está recubierta de madera. Debido a que después de algunos años en Florida la madera empieza a pudrirse y hay que cambiarla, he tenido que aprender a hacer esa tarea. También me defiendo bastante bien en reparaciones eléctricas y de fontanería. Sin embargo, cuando no sé hacer una tarea específica, contrato a un especialista que, seguro, hará un buen trabajo.
A veces, mi automóvil, que ya tiene quince años, me da problemas. Como no sé casi nada de mecánica, no tengo más remedio que llevarlo a un taller. La cuestión es que, aunque hay cosas que se pueden dejar en manos de otros, algunas solo puede hacerlas uno mismo; por ejemplo, comer y respirar.
Recuerdo que, cuando era niño, le decía a mi mamá: «Tengo hambre. ¿Cuándo comemos?». Por cierto, ahora que lo pienso, también se lo digo a mi esposa... No hay nada malo en tener hambre, porque si no saciáramos el hambre y la sed acabaríamos por morir.
Decir: «Bienaventurados los que tienen hambre de la buena comida y sed de agua limpia para mantener la salud del cuerpo» sería correcto. Pero Jesús nos dice que son aún más bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia.
Que tengamos hambre y sed de justicia significa que ansiamos ser liberados del pecado. En primer lugar, porque el pecado nos separa de Dios. «Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios y vuestros pecados han un hecho que oculte de vosotros su rostro para no oíros» (Isa. 59: 2). El que tiene hambre y sed de justicia quiere ser libre no solo del pecado, sino incluso del deseo de pecar.
Hoy lo invito a hacer algo. Cuando se siente a comer y pida la bendición de los alimentos, al mismo tiempo pídale a Dios que despierte en usted el hambre y la sed de ser como él. (Basado en Mateo 5: 6).

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill