martes, 14 de junio de 2011

UNA MUJER VENCEDORA

Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Deberá, profetisa (Jueces 4:4)
En una sociedad donde la mujer estaba ausente de la esfera pública, Dios tuvo a bien llamar a una para levantar el estandarte de la verdad ante un pueblo gobernado por un rey débil. En la Biblia leemos que Débora «envió a llamar a Barac [...] y le dijo: "¿No te ha mandado Jehová, Dios de Israel, diciendo 'Ve, junta a tu gente en el monte Tabor y toma contigo diez mil hombres [... ] Yo atraeré hacia ti, hasta el arroyo Cisón, a Sisara, capitán del ejército de Jabín [...], y lo entregaré en tus manos"'?» (Juec. 4: 6, 7).
Nuestro Creador no quiere que nos escondamos bajo la frágil excusa de la feminidad para evadir nuestra responsabilidad como hijas de Dios. Tampoco quiere que nos convirtamos en cabeza, rebajando así la posición que él mismo le otorgó al varón, sino que, con inmenso amor, sabiduría, tacto y cortesía, protejamos su corazón como lo hace la costilla con que fuimos formadas.
A veces nos desalentamos porque nuestra labor como amas de casa parece insignificante. Sin embargo, podemos tomar tuerzas al notar que Dios nos llama para que hagamos una obra en medio de nuestras tareas cotidianas. Cuando oramos con nuestros hijos, cuando decimos una palabra de aliento a nuestro abatido esposo o cuando cantamos un himno de agradecimiento, estamos levantando un estandarte de victoria contra el ejército del maligno que trata de desalentar y destruir.
Si logras devolver bien por mal, si sabes afrontar las luchas de la vida y te vistes con la armadura de Dios, te convertirás en un estandarte del triunfo de la cruz. Entonces, así como antaño, la salvación entrará a tu casa a través de tu unión con Cristo, el cual te asegura la victoria.
Atrévete a ser ese tipo de mujer que no se deja vencer ni por el viento más recio, sino que profundiza sus raíces en la fuente de la vida. Sé la mujer que Dios puede usar para levantar, no para hundir; para triunfar, no para lamentar derrotas. Sé esa mujer que muy pronto será coronada con la más grandiosa victoria.
Tu mayor victoria como mujer es caminar junto a tu Salvador.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

PERSPECTIVA HUMANA Y PERSPECTIVA DIVINA

Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara. Deuteronomio 34:10.

Desde antes de su nacimiento, Moisés fue elegido por Dios como libertador de Israel. Su milagroso cuidado mientras fue un bebé, su permanencia en el río en una canasta, su adopción por la princesa de Egipto, la enseñanza del Dios de su pueblo en su hogar, y su posterior educación civil y militar en la corte egipcia, parecían indicar que el camino de Moisés lo conduciría a la grandeza.
Pero esas fueron las suposiciones y los medios humanos, porque la sapiencia divina le tenía preparado un curso educativo que iba a hacer de Moisés el hombre más manso de la tierra. Esa educación no sería provista por una universidad o la corte real, sino por el exilio en un desierto.
A causa de un error humano, Moisés debió alejarse de la corte que tantas comodidades le había brindado, y huyó a tierra de Madián para vivir como pastor de ovejas. Durante cuarenta años en la soledad del desierto aprendió a confiar en Dios y a ser su amigo. En esos años de cuidado paternal de su rebaño, el Señor lo fue capacitando para pastorear a los hijos de su pueblo. Y cuando Moisés ya se había olvidado del destino que soñara, Dios lo llamó para que lo cumpliera.
Alguien podría argumentar, ¿hacía falta que Dios llamara a un hombre que casi no sabía hablar, para que condujera a todo un pueblo? ¿Fue necesario que pasara cuarenta años en el desierto para capacitarse en el liderazgo? ¿Por qué no lo utilizó Dios después de haber terminado su preparación en la corte? Podríamos especular sobre las respuestas, pero lo que sabemos con seguridad es que Dios vio que Moisés estaba preparado para cumplir su misión a los ochenta años. Cuando la perspectiva humana lo hubiera jubilado, la perspectiva divina le dio una gran tarea.
¿Cumplió Moisés su misión? Sin lugar a dudas fue un líder exitoso y, a su muerte, se dijo de él: "Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel" (Deut. 34:10-12).
Es posible que en tu preparación profesional también tengas una perspectiva humana de tu vida. Somete tus planes a Dios y déjate llevar por su providencia, y triunfarás en todo lo que emprendas.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

CLAMARON

De este modo empobrecía Israel en gran manera por causa de Madián; y los hijos de Israel clamaron a Jehová. Jueces 6:6.

A costada en la cama de un hospital, Hermelinda trata de cobrar consciencia de lo que sucedió; por más que se esfuerza, no puede recordar. Sabe que un camión cruzó la calle con luz roja, y la atropello. Pero, lo único que llega a su mente es el grotesco chirrido de los neumáticos, aferrándose inútilmente al pavimento. Eso, y la visión de unos desesperados ojos negros en la vereda, mirándola como si adivinaran sus más íntimos temores. Después, todo se volvió oscuro... y despertó en el hospital, rodeada de paredes verdes y techo blanco.
La verdadera tragedia vino después, cuando el médico le dijo que necesitaba hacerle una serie de exámenes, para determinar con seguridad lo que le había pasado. Hermelinda tembló, de cabeza a cintura; los pies, ya no los sintió. Tuvo la impresión de que se los habían arrancado.
Algunos días después, vino el veredicto: había sufrido una lesión irreversible en la columna vertebral, y estaba condenada a una silla de ruedas para el resto de la vida.
La joven alta, delgada y de cabellos largos no lloró; no en público. Pero, a solas, derramó su alma al Señor. Pasó horas clamando a Dios. Aceptaba su situación, pero creía que Dios era un Dios que no conoce la palabra imposible.
Una noche, oró hasta la madrugada. Deberían ser las cuatro de la mañana. El gallo cantó. Poco tiempo después, oyó el ruido de la carroza que distribuía leche. El sol debía salir de un momento a otro, cuando ella decidió levantarse de la silla. "En el nombre de Dios, estoy sana", se repitió a sí misma. Y se levantó. Cayó estrepitosamente en el suelo. Intentó levantarse dos, tres veces. Y, cuando estaba a punto de desistir, oyó una voz en el fondo de su corazón: "Levántate y anda".
Y se levantó. Y anduvo. Y nadie, jamás, pudo explicar lo que sucedió con ella.
El versículo de hoy dice que los hijos de Israel clamaron. ¿Por qué clamaron? Porque los madianitas los habían empobrecido. Les habían quitado todo.
Hay un enemigo peor que los madianitas. Desea quitarte las cosas más valiosas que tienes. Por eso, hoy, no salgas sin recordar el consejo divino: "De este modo empobrecía Israel en gran manera por causa de Madián; y los hijos de Israel clamaron a Jehová".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón