martes, 6 de octubre de 2009

LA CANCIÓN HA VENIDO

Ya brotan flores en los campos; ¡el tiempo de la canción ha llegado! Ya se escucha por toda nuestra tierra el arrullo de las tórtolas (Cantares 2: 12).

La jardinería es relajante y distrae la mente de las actividades comunes. Es un buen ejercicio que hace sudar incluso a los que no sudan. Además, se trata de trabajar en la naturaleza, el otro libro de Dios. La tierra debe prepararse antes de trabajar en ella para sembrar cualquier planta. Si el terreno es pobre puede ser necesario agregarle buena tierra. Los cuidados y dedicación siguen cuando quitamos piedras, hierbas, y todo aquello que dañe a las nuevas plantas. Ante todo se necesita tiempo para el trabajo y para conseguir todo el material necesario. Con estas exigencias la jardinería acaba poniéndole un alto al trajín diario. Pero no todo es trabajar y esforzarse. No culmina la obra cuando ya está todo plantado. El grato final es ver los frutos del esfuerzo. El resultado pueden ser flores de muchos colores: algunas amarillas, otras rojas, anaranjadas, moradas y blancas, y claro, ¡olorosas! El perfume agradable que se esparce da una sensación de felicidad. Es una impresión placentera que se inicia en la nariz y es seguida de los ojos al contemplar la belleza incomprensible de las flores Este ejercicio, aunado a los sentimientos de satisfacción, paz y alegría fortalecerá tu salud, mejorará tu carácter. Tu mente se elevará al pensar en la grandeza de nuestro Dios, quien creó la naturaleza para nosotros por amor. Te invito a que disfrutes de la jardinería. Aprenderás muchas lecciones de la naturaleza que te elevarán tu mente, las cuales fortalecerán tu vida espiritual. Mientras trabajas recuerda que Dios está obrando en cada una de nosotras. ¡Qué milagros tan maravillosos veremos y experimentaremos! Como dice el versículo: «Ya brotan flores en los campos; ¡el tiempo de la canción ha llegado! Ya se escucha por toda nuestra tierra el arrullo de las tórtolas» (Cant. 2: 12). ¿No te gustarla experimentarlo?

Lourdes Lozano Gazga
Tomado de la Matutina Manifestaciones de su amor.

UN CHAPUZÓN

Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar. 1Pedro 5:8.

Ray Woods quería ser alguien. No era demasiado bueno en los deportes, así que pensó que se le ocurriría algún deporte en el que ganar notoriedad. ¡Saltaría desde los puentes! Fue a la ciudad de Nueva York y se fijó en el puente de Brooklyn. Trepó por encima del pasamanos y captó la atención de todos los que estaban cerca. Debieron pensar que se iba a suicidar. Pero en lugar de eso, hizo el salto del ángel y se zambulló en el agua. Ray entró bien en el agua y volvió a salir a la superficie. Al momento se convirtió en una celebridad. Por todo el país, las ferias le pagaban para que divirtiera al público con sus saltos. Pero cuando Ray quiso saltar desde el puente de la bahía de Oakland, en San Francisco, su historial de saltos espectaculares se vio manchado. Algo hizo que perdiera el equilibrio y cuando fue a entrar en el agua se rompió la espalda. Necesitó dos años para que sus heridas se sanaran, pero, tan pronto como lo hicieron, volvió a sus proezas. La fascinación de Ray por las alturas y el agua acabó de manera extraña. El 10 de abril de 1942 había salido a pescar en el río St. Johns, en Florida. Estaba de pie sobre el bote para desenredar el sedal de su caña. El bote se inclinó hacia un lado, Ray perdió el equilibrio, cayó en el río y murió ahogado. A veces, somos capaces de vencer los grandes desafíos que Satanás nos pone en el camino durante nuestro viaje increíble. Estamos muy alerta y preparados para resistir sus astutas tentaciones. Pero, a menudo, cuando estamos menos preparados, cuando pensamos que no corremos peligro, nos pesca. No bajes nunca la guardia. No pienses nunca que la tentación no puede alcanzarte. Los éxitos del pasado no aseguran el éxito en el futuro. Pide cada día el poder de Dios para alejarte de lo malo.

Matutina El Viaje Increíble.

EL SILENCIO ES MEJOR

Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él.Proverbios 26: 4

Muchas veces los necios son molestos simplemente porque hablan demasiado. Otras lo son porque ofenden. Así lo ilustra esta historia que cuenta el Dr. Ben Carson, famoso neurocirujano adventista: Cuando estaba en cirugía general tuve un conflicto con uno de los jefes de residencia. Perecía no poder aceptar tener un negro en el Johns Hopkins. Nunca dijo nada directamente, pero siempre me lanzaba indirectas, me ignoraba, y a veces era completamente descortés.
»Una vez afloró el conflicto:
»—¿Por qué tenemos que sacarle sangre a este paciente? Todavía tenemos...
»—Porque yo lo digo —fue la tosca respuesta.
«Varias veces ese día, cuando le preguntaba algo, especialmente si comenzaba con "por qué", obtenía la misma brusca respuesta. Al final de la tarde [...] me atacó.
»—Tú realmente piensas que eres alguien porque tuviste una aceptación rápida en el departamento de neurocirugía, ¿verdad? Todos se la pasan hablando de cuan bueno eres, pero yo no creo que seas gran cosa. De hecho, pienso que eres pésimo. Y quiero que sepas, Carson, que puedo hacer que te echen de neurocirugía ahora mismo —y así continuó despotricando durante varios minutos.
»Yo solo lo miraba a los ojos y no decía nada. Cuando finalmente se detuvo, le pregunté con la voz más calma posible:
»—¿Ya terminó?
»—Sí.
»—Excelente —respondí tranquilamente».

El consejo del sabio es muy oportuno. No hablar es la actitud más segura que existe ni todos los círculos humanos. Una señorita muy distinguida por su prudencia y discreción decía: «Muchas veces me he arrepentido de haber hablado, pero de haber callado, nunca». He ahí una gran verdad. Sobre todo, no respondamos a las injurias y las ofensas. El mayor reproche para el necio es no ponerse a su altura. Contestarle es honrarlo, distinguirlo, alentarlo a que sea más necio. No decirle nada es un reproche que hasta el necio puede entender. Seamos prudentes hoy. Usemos el oro del silencio como una actitud llena de gracia ante todos aquellos con quienes nos relacionemos. Digamos, como Amado Nervo, «Humilde y silencioso ve por la vida, hijo. Humilde y silencioso como un rayo de luna. Que tu sonrisa sea respuesta, objeción, comentario, advertencia y misterio».

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.