martes, 13 de marzo de 2012

¡AUXILIO, QUE ME CAIGO!

«Lo guardó [a Jacob] [. . .] como un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos, que despliega su plumaje y los lleva sobre sus alas» (Deuteronomio 32:10,II, NVI).

Un día vi la cosa más asombrosa del mundo. Estaba caminando al aire libre, y de repente vi un águila en su nido. El águila estaba haciendo algo con sus patas. A los pocos minutos, vi que el águila había empujado a su polluelo hacia el borde del nido. Entonces, con una patadita, ¡la mamá lo lanzó fuera del nido!
De repente, la mamá águila se lanzó volando del nido directo hacia el pequeñín en caída libre. «Apúrate — dije — . ¡Salva a tu bebé!». La mamá águila pasó justo por debajo del polluelo, extendió sus alas y este cayó exactamente encima de ella. Resulta ser que así es como los pequeños bebés águila aprenden a volar
A veces nosotros también necesitamos aprender algunas lecciones. Muchas veces estas lecciones pueden darnos miedo, pero si confiamos en Jesús, sabremos que él siempre cuidará de nosotros como el águila cuida de su polluelo. No siempre nos va a gustar la manera en que Dios nos enseña algunas cosas, pero si prestamos atención y confiamos en él, al poco tiempo estaremos volando seguros por la vida.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

NUNCA DEJEMOS DE ESPERAR EN EL SEÑOR

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10).

Obtuve mi licenciatura en una universidad pública. El mayor desafío para avanzar de un semestre a otro consistía en aprobar los exámenes finales, que por lo general se realizaban los sábados. Mis compañeros de clase se habían solidarizado conmigo y se resistían a rendir exámenes en sábado. Sin embargo, lejos de conmoverse por este hecho, un profesor decidió que todos los exámenes de su materia se llevarían a cabo en sábado, sin opción a cambio. Mis compañeros ya no pudieron seguir apoyándome, ya que se verían afectados. Hablé con el profesor, pero me dijo que las preferencias religiosas de sus alumnos no eran más importantes que los exámenes finales.
Nunca había asistido a un examen en sábado, por lo que oré y le pedí a Dios que me ayudara de alguna manera para no tener que hacerlo. La primera vez reprobé la materia por haberme ausentado, y lo mismo sucedió en una segunda y una tercera oportunidades. La cuarta vez también tendría el examen un sábado, y si reprobaba sería suspendida durante un semestre. Me sentí triste porque no podía darme el lujo de perder un semestre. Llegó el día temido y no acudí a presentar el examen; temí las consecuencias que tendría que afrontar.
El lunes siguiente consulté a mis compañeros respecto al examen y me dijeron que el profesor no había acudido porque había dejado de trabajar en la institución. Otro profesor haría el examen durante la semana. Presenté el examen y finalmente pude aprobar la materia.
No tengo palabras para agradecer la misericordia de Dios, aunque sí puedo testificar que a través de la vida he comprobado cómo ha resuelto cada situación que me ha afectado, por más difícil que me hubiera parecido en su momento.
El versículo de esta mañana es uno de mis favoritos, porque me ayuda a recordar que Dios tiene el control de todo lo que sucede en el mundo, y que lo único que debemos hacer es confiar plenamente en sus promesas. Entonces, él obrará de acuerdo con lo que sea más conveniente para nosotros. Agradezco de todo corazón a Dios por ello.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por María Elena Acostó

EL GATO Y EL PAJARITO

El que cree estar firme, tenga cuidado de no caer. 1 Corintios 10:12.

¿Has escuchado la historia del gato y el pajarito? Yo la leí en el libro devocional contemplemos su gloria, de William Johnsson (p. 167). El hecho se produjo cuando pastor Johnsson vivía en Michigan, Estados Unidos, y tiene como protagonista a un gato conocido por sus extraordinarias habilidades cazadoras y su porte majestuoso, casi principesco.
Cuenta el pastor Johnsson que el gato prefería cazar por las noches y dormir de día. Por eso no era raro encontrar junto a la puerta de su casa los restos de las víctimas: plumas de pájaros, orejas o colas de ratones y de otros roedores.
Cierto día, sin embargo, ocurrió algo inesperado. La familia Johnsson encontró al poderoso cazador gravemente herido. Por todo su cuerpo había señales de una dura batalla en la que el gato se había llevado la peor parte. Su condición era tan precaria que casi no se podía mover. Daba lástima ver al poderoso cazador en esa condición. Bueno, lástima daba a sus dueños, porque los pajaritos y roedores del lugar estaban de fiesta.
Entre los que se quisieron aprovechar de la inusual situación se encontraba un estornino. Cuando este pajarito notó cuan maltrecho estaba el gato, comenzó a volar cada vez más cerca. Casi parecía burlarse de su precaria condición, pero el que una vez fuera el terror del barrio, apenas podía reaccionar. Por allí se notaba que sus pelos se erizaban de vez en cuando, pero nada más de eso.
Unos días después, cuenta el pastor Johnsson, regresaba con su familia a su casa cuando todos escucharon que el gato ronroneaba bajito. Aunque caminaba con dificultad, sus movimientos se notaban más seguros y su altiva mirada de guerrero había retornado. ¿A qué se debía ese cambio tan repentino? La respuesta la encontraron junto a la puerta de la casa. Allí, dispersas, estaban las plumas tornasoladas del estornino.
La lección está clara: no te coloques innecesariamente en el terreno del enemigo. No intentes; averiguar cuan cerca del abismo puedes caminar, sin caerte. Es peligroso jugar con el pecado; y Satanás, aunque es un enemigo derrotado, todavía conserva mucho de su poder. Por eso la Palabra de Dios nos advierte: «Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar» (1 Ped. 5:8).
Señor Jesús, ayúdame a mantenerme, tan lejos como pueda, del territorio enemigo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

AYUNAR CON ALEGRÍA

«Para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público» (Mateo 6:18).

Nuestra generación solo tiene dos grandes intereses: el sexo y la comida. Nuestra raza no puede subsistir sin ninguno de los dos, pero esos dones de Dios acaparan todas nuestras energías; por lo que vivir de manera santa se convierte en algo imposible. Aunque nos dio un cuerpo y, con él, unos instintos básicos, Dios nos pide que mantengamos nuestra parte física sometida a la espiritual. El cuerpo tiene que ser nuestro siervo, no nuestro dueño.
La Biblia no prescribe el ayuno como una práctica obligatoria para el creyente, pero sí recomienda y promueve el ayuno espiritual. En la mayoría de casos, el ayuno espiritual implica la abstención de comida para que nada distraiga nuestra atención de la oración. Esto puede consistir en no comer entre comidas, saltarse una o dos comidas al día, la abstinencia de ciertos alimentos o un ayuno total durante uno o varios días enteros. Sin embargo, la decisión de practícalo no es exclusivamente personal y no está sujeta a ninguna imposición.
Jesús no nos ordenó explícitamente que ayunáramos, pero sí corrigió algunos excesos. El ayuno espiritual no es una manera de ganarse el favor de Dios de ni una medida de presión para que haga algo que nos interese. Bien al contrario, el objetivo del ayuno espiritual es producir en nosotros una transformación para que nuestra atención se centre de manera clara en nuestra dependencia de Dios, a la vez que es signo de la sinceridad de nuestra petición.
El ayuno no tiene que ser una muestra externa de espiritualidad, es un asunto entre Dios y cada uno de nosotros. De hecho, en Mateo 6:16-18 Jesús nos instruyó específicamente para que nuestro ayuno fuese en privado y con humildad; de lo contrario, no alcanzamos sus beneficios.
En el Antiguo Testamento, el ayuno era señal de duelo; en cambio, en el Nuevo Testamento se enseña a los creyentes que el ayuno debe ser practicado con actitud gozosa. Es preciso entender que el ayuno espiritual nunca ha de tener como fin la mortificación o el castigo del cuerpo.
Aunque, en lo que a Dios se refiere, el ayuno es innecesario, puede generar un claro impacto en el centro de nuestra atención espiritual porque puede contribuir a derribar las barreras que nuestra naturaleza carnal pueda levantar en oposición a la influencia del Espíritu Santo. La idea del ayuno va mucho más allá de la simple abstinencia de alimentos y una actitud piadosa en la oración. El verdadero ayuno implica moderación y abnegación, tanto en lo que respeta a los propios apetitos como a cualquier otro aspecto de la vida. Si decide ayunar, acuérdese de los que no tienen otra opción. Basado en Mateo 6: 16-18

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill