martes, 22 de septiembre de 2009

EL MILAGRO DEL PERDÓN

Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano (5. Mateo 18: 35).

Hace algunos años una compañera le hizo un comentario a una amiga mía diciéndole que yo lo habla dicho lisio hizo que mi amiga dejara de hablarme. En ese entonces no entendía el porqué de la actitud de mi amiga. Después de varios años de hacerme la misma pregunta, mi amiga se dio cuenta del engaño. Lo que ella quería era deshacer nuestra amistad y hasta ese momento lo había logrado.
Cuando ella me comentó sentí algo de resentimiento hacia esa compañera. Cada vez que nos encontrábamos recordaba lo sucedido. Ella no sabía lo que pasaba dentro de mí. Tuvo que pasar algún tiempo para que esa herida pudiera ser sanada. La medicina para esa herida sin duda fue el perdón. Pero quiero decirte que no fue nada fácil, porque en nosotros no está el perdonar. El perdón es un don de Dios. Pero me alegra saber que, si con humildad en nuestro corazón se lo pedimos, él nos capacita para perdonar a quienes nos han ofendido.
Pero si no perdonamos nos dañamos a nosotras mismas. Richard O'ffill dice en su libro El cristiano victorioso: «Cuantío acumulamos resentimiento contra alguien en nuestro corazón eso bloquea nuestra mente; se afecta todo lo que pensamos y hacemos, y hasta podría modificar nuestra personalidad».
La Biblia también nos dice en S. Marcos 11: 25 y 26: «Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados es más fácil perdonar cuando te piden perdón, ¡pero qué difícil es cuando no lo hacen! Pero si queremos ser cristianas victoriosas necesitamos ganar esa batalla. Debemos ser humildes como Jesús.
Cuando nuestro cuerpo tiene alguna herida es natural que sangre, de igual manera cuando nos ofenden es natural, en nuestra condición caída, el resentimiento. Pero así como Dios puso en nuestro cuerpo un sistema para reparar la herida, también nos ha dado un don maravilloso para sanar nuestra alma. Querida amiga, si en este momento tienes en tu corazón algún resentimiento contra alguien, te invito a que de rodillas se lo cuentes a Dios y le pidas que ponga en tu corazón el don maravilloso del perdón.
Gladys Murrieta de King
Tomado de Manifestaciones de su amor

ALIGERA LA CARGA

Yo les perdonaré su maldad y no me acordaré más de sus pecados. Jeremías 31: 34

Se cuenta la historia de un viajero fatigado que andaba por un camino. Llevaba un pesado fardo atado a la espalda, cosa que hacía que le costara aún más avanzar. Por suerte para el viajero, se cruzó con un granjero con un tiro de caballos arrastrando una carreta. —Dime, amigo —inquirió el granjero—, ¿te apetecería montar en la carreta? Aliviado, el viajero se encaramó a la carreta. Cuando se acercaron a la aldea, el granjero se dio cuenta de que el viajero todavía tenía el fardo atado a la espalda. —¿Por qué no te quitas esa pesada carga de la espalda? —sugirió. El viajero sacudió la cabeza. —No podría. —¿Porqué? —Sería pedirte demasiado. Ya me ofreciste llevarme en la carreta. No es de esperar que también lleves el fardo. El viajero tonto nos hace reír. Pero, ¿acaso no hemos hecho nosotros algo tan ridículo? ¿Alguna vez pensaste que habías hecho algo tan malo que Jesús no te podría perdonar? Ah, seguro que has pedido perdón por los "pecadillos". ¿Pero qué hay de los pecados que sigues cometiendo? ¿No sería demasiado pedir perdón cuando te metes en líos una y otra vez? Tengo buenas noticias. Jamás cometerás un pecado que Jesús no pueda perdonar. Por muy graves que sean tus pecados, él es aún más poderoso. No esperes un minuto más. Deja tu carga y permítele que la lleve por ti.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

ARMADOS PARA L A BATALLA

Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.1 Timoteo 6: 12

Este es uno de los consejos más solemnes dados por el apóstol Pablo a Timoteo y, a través de él, a todos los cristianos. ¿Qué es «la buena batalla de la fe»? El apóstol da otro consejo a los creyentes de Éfeso que puede ayudarnos a comprender quienes son los enemigos contra quienes debemos enfrentarnos en batalla: Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. V tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Kfe. 6:14-17). El apóstol compara frecuentemente la vida cristiana con los concursos de atletismo, que eran tan comunes en su tiempo como en los nuestros. La victoria era el resultado de una perseverancia resuelta y de un rígido dominio propio. Pablo también comparaba la vida cristiana con una batalla. La batalla tipológica de la fe es la lucha de Jacob con el ángel junto al río Jaboc, cuando venía de Padan-aram. Allí luchó, en primer lugar, por su vida presente; pero también lo hizo por su vida eterna. Cuando comenzó la lucha, pensó que su atacante era un enemigo humano; por eso luchó para salir victorioso, con todas sus fuerzas. Sin embargo, cuando se dio cuenta que su oponente era «Dios» (Gen. 32: 30), luchó por su vida eterna. Un enemigo humano puede ser vencido luchando contra él con todas nuestras fuerzas. Pero con Dios solo podemos luchar por la fe; por eso se habla de la batalla de la fe. Después de la victoria de Jacob, Dios le dijo al patriarca: «Has luchado con Dios y con los hombres y has vencido» (Gen. 32:28). Podemos vencer a Dios como lo venció Jacob: mediante la fe que se aferra a las promesas del Señor. Aunque Satanás quiera separarnos de Dios por causa de nuestros pecados, Dios no podrá rechazarnos, porque él nunca rechaza al humilde y contrito que reconoce sus faltas y pide perdón y misericordia. Estos son los vencedores de Dios. Pongámonos toda la armadura de Dios para poder pelear la buena batalla de la fe con éxito. Necesitamos con urgencia la coraza de la justicia de Cristo, el calzado del evangelio de la paz y el escudo de la fe. Así podremos hacer lo que hizo Jacob. «Se asirán del poder de Dios, como Jacob se asió del ángel, y el lenguaje de su alma será: "No te dejaré si no me bendices"» (Patriarcas y profetas, p. 200).

Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.