jueves, 4 de febrero de 2010

UN DÍA A LA VEZ

Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal (S. Mateo 7:34).

Te han puesto alguna vez fuera de este juego llamado vida, y te encontraste en el banco de suplentes, mirando cómo pasaba la vida mientras resolvías una situación? Recientemente tuve una experiencia tal.
En diciembre de 2007 me realizaron un trasplante de rodilla, y aunque yo añoraba ese período de tiempo para descansar no había considerado la cantidad de semanas que me llevaría la recuperación. Las primeras cuatro semanas fueron dolorosas, pero muy bienvenidas; sin embargo, para la quinta y sexta semana ya me encontraba ansiosa de continuar con mi vida. Deseaba volver a la oficina, comenzar mi agenda de viajes, y simplemente continuar con la vida normal.
Pero tal cosa no era posible. Dios tenía otros planes para mí. La primera lección, y la más importante, era ser paciente. Créanme cuando les digo que este no es uno de mis mejores atributos. Me encanta hacer las cosas de inmediato. Pero, cuando te estás recuperando de una enfermedad y todos te dicen que debes ser paciente, tomar tiempo para sanar y un montón de otros consejos, ¿cómo se le hace frente a esa situación?
Una forma de hacerle frente fue mantenerme ocupada. Realicé un poco del trabajo de la oficina en casa, dediqué tiempo a hacer tarjetas en la pieza de arte, leí, descansé y pasé más tiempo hablando con mi familia. Estuve bastante ocupada, pero la frustración siguió latente. Después de pensarlo mucho, descubrí que el problema era yo: en mi ansiedad por curarme y volver a mi ritmo habitual nuevamente, me estaba perdiendo de vivir cada día.
¿Estás a veces tan atrapada en los planes y los problemas del futuro que te pierdes el vivir cada día? Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, pedí a Dios que me ayudara a vivir ese día con todas mis fuerzas, a tener un propósito en todo lo que hiciera y a dejar el futuro en las manos de Dios. Eso no quería decir que debiera dejar de planificar para el futuro, lo que quería decir era que debía dejar de lado mis ansiedades y concéntrame en cada día, un día a la vez.
Ahora agradezco a Dios por la oportunidad de "disminuir la velocidad", loma un día a la vez. Pídele que te ayude a sacar provecho de cada día. El mañana no se le promete a nadie.

Heather-Dawn Small
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

INTEGRADOS A UN EQUIPO GANADOR

Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se inclinó y adoró. Luego volvió al campamento de Israel y ordenó: «¡Levántense! El Señor ha entregado en manos de ustedes el campamento madianita». Jueces 7:15

¿Has emprendido alguna vez una labor con la seguridad de que tendrás éxito? ¿Te has enfrentado con un equipo de fútbol, que de antemano sabes que le ganaras? Bueno, puedes pensar que perteneces a un equipo superior, por lo tanto, es difícil perder el juego. No conoces el marcador, pero te puedes imaginar un resultado holgado o tal vez apretado, pero siempre a tu favor.
En este caso, tu equipo de fútbol está integrado por amigos, vecinos y compañeros de la escuela. ¡Pero del otro lado está la selección de Brasil con todas sus estrellas! Y antes de salir a la cancha, ¡te dicen que vas a ganar el juego! ¡Insólito! ¿No es cierto?
Pues Gedeón salió a la batalla con la seguridad de que el marcador sería a su favor. Es más, un resultado favorable que le fue anunciado por un miembro del ejército enemigo. ¿Te gustaría incorporarte a un equipo ganador? ¡Hoy puedes hacerlo! Al salir a tu escuela, a tu trabajo, mientras caminas por la calle o te metes a una tienda, mientras viajas en el autobús o en el tren subterráneo, ¡incorpórate al equipo triunfador de Cristo!
Las instrucciones fueron muy ambiciosas y claras: «Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28: 19). Es una tarea en la cual ya sabes el marcador final. Puedes mirar el video en la Palabra de Dios. La multitud de redimidos es tan grande que nadie la puede contar. Representan, según el apóstol Juan lo registró en el Apocalipsis, a todas las «naciones, tribus, pueblos y lenguas» (Apocalipsis 7: 9). ¡Hoy puedes formar parte del equipo ganador! Comparte tu fe sin temor.

«El Señor pide que su pueblo emprenda distintos ramos de obra misionera, que siembre junto a todas las aguas». MJ 215

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

¿QUÉ ES EL PECADO?

Así que comete pecado todo el que sabe hacer el bien y no lo hace (Santiago 4: 17).

A partir de hoy, y durante varios días, se reflexionará en los principios sobre los que se basa el mensaje de la justificación por la fe. Tiene que ver con preguntas básicas como: ¿Por qué es necesaria la justificación? ¿Por qué las personas necesitamos justificación?
Para entender la doctrina de la justificación debemos ir a la raíz del asunto. Necesitamos ir a las bases en las que se funda la doctrina de la justificación por la fe. Varios son los fundamentos que sostienen esta doctrina cristiana.
El primer fundamento que sirve de base y que le da sentido a esta doctrina, es el principio que dice que los seres humanos estamos en corrupción y bancarrota moral. Es decir, que estamos hundidos en el mal. En este punto debemos hacernos la pregunta, ¿qué es el mal? Si le preguntáramos a la Filosofía nos daría muchas respuestas.
El dualismo filosófico derivado de la filosofía platónica nos diría que el mal es un principio eterno que está en contraste con el bien. El zoroastrismo persa tenía dos dioses, Ormuz y Ariman, que representaban el bien y el mal, y que siempre luchaban entre si, sin poder eliminarse. El famoso filósofo judío Spinoza decía que el mal es una ilusión, es decir, no existe. Otro filósofo, el alemán Ritschel, creía que el mal es ignorancia. Charles Darwin, en armonía con sus descubrimientos biológicos, pensaba que el mal es un conflicto interno entre la naturaleza moral del ser humano y su herencia animal. Para el cristiano, ninguna de estas respuestas es satisfactoria. No dan ninguna esperanza, ni solucionan nada.
Por supuesto, la Biblia difiere radicalmente de estos conceptos. Nos dice que el mal, al que llama pecado, es un principio que se opone a Dios. Lo define así: «Todo el que comete pecado quebranta la ley; de hecho, el pecado es transgresión de la ley» (1 Juan 3: 4). La ley es un trasunto del carácter de Dios que revela el bien. Así que el pecado, cuando se opone a Dios y actúa en contra del bien, está en oposición a Dios. Es un principio en pugna con lo que es Dios. Es rebelión contra él. La naturaleza humana está en conflicto con Dios.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos

“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C