jueves, 25 de febrero de 2010

JESÚS SE PREOCUPA POR NOSOTRAS

La mujer que teme a Jehová, esta será alabada (Proverbios 31:30).

Jesús tiene a las mujeres en alta estima; y hay numerosas evidencias en la Biblia que confirman esta idea. Cuando Cristo se levantó del sepulcro, a la primera persona que se le apareció fue a una mujer, y le pidió que llevara las buenas nuevas de su resurrección a los discípulos. ¡Qué misión! ¡Qué her-moso privilegio!
Jesús utilizó a la valiente reina Ester para libertar a su pueblo en un mo-mento en que parecía no haber otra salida. Y qué coraje tuvo para presentarse ante el rey: "Y si perezco, que perezca".
Ante la muerte de Lázaro, Jesús consoló a María y a Marta, confundiendo sus lágrimas con las de ellas. Luego, les devolvió a su hermano.
Pienso en la mujer sorprendida en adulterio. Cuando todos los demás se volvieron contra ella gritando que fuera apedreada, Jesús no la condenó; la perdonó y la libertó.
Cuando la viuda de Naín lloraba por la pérdida de su único hijo -el único que podía sustentarla-, Jesús tuvo compasión de ella y con amor le devolvió la vida al muchacho.
Jesús se preocupa grandemente por las mujeres. Es muy compasivo con nosotras. Nos comprende, nos ama incondicionalmente y conoce nuestra estructura, porque él nos formó. En la Creación, cuando el Creador vio cuan solo estaba el hombre, le dio una compañera: Eva, que fue tomada de un hueso del costado de Adán. Dios eligió cuidadosamente ese hueso del costado; no de la cabeza, porque él no sería su gobernante, ni de su pie, porque nunca debía pisotearla. Tomó el hueso del lugar más cercano al corazón del hombre -el lugar de los afectos-, y creó a la mujer. El hombre debe conservar a la mujer cerca de su corazón. La mujer debe estar al lado del hombre como su compañera, su amiga y su igual. Ese es el plan de Dios.
Es una pena que esta bendición se haya manchado por el pecado. No obstante, Jesús todavía se preocupa por nosotras. Su amor hacia nosotras no ha cambiado. Desea restaurarnos a nuestro estado original y Jesús ya hizo provi¬sión para eso. Quiere restaurar nuestros caracteres, nuestras vidas y nuestros hogares a lo que una vez fuera la familia edénica. Toda mujer alcanzará su potencial máximo. ¿No añoras ese día? ¡Yo sí! ¡Preparémonos!
Jacqueline Hope HoShing-Clarke
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer

Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

EL VALOR DEL TESTIMONIO

En cierta ocasión los sirios, que salían a merodear, capturaron a una muchacha israelita y la hicieron criada de la esposa de Naamán. 2 Reyes 5: 2.

Una muchachita hebrea había sido llevada cautiva a la casa del general del ejército que la privó de su familia. A pesar de estar en otro lugar ella tenía una confianza inalterable en su Padre celestial.

Observa la seguridad con que ella visualiza la curación del militar sirio en el versículo 3: «Un día la muchacha le dijo a su ama: "Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaría, porque él lo sanaría de su lepra"».
Ben-adad, rey sirio, habla derrotado a Israel y dado muerte al rey Acab. Desde entonces la frontera norte israelita era asediada y atacada constantemente por los sirios. Naamán, el general de aquel ejército triunfador, lo tenía todo: Éxito, admiración y dinero. Pero le faltaba la salud, y no podía disfrutar de todo lo que tenía. Hasta que una pequeña esclava fue mensajera de Dios, ella confirmó al general que su lepra podía ser curada por medio del profeta que estaba en Samaría. La historia nos dice que Naamán fue finalmente a Israel y, con ciertos refunfuños, aceptó las indicaciones del siervo de Dios, ¡y fue curado!
¿Cómo puedes ser testigo de Dios en tiempos de crisis? Aquella muchachita fue enseñada desde sus primeros años en el conocimiento de Dios. La vida devocional en su hogar era una prioridad. Lo que se siembra en los tiernos años de la infancia tendrá repercusiones eternas en la vida de los hijos. El estudio de la Biblia nos capacita para enfrentar cualquier crisis de la vida, y ser una bendición para otros, incluso para los que se declaran enemigos de Dios.
¿Te has preguntado por qué Dios te ha colocado precisamente en el lugar en el que estás ahora? Probablemente tú no lo habrías planeado y seguramente no habrías tomado decisiones para estar ahí. A igual que la muchacha del texto, Dios tiene preparado algo para ti, para que testifiques a su Hijo.
«"Vosotros sois mis testigos" [Isaías 44: 8, RV95]. ¿Ante quién? Ante el mundo, pues han de llevar consigo una influencia santa». MJ 198.


Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

¿MURIÓ EN VANO?

No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano (Calatas 2: 21).

Otro riesgo que el apóstol pablo menciona, y que está íntimamente relacionado con los ya mencionados, es hacer vano el sacrificio de Cristo. Resulta lamentable pensar que la actitud de justificarse por méritos propios invalida la muerte de Cristo. Decir que puedo salvarme de alguna otra manera hace, inútil el sacrificio de Cristo. Declara que Cristo murió por nada.
En el tiempo que Cristo fue crucificado había muchos que morían de esa manera. Cruces con cadáveres que pendían de ellas era una escena común en la Palestina de ese tiempo. ¿Creen ustedes que alguna de las personas que pasaban junto a esas cruces clavadas a la vera del camino, levantaban su rostro para mirar a los que estaban crucificados, y decir: «Él murió por nosotros?» Obviamente, no. Por lo menos deben haberse preguntado: «¿Por qué habrán crucificado a este? ¿Qué crimen debe de haber hecho que lo crucificaron?» Porque los que morían crucificados en ese tiempo eran ladrones, asesinos, asaltantes, secuestradores y esclavos fugitivos.
Tratar de justificarnos por méritos propios es invalidar la razón por la que Cristo murió en la cruz. Equivale a haber pasado debajo de su cruz, y haber exclamado: «¡Quién sabe por qué murió!».
Los sacerdotes y dirigentes judíos que conspiraron para que Cristo fuera crucificado decían saber por qué murió Jesús: «Señor —le dijeron—, nosotros recordamos que mientras ese engañador aún vivía, dijo: "A los tres días resucitaré"» (Mat. 27: 63). De acuerdo a ellos, Jesús era un engañador que merecía morir porque decía que era el Mesías, y no lo era. Por eso, decían ellos, murió en una cruz. Hicieron vano el sacrificio de Cristo porque hacían que hubiese muerto por sus propios delitos, no por los pecados de la humanidad.
Cuando creemos que la salvación depende de lo que hagamos, no de lo que Cristo hizo, hacemos vano su sacrificio y muerte. Proclamamos que Cristo mu¬rió de balde. Los escritores bíblicos no hacían vano el sacrificio de Cristo; creían que Cristo murió por nosotros.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C