sábado, 29 de enero de 2011

EL MUNDO FUE CREADO HERMOSO

«Dios hizo todo hermoso en su momento», Edesiastés 3: 11.

A pesar del tiempo que ha pasado desde la creación, podemos contemplar mucha belleza en la tierra. Al estudiar la naturaleza te darás cuenta de lo hermoso que hizo Dios al mundo.
A Louis Pasteur, el famoso científico francés descubridor de la vacuna antirrábica y el método para purificar la leche, le gustaba contemplar las maravillas de la creación. Cierto día estaba en su laboratorio, donde pasaba muchas horas; uno de sus estudiantes entró al lugar para hablar con él. Pero cuando vio al científico con la cabeza inclinada y las manos juntas, el joven pensó que oraba, así que esperó en silencio hasta que ya pudiera hablarle.

Los minutos pasaron y entonces Pasteur cambió de posición. Entonces el estudiante se dio cuenta que su maestro no estaba orando, sino que observaba atentamente algo con el microscopio.
- Maestro no quise interrumpirlo porque creí que estaba orando
- Dijo el joven
- Estás en lo correcto —respondió Pasteur—. Platicaba con el creador del universo y le agradecía todo lo que ha hecho por mí, pero el me hablaba mediante sus obras sobre la belleza que ha creado para el hombre. ¿No te parece maravilloso?

Dedica tiempo para ver la belleza que Dios hizo para ti. La encontrarás en las flores de diferentes formas y colores; en las aves, con sus trinos y plumajes característicos; en las estrellas, las colinas, los árboles, la sonrisa de un bebé. En fin, por dondequiera que mires, podrás ver todavía vestigios de la belleza original que Dios creó para que sus hijos e hijas fueran felices. Conéctate con Jesús para que puedas prepararte y gozar de la belleza sin igual que habrá en la tierra nueva, en el Edén restaurado.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

¡VIVE, NO MUERAS!

Todo aquel que vive y me en mí, no moma eternamente, ¡Crees esto?(Juan 11:26)

En un colegio de educación primaria, una maestra explicaba la teoría de la evolución tratando de convencer a sus alumnos de que la tierra no había sido creada por Dios. Pidió a un niño que saliera al patio y trajera un informe de lo que viera en él. Cuando regresó, el pequeño contó con detalle todo lo que había visto. Al terminar, la maestra le preguntó: «¿Has visto a Dios en lo que has contemplado?». «No, maestra, no he visto a Dios», contestó el joven.
Una pequeña, que se movía intranquila en su asiento, pidió permiso para realizar unas cuantas preguntas a Juancito. Como si no hubiera presenciado la escena anterior, preguntó a su compañero: «¿Viste a Dios en los árboles?». «No», dijo él. «¿Lo viste en las flores?». «No», respondió de nuevo. «¿Ves a la maestra?», continuó preguntando ella. «Sí», afirmó el muchacho. «¿Ves el cerebro de la maestra?», fue la última pregunta. «Por supuesto que no». «Entonces -declaró enfáticamente la niña—, la conclusión de lo aprendido en clase, es que la maestra no tiene cerebro».
El versículo de hoy comienza diciendo: «Todo aquel que vive y cree en mí». Es interesante notar que no todo el que vive cree en Jesús. Aunque todos salimos de sus manos, nos movemos, respiramos y vivimos por su constante amor y poder, algunos prefieren borrar la mano invisible de un Dios visible en cada cosa creada.
Un alumno universitario intentaba demostrar a su profesor de ciencias que la galaxia a la que pertenecía era producto de explosiones producidas millones de años atrás. El alumno tomó una paleta y con productos químicos reprodujo cómo creía él que había sido la explosión primitiva. Orgulloso de su logro, esperó la respuesta de su profesor. Este, muy tranquilo, le dijo: «Todo esto es realmente asombroso, pero dime: ¿quién tomó la paleta y combinó toda esa materia?».
Querida hermana, tienes hoy la oportunidad de creer en el Dios de la vida. Sus manos te han hecho especial y desea compartir contigo la vida eterna, si tan solo crees en él.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

EVITA LAS CRÍTICAS

No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Lucas 6:37.

La gran diferencia entre los seres humanos y el resto de la creación es su capacidad de pensar, dada por Dios. Incluido en ese don se encuentra el discernimiento que nos permite evaluar y juzgar todas las cosas de acuerdo a los parámetros señalados por la Biblia, la sociedad o nosotros mismos.
Como parte de su efecto, el pecado también estropeó la capacidad de juzgar. En vez de juzgar las circunstancias, aprendemos a juzgar a las personas. Por eso el Señor Jesús impartió un principio que se aplica a la práctica de condenar a los demás: "No juzguéis para que no seáis juzgados".
Si bien este principio debería aplicarse a nuestra relación con toda persona, la experiencia de Miguel ilustra cómo aplicarlo en el caso de los padres. Este joven era el mayor de cuatro hermanos y había sido educado dentro de una familia cristiana. Había recibido desde pequeño los valores y el amor que lo hacían sentirse respaldado y protegido como hijo, pero no todo era perfecto en su familia.
A medida que creció, notó que el trato que sus padres daban a sus hermanos menores era muy diferente del que él había recibido. Por eso censuró duramente a sus padres. Era verdad que la disciplina que había recibido no era perfecta, que al paso de los años sus padres habían aprendido y modificado algunas conductas en relación con sus hijos. Ellos habían "aprendido" a ser padres, así como él había "aprendido" a ser hijo. En estas áreas nadie nace sabiendo y muchas veces se aprende por la experiencia adquirida. Este fue el caso de los padres de Miguel. Con el tiempo comprendió que todos cometemos errores en todos los ámbitos, ya que estamos en un mundo imperfecto y somos seres falibles.
A todo esto, hoy el Señor nos invita a no juzgar a nadie, y en especial a nuestros padres. Ellos seguramente dieron lo mejor dentro de sus posibilidades; y llevando el consejo de Jesús más lejos, podríamos preguntarnos: ¿Es justo demandar que ellos sean perfectos y libres de errores, cuando nosotros como hijos nos equivocamos muchas veces? La respuesta lógica es no, y eso nos tiene que llevar a comprenderlos y a perdonarlos con amor; con el mismo amor que recibimos de sus manos y que fue puesto por Dios en sus corazones. Por eso, agradécele a Dios por los padres que te dio, y lejos de criticarlos, anímalos para que se superen día a día.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

¡ME LIBRÓ!

Me libró de poderoso enemigo, y de los que me aborrecían, aunque eran más fuertes que yo. 2 Samuel 22:18.

Virginia pasea por la orilla del río. Mira hacia abajo. Busca alguna cosa. De vez en cuando se agacha, y mete algo en el bolsillo grande del delantal. Dejó su casa temprano, y ha caminado dos horas para llegar al río.
Bajo la sombra de un enorme sauce, se detiene a examinar el resultado de su búsqueda, y sonríe con sonrisa de Monalisa. Piedras. Muchas piedras. Grandes y pequeñas. Con el bolsillo lleno, camina, decidida, hacia el agua. Hacia adentro, hacia la corriente, hacia la parte más profunda.
Mira hacia el cielo, se hace la señal de la cruz y suspira. Siente el cosquilleo del pedregullo en sus pies; el frío, en sus pantorrillas. Sonríe nuevamente, al notar que su plan está funcionando: no le sucederá como la otra vez, que se adentró en el río pero salió flotando. Salió mojada y triste. Mojada de derrota. Y, al regresar a casa, tuvo que mentir al esposo y decirle que se había caído al río.
Esta vez, no tendrá que mentir; no flotará: ahora será definitivo. La muerte la espera allá, en el fondo del río. Fue así de simple que Virginia Woolf, una de las más extraordinarias escritoras inglesas del siglo pasado, cometió suicidio en 1941. Su cuerpo, ya en estado de descomposición, fue encontrado a la orilla del río por dos niños que jugaban, distraídos.
En la carta de despedida que dejó a su esposo, decía, entre otras cosas: "Me persiguen las voces, y no logro soportarlas".
¿Quién no se ha sentido perseguido alguna vez? En el lugar de trabajo, en la escuela, en el vecindario y hasta en la familia, ¿no has sentido la mirada sarcástica o hiriente de alguien al que no le simpatizas?
La vida de David, el autor del texto de hoy, fue también perseguida. Enemigos gratuitos aparecían todos los días; voces agresivas, maliciosas, calumniadoras. Su propio hijo Absalón se sublevó en contra de él, ambicionando el trono; solo que David, al contrario de Virginia, sabía adonde acudir en busca de ayuda.
No temas ante las voces que se levantan contra ti. No huyas; no busques salidas fáciles. El Dios de David es también el tuyo. Puede serlo si, en este momento, antes de partir hacia la lucha de la vida, tomas tiempo para arrodillarte y declarar, con confianza: "Me libró del poderoso enemigo, y de los que me aborrecían, aunque eran más fuertes que yo". Sí, la lucha todavía no comenzó, pero Dios ya te libró.

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón