miércoles, 26 de octubre de 2011

¿ORO O ESPINAS?

E hincando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!» (Mateo 27:29).

Todo rey ostenta algún título que se le reconoce en el momento de su coronación, pero en el caso de Jesús, ¿cuáles eran los títulos que ostentaba? Básicamente diez:

1. Descendía de una familia humilde.
2. Su madre no estaba casada cuando lo engendró.
3. Nació en un pesebre.
4. Era hijo de José, el carpintero.
5. Vivía en Nazaret.
6. Se reunía con pecadores.
7. Sus discípulos eran incultos y toscos pescadores.
8. Se hacía proclamar rey.
9. Enseñaba a amar al prójimo.
10. Decía ser el Hijo de Dios.

¿Para qué llevó Jesús una corona de espinas? El Mesías aceptó que le pusieran una corona de espinas y un título real en la cruz para que tú puedas recibir una corona de oro. No importa si:
1. No eres de linaje real.
2. Tu familia carece de moral según los parámetros de la sociedad.
3. No tienes dinero.
4. Tu profesión es humilde.
5. Vives en una zona pobre.
6. Eres pecadora.
7. Tus amistades no pertenecen a la alta sociedad.
8. Te sientes extranjera en esta tierra.
9. Te miran mal porque amas a tus enemigos.
10. Tu familia te rechaza porque tienes a Dios por Padre.

Un día, las palabras «¡Salve, Rey de los Judíos!», con las que la muchedumbre se mofó de Jesús, se harán realidad. Jesús vendrá, no como rey de los judíos, sino de toda la humanidad, y traerá salvación. Si aquí en la tierra la única corona que recibes es de espinas, no te aflijas, porque una corona de oro está esperándote.
«Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria» (1 Ped. 5: 4).

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

EL ESPÍRITU SANTO EN LA BIBLIA

Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre toda carne. Hechos 2:16, 17.

Antes de que en este mundo hubiera vida, cuando "la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo", el "Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas" (Gen. 1:2). El Espíritu Santo es una de las personas divinas más enigmáticas, discutidas y estudiadas en las Escrituras. Grandes debates teológicos han intentado esclarecer los silencios de la Biblia y los misterios sobre lo que está escrito. Pero más allá de lo que se haya querido develar, hoy veremos algunos aspectos del Espíritu de Dios que están claramente revelados.

En el Antiguo Testamento se hace mención de él, pero no se lo identifica como una persona divina diferente al Padre y al Hijo. Se nos dice que por el Espíritu la tierra es recreada y sostenida (Sal. 104:30), que está en todo lugar y es imposible huir de su presencia (Sal. 139:7), y que da la habilidad y los talentos necesarios para que los hombres realizaran una labor para Dios (Exo. 31:2, 3). Joel presenta una profecía sorprendente, y declara como si Dios mismo escribiera su libro: "Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días" (Joel 2:28, 29).

Esta predicción vio parte de su cumplimiento en los días de los apóstoles, específicamente en el Pentecostés. Pedro, recordando esta notable profecía, inició una predicación ante miles de judíos y como resultado se bautizaron tres mil personas (Hech. 2). De esta manera, el Espíritu Santo dirigió la obra en tiempos del Nuevo Testamento, a tal punto, que al finalizar el primer siglo de nuestra era había aproximadamente unos seis millones de cristianos en el mundo.

Con respecto a lo dicho por Joel, Elena de White dice: "Esta profecía se cumplió parcialmente con el derramamiento del Espíritu Santo, el día de Pentecostés; pero alcanzará su cumplimiento completo en las manifestaciones de la gracia divina que han de acompañar la obra final del evangelio" (El conflicto de los siglos, p. 12). ¡Te das cuenta que tú y yo podemos ser los protagonistas de ese derramamiento sublime del Espíritu divino! Ese Espíritu que hizo maravillas entre los apóstoles, las volverá a hacer si estamos dispuestos a ser conducidos por él.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

POR LA FE

Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado. Hebreos 11:24,25.

Todos, en algún momento de la vida, tenemos que escoger a quién servir. El resultado de esa decisión será gozo o desgracia eternos.
El enemigo de Dios promete gozo, y miles van detrás de él. El gozo de este mundo comprende placer, poder, dinero, fama, en fin. Pero, todo eso es temporal y pasajero; al fin, encuentras la muerte. Y el enemigo no te habla de eso.
Si, por el contrario, decides seguir a Jesús, puedes sufrir en esta tierra. No afirmo que vas a sufrir; digo puedes sufrir, porque vives en un mundo de dolor. Solo que el sufrimiento es pasajero; finalmente, encontrarás el gozo eterno en Jesús.
Nota la diferencia: gozo pasajero en este mundo y muerte eterna al final, o sufrimiento pasajero en este mundo y al fin, el gozo eterno con Jesús.
El poder, el dinero, el placer y la fama no son malos en sí. El placer, por ejemplo, es fruto de los sentidos, y los sentidos fueron colocados, en tu cuerpo, por Dios. No hay nada de malo en sentir placer: el problema aparece cuando empiezas a vivir solo en función de ello. Eso sucede con el ser humano de nuestros días. Busca desesperadamente el placer, y no se satisface con nada. Entonces, entra en el terreno sombrío de las depravaciones y las aberraciones de conducta. Es un hombre vacío. No tiene a Jesús en el corazón, y un corazón sin Cristo será siempre insatisfecho y pensará que el gozo se limita a la satisfacción de los sentidos.
Pero, cuando el hombre se deja encontrar por Jesús, todo cambia: continúa sintiendo placer, pero el placer no es el motivo de su vida; la razón de su existencia es Jesús, y el resultado de eso es el gozo en este mundo, a pesar de las tribulaciones, y el gozo eterno cuando Jesús vuelva.
Entrégate a Jesús. Acéptalo como el Señor de tu vida. Vive con él la más linda experiencia de amor. Y recuerda que "por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón