miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿QUÉ ES MÁS VALIOSO?


«El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto» (I Pedro 1:18,19).

Hoy hemos llegado a otro libro de la Biblia: 1 Pedro. Parece que Pedro y Santiago pensaban exactamente igual. Ayer Santiago nos decía que tener mucho oro y no servirá de nada cuando Jesús regrese. Hoy Pedro dice que el oro y la plata son perecederos. Eso significa que serán destruidos. ¿Cómo serán destruidos? Serán destruidos junto a toda la tierra cuando Jesús regrese. Esto tal vez te suene espantoso, pero en realidad es bueno. Es bueno porque Jesús va a crear todo nuevamente de cero.
Si lees el versículo de hoy verás que Pedro dice que el oro y la plata no se comparan en su valor a la sangre de Jesús.  Cuando Jesús murió por nosotros en la cruz, su sangre se convirtió en la cosa más valiosa sobre la tierra. Es tan valiosa que con ella podemos adquirir nuestro boleto al cielo, algo que el oro y la plata jamás podrán comprar

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

PREPARARTE… ¡NOS VAMOS A CASA!


En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. (Juan 14:2).

Una de las bendiciones que Dios me dio, como parte del ministerio pastoral de mi esposo, fue viajar a diferentes países. De esa forma pude conocer diferentes comidas, costumbres y culturas, y comprobar cómo se expande el mensaje adventista. Además tuve la oportunidad de conocer a los dirigentes de nuestra Iglesia, así como a hermanos de diferentes nacionalidades, y de comprobar que somos uno en Cristo Jesús.
Cada viaje representó una maravillosa aventura junto a mi esposo. Nos ayudó a adquirir una mayor confianza en la protección de Dios, y nos permitió reencontramos en nuestro compromiso como pareja y mantener viva nuestra relación diaria con Dios. El Señor nos permitió ver su gloria en cada lugar que visitábamos.
El día antes de regresar a nuestro hogar siempre llegaba el momento en que mi esposo me decía: «Prepárate... ¡nos vamos a casa!». ¡Qué emoción regresar a nuestro hogar, donde habíamos dejado a nuestros hijos y a nuestros nietos. Regresar para recibir sus besos y abrazos, y para compartir con ellos las experiencias vividas. Regresar a nuestro diario vivir, a nuestro trabajo, a nuestra gente, a nuestros compañeros, a nuestra congregación y a nuestra patria.
«Prepárate... ¡nos vamos a casa!» son las palabras que anhelo oír, no solo de parte de mi esposo, sino de parte del Señor. ¡Qué bello cuando escuche la voz de mi Padre pronunciar tan anheladas palabras! ¡Qué hermoso será contemplar el rostro de mi Salvador! ¡Sentir el abrazo amoroso de Jesús y poner mi corona a sus pies, dándole toda la gloria y alabanza por su inmenso amor y perdón! ¡Cuán hermoso será escuchar su melodiosa voz pronunciando mi nuevo nombre!
Jesús viene muy pronto en las nubes de los cielos. Los preparativos para ese regreso tienen que comenzar hoy. Dios nos ha hecho el regalo más maravilloso: el tiempo. El Señor te ha dado tiempo para que hagas planes, para que te organices, para que realices todos los preparativos necesarios.  De esa forma, cuando llegue ese día tan anhelado, no te tomará de sorpresa. Oremos para que muy pronto podamos escuchar ese mandato divino. ¡Preparémonos, porque pronto nos vamos a casa!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por María Cristina Rivera

EL TRENCITO QUE PUDO


Nosotros confiamos en el Señor; ¡él nos ayuda y nos protege! Salmo 33:20.

¿Qué tienen en común las siguientes expresiones? 
1. Querer es poder. 
2. El cielo es el límite. 
3. El que persevera, vence. 
4. No hay cosas imposibles, sino personas incapaces.
Tienen en común la idea de que si te esfuerzas suficiente lograrás cualquier cosa que te propongas. Y esto es bueno, porque muchas de las cosas que valen la pena en la vida se obtienen solamente con esfuerzo perseverante. Pero a menos que también veas «la otra cara de la moneda», estos mensajes pueden resultar perjudiciales para tu sano desarrollo. Esto lo explica la doctora Carol Cannon, directora clínica de The Bridge (El Puente), un centro para el tratamiento de conductas adictivas.
La doctora Cannon cree que muchos niños y jóvenes crecen imitando al trencito de la historia infantil, The Little Engine That Could (El trencito que pudo). En esa historia, el trencito sube una cuesta llevando una carga muy pesada. Por momentos parece que no va a poder, pero continuamente se dice a sí mismo: «Sé que puedo; yo sé que puedo». Según la doctora Cannon, esta historia tiene un problema, y así lo explica: «Aunque es verdad que la determinación es un rasgo positivo de carácter, [...] también es verdad que hay algunas cosas que no podemos lograr solos. Y no hay nada malo en que lo reconozcamos. Algunas tareas son muy arduas para que las realice una sola persona» (Signs of the Times [Señales de los tiempos], junio de 1996, p. 23).
¡Y algunas cargas son muy pesadas para que las lleve una sola persona! Esto equivale a decir que tu capacidad de aguante tiene un límite. Significa que hay algunas tareas que podrás alcanzar por ti mismo, pero habrá otras para las cuales necesitarás ayuda. ¡Y no hay nada malo en pedir ayuda cuando la necesites!
Por esta razón, la Dra. Cannon prefiere la segunda versión de la historia. En esa otra versión, el trencito se da cuenta de que la carga es demasiado pesada y pide ayuda. Aunque no la recibe inmediatamente, el trencito insiste hasta que finalmente otro tren le brinda su apoyo. ¿Está clara la lección?
¡PIDE AYUDA CUANDO LA NECESITES!

Dame, Señor, sabiduría y valor para pedir ayuda cuando de verdad la necesite.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

MÁS DE LO QUE IMAGINAMOS


«Allí no habrá más noche y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol porque Dios el Señor los iluminará y reinaran por los siglos de los siglos» Apocalipsis 22:5).

Una de las cosas que un joven espera con más interés es poder obtener el permiso de conducción. Recuerdo el día que presenté el examen teórico en la oficina de permisos. Me concedieron un permiso provisional, lo que significaba que un conductor con permiso definitivo tenía que acompañarme cada vez que yo me ponía al volante. ¿Imagina quién condujo de vuelta a casa? Durante los meses que siguieron a la obtención del permiso, aprovechaba cualquier oportunidad para conducir.
¡Cómo han cambiado las cosas! Ahora, cuando vamos en automóvil, prefiero que conduzca mi esposa. Digámoslo sin rodeos: si antes no quería hacer otra cosa que conducir, ahora me parece una actividad extremadamente aburrida. Conducir me interesaba más antes de obtener el permiso que después.
¡Qué emocionante será cuando Jesús venga y nos lleve a casa con él! Lo ha hecho todo nuevo para nosotros.  Será tan extraordinario que no podremos explicarlo.  Pero, ¿se imagina cómo será cuando llevemos viviendo diez mil millones de años? ¿Nos parecerá tan excitante y extraordinario como el primer día? Sé que la respuesta es «si». 
Dios es tan extraordinario que necesitaríamos más de una eternidad para conocerlo y amarlo cada vez más. Aunque siempre estará fuera de nuestro alcance, cada vez nos pareceremos más a él.
«A medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios, más admirarán su carácter. A medida que Jesús les descubra la riqueza de la redención y los hechos asombros del gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se estremecerán con gratitud siempre más ferviente, y con arrebatadora alegría tocarán sus arpas de oro; y miríadas de miríadas y millares de millares de voces se unirán para engrosar el potente coro de alabanza» (El conflicto de los siglos, cap. 43, p. 657).
Si se siente solo y abatido, acuérdese de qué nos prepara Jesús. ¡Allí nos veremos!  Basado en Juan 14: 1-3

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill