miércoles, 11 de julio de 2012

UN ECLIPSE DEL CORAZÓN


«Las estrellas y constelaciones del cielo dejarán de dar su luz; el sol se oscurecerá apenas salga, y la luna no brillará» (Isaías 13:10).
¿No es este un hermoso día para continuar nuestra aventura? No hay ni una nube en el cielo. Espera, ¿por qué todo se está poniendo oscuro? No hay nubes, ni es hora de que oscurezca. ¡Es un eclipse! La Luna está pasando exactamente entre la Tierra y el Sol, y por eso todo se está poniendo oscuro. ¡Qué asombroso! ¿No es así? ¿Sabías que en la noche también puede haber eclipses? Cuando la Tierra pasa exactamente entre el Sol y la Luna, esta se oscurece. Y es porque la Luna también depende del Sol para reflejar su luz.
Hay días en que sentimos como si hubiera un «eclipse» en nuestro corazón, o como si nos hubiéramos apartado del amor de Dios. Pero no creamos eso ni un momento. Romanos 8:39 dice que «ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios, ¡nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!». Nada podrá separarnos del amor de Dios. La Tierra puede separar el Sol de la Luna y provocar que esta se apague, pero nada podrá jamás separarnos a nosotros del amor de Dios.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

HÁBITOS Y COSTUMBRES


Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, a obsequiar porciones y a gozar de gran alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado. (Nehemías 8: 12).
La alimentación no consiste en comer por comer, en comer para vivir o incluso en comer para saciar el hambre. Nuestros hábitos alimentarios juegan un papel primordial en el desarrollo de nuestra vida, de nuestro carácter y de nuestras metas y objetivos.
Nuestro organismo necesita numerosos nutrientes para funcionar adecuadamente, como las proteínas, las vitaminas o los minerales, entre otros. Dichos nutrientes se encuentran en las frutas, verduras y hortalizas, semillas y nueces, legumbres y cereales. Es importante saber que dichos alimentos, consumidos con equilibrio y en su forma natural, o preparados de la manera más sencilla y saludable, suplirán las necesidades de cualquier persona.
Cuando logremos comprender que todos los órganos del cuerpo se encuentran relacionados entre sí y que necesitan ser nutridos adecuadamente, haremos los cambios en nuestros hábitos que convengan para mantener la salud. Al tratar bien a nuestro organismo seremos recompensados con claridad de pensamiento y fortaleza mental.
Analicemos nuestros hábitos de alimentación, veamos qué cosas debemos modificar para tener un cuerpo más fuerte y saludable. Familiaricémonos con los principios de salud divinos para entender lo que Dios ideó, con el fin de mantener en buen funcionamiento la maquinaria de nuestro cuerpo. Estas son algunas sugerencias:

  • Procura consumir alimentos sanos.
  • Disfruta los alimentos con agradecimiento a Dios. Saboréalos masticándolos concienzudamente.
  • Mantén un horario regular para las comidas y dedica suficiente tiempo a cada una.
  • Invita ingerir líquidos antes o durante las comidas. Es preferible que lo hagas de una a dos horas antes y después de comer.
  • Practica la temperancia: Utiliza lo bueno en forma correcta y no hagas uso de los alimentos no aprobados por Dios.
¡Que el Señor te bendiga en tus esfuerzos! Verás que pronto podrás notar las ventajas de llevar una alimentación sana y natural.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Perla Edith Sánchez

TESOROS DE GRAN VALOR


No tengan miedo: ustedes valen más que muchos pajarillos. Lucas 12:7
Se cuenta el relato de un joven lleno de problemas que se acercó a un anciano en busca de consejo. Su mayor preocupación era que la gente no lo valoraba como persona ni valoraba lo que él hacía. Cuando el muchacho presentó su situación al anciano, no recibió muchas esperanzas de ayuda.
—Yo también tengo problemas —respondió el anciano— y ahora mismo no dispongo de mucho tiempo. Quizás tú podrías ayudarme tratando de vender esta joya en el mercado.
«Nuevamente mis problemas pasan a un segundo plano —pensó el joven—. Pero ayudaré a este anciano. Por lo visto tiene más problemas que yo».
El joven recibió la joya y ya se disponía a salir cuando el anciano lo interceptó:
—No la vendas por menos de una moneda de oro.
Con esa indicación y sin mucho entusiasmo el muchacho salió rumbo al mercado. A pesar de todo un día de sinceros esfuerzos, no logró vender la joya. Entonces el joven regresó a la casa del anciano.
—Maestro, hice lo que pude, pero no pude vender la joya por el precio que me señaló.
—Llévala al joyero —propuso el anciano— y pregúntale cuánto cree él que vale. No la vendas; solo pregúntale, y me avisas.
De nuevo se fue el joven, esta vez con menos entusiasmo. «¿Por qué insiste en vender esta cosa a un precio tan elevado?», se preguntaba mientras salía camino a la joyería. Al fin llegó al lugar.
—Podría por favor decirme cuánto vale esta joya —preguntó el joven.
—Es muy valiosa —replicó el joyero—. Podría costar unas cincuenta monedas de oro, o aun más. ¿Deseas venderla?
—No, gracias. Tengo que llevar este mensaje al dueño.
El joven salió corriendo hacia la casa del anciano y le contó lo sucedido. Sin mostrar mucha emoción por la noticia, el anciano respondió:
—Como esta joya, tú también tienes mucho valor. Que la gente en la calle no lo reconozca, o no lo admita, es otra cosa. Llevas en ti el sello de la imagen del Creador de los cielos y la tierra.  Es Dios quien lo ha dado semejante valor y eso nadie te lo puede quitar.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL MISTERIO DEL CRECIMIENTO


«Porque como la tierra produce su renuevo y como el huerto hace brotar su semilla, así Jehová, el Señor, hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones» (Isaías 61:11).
¿Alguna vez ha visto una semilla de zanahoria? Al verla quedará maravillado ante el milagro de que, de una semilla tan pequeña, pueda salir una gran zanahoria. ¿Cómo puede ser?
¿Y cómo es posible que una persona que no conoce a Dios, que está imbuida de paganismo y quebranta la ley sin mediar un pensamiento, se convierta en un cristiano feliz e íntegro que comparte su fe con los demás?
Para responder a esta pregunta, Jesús contó la parábola de un agricultor que sembraba trigo. Explicó que él mismo es a la vez el agricultor y el propietario del campo. Los que siembran la semilla son sus ayudantes. La semilla representa la Palabra de Dios y el campo es el corazón de una persona. La maduración de la semilla ilustra la forma en que el reino de Dios crece en el corazón.
Poco después de que el campo ha sido sembrado empiezan a producirse cambios. La tierra que antes era marrón se cubre con un manto verde. No podemos describir cómo sucede, es uno de los misterios de la naturaleza. Nadie sabe cómo el Espíritu, mediante la Palabra, opera un cambio en el corazón; como tampoco podemos explicar el viento, cuyos efectos podemos sentir, pero del cual no podemos decir ni de dónde viene ni a dónde va.
Una vez que se siembra la semilla, el Espíritu Santo comienza a trabajar. La persona que recibe la semilla ni siquiera se da cuenta de que la semilla ha sido plantada. Pero si no se resiste, la semilla va creciendo poco a poco. Finalmente, la persona piensa y siente de manera distinta. Empieza a detestar lo que antes le gustó y a querer Dios que da vida a su propia Palabra.
Cuando éramos misioneros en la otra punta del mundo aprendí algo que, aunque parezca de escasa importancia, es muy interesante. Nos llevamos algunas semillas de maíz y las plantamos en aquel suelo extranjero. Y, mire por donde, las semillas germinaron, las plantas crecieron y el maíz tenía el mismo sabor que en América. Algunas semillas no crecen si hace demasiado frío o demasiado calor, si llueve muy poco o hay demasiada humedad. Sin embargo, la Palabra de Dios crece en todas parles. Basado en Marcos 4:26-29

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill