sábado, 13 de febrero de 2010

SIEMPRE AGRADECIDAS

Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará (Deuteronomio 31:6).

Estaba a cientos de kilómetros de mi estación, cuando recibí el llamado de una de mis colegas, desde Jigawa, en la parte norte de Nigeria, donde estábamos sirviendo a nuestra nación. El mensaje era que recibiríamos los tres meses de paga que nos debían. Debía volver inmediatamente. Salí temprano en la mañana siguiente, para un viaje en autobús de trece horas.
Cuando llegué a Kano, donde debía tomar el último transporte para llegar a destino, el autobús ya se había marchado. Quedé sola y desamparada. No conocía a nadie en aquel lugar y tampoco entendía su idioma. Afortunadamente el conductor del autobús era del sur, de donde yo provenía, y me ofreció su ayuda. Ubicó un mesón, que es un lugar que los lugareños suelen tener para vender alimentos, donde pude obtener comida.
Luego, con otros pasajeros que estaban en la misma situación que yo, dormí en el autobús; o intenté hacerlo.
No pude dormir a causa de los mosquitos, y no podía taparme a causa del calor. Sabía que mis padres estaban orando por mí, porque los había llamado y les había contado mi situación. A la mañana siguiente, mi madre me contó que tampoco había podido dormir y que había estado orando toda la noche. Le agradezco a Dios porque respondió sus oraciones.
Temprano en la mañana siguiente, el conductor me ayudó a tomar el siguiente autobús antes de que partiera. Aunque no entendía el idioma, lo que me causaba confusión, sabía que Dios estaba al control. Unos cincuenta minutos más tarde, el autobús se detuvo y algunas personas comenzaron a descender. Yo no sabía que ese era el lugar donde me debía bajar y tomar otro autobús pero, providencialmente, uno de los pasajeros me ayudó. Tenía la seguridad de que esa era la obra de Dios porque, si no me hubiese bajado, habría sido llevada a otra ciudad y me hubiese perdido.
En el texto de hoy, Dios asegura que nunca nos dejará ni nos desamparará. Le agradezco porque cumplió esa promesa en mi vida. Respondió a mis oraciones y las de quienes oraban por mí. En cualquier situación que te en-cuentres hoy, ora, y confía en que Dios ha escuchado tu oración. ¡Dios nunca falla! Yo estoy agradecida, ¿y tú?
Omolade Ajike Dada
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer

Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

UNO DE LOS CAMINOS QUE DIOS APRUEBA

El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir; podrá tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano, Salmos .37:23,24

¿Consideras más difícil de cumplir en las promesas expresadas en este versículo que acabas de leer? ¿Acaso es el hecho de que Dios ordene los pasos de un ser humano? ¿Tal vez la aprobación de Dios a la elección de un camino por parte de alguien? ¿A lo mejor la mano de Dios que sostiene a quien cae en el camino? Pienso que lo más difícil es aceptar que Dios determine los pasos de cada ser humano. Dicho de otro modo: El hecho de aceptar el plan de Dios para mi vida. Que todos y cada uno de nosotros podamos decir cada día: «Hágase tu voluntad y no la mía». Tomar la decisión de estudiar en una institución cristiana no resulta fácil. Al contrario, es un camino lleno de dificultades. Pero, ¿sabes una cosa? Cuando Dios tomó la decisión de la educación de Jesús, el Hijo del hombre y a la vez el Hijo de Dios, le proporcionó cuatro libros de texto: La Biblia, la naturaleza, el trabajo productivo y, ¡las dificultades de la vida!
Estudiar en una institución cristiana causa muchas dificultades, para empezar, la financiera. El anhelo de estudiar en una universidad cristiana y no contar con los recursos económicos, lograrlo es una de las grandes oportunidades para un joven con aspiraciones de servir a Dios. Recuerda: Los grandes desafíos de la vida, los que resultan humanamente inalcanzables, son la gran oportunidad de nuestro Dios.
El camino del financiamiento es un escenario con lecciones fundamentales para el desarrollo intelectual, las cuales no se pueden impartir en el aula. La voluntad de Dios es que te prepares para su servicio. No tengas temor de financiar tu educación. Es parte de los caminos que Dios aprueba.
«Combinen el estudio de los libros con el trabajo manual útil, y mediante el esfuerzo fiel, la vigilancia y la oración, obtengan la sabiduría de origen celestial». MJ 172

Tomado de Meditaciones Matinales para Jóvenes
¡Libérate! Dale una oportunidad al Espíritu Santo
Autor: Ismael Castillo Osuna

NATURALEZA CORRUPTA

Me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo (Romanos 7: 23).

A causa de que como seres humanos estamos saturados del mal en nuestra naturaleza, aunque podemos con nuestra fuerza de voluntad hacer cosas buenas, no podemos ser buenos. El ser buenos implica cambiar nuestra naturaleza, y eso no lo podemos hacer con nuestras propias fuerzas.
Cuando fueron creados nuestros primeros padres, no tenían inclinaciones hacia el mal. Su naturaleza era semejante a la de su Hacedor. Como resultado de la desobediencia, introdujeron un principio que llegó a ser parte de la naturaleza humana; este principio es el pecado, que es rebelión contra Dios.
El pecado se revela en la vida humana por lo menos de dos maneras. Primero, el hombre llega a practicar tanto el pecado que no lo puede vencer; es un amo duro que demanda obediencia. Quisiera liberarse de él, pero no puede. Trata con todas sus fuerzas, pero cae vencido. Su voluntad ha sido quebrantada por el mal. A esto se refería el apóstol Pablo cuando dijo: «No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco [...]. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí» (Rom. 7: 15-20).
La otra forma como el pecado actúa en el ser humano, es corrompiendo su naturaleza, de tal manera que la persona puede hacer lo que Dios pide, pero no lo hace a gusto. Intenta cumplir con lo que Dios requiere en su ley, pero le gustaría hacer algo distinto. En este caso existe la fuerza de voluntad para hacer las cosas, pero la naturaleza corrupta no está a gusto. En el fondo preferiría hacer algo diferente. La naturaleza humana no está en armonía con Dios y no le gusta lo que le agrada a él. No mata, no miente, no roba, no adultera, pero le gustaría hacerlo. Eso revela la corrupción de la naturaleza humana por el mal. No hacemos lo malo, pero no somos buenos.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C