miércoles, 28 de noviembre de 2012

APRENDE ALGO NUEVO CADA DÍA


«Necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios [...].Tienen que tomar leche» (Hebreos 5:12).

¿Sabes qué era lo único que tú comías en el desayuno, el almuerzo y la cena cuando eras solo un bebé? Tomabas leche o alguna clase de fórmula para bebés. No comías pizza, ni galletas y ni siquiera vegetales. No tenías dientes y tu cuerpo aún no estaba preparado para digerir alimentos sólidos. Después de un tiempo comenzaste a comer vegetales, pero alguien tenía que majarlos hasta dejarlos bien finos. Finalmente, comenzaste a comer cosas más sólidas a medida que fuiste creciendo, como pan tostado y galletas.
El crecimiento como hijos de Dios es muy parecido. El versículo de hoy dice que primero debemos aprender las cosas sencillas de Dios. Todas las cosas que hemos estado aprendiendo este año en nuestra aventura por la Biblia son cosas sencillas de Dios. Pero hay mucho más. A medida que vayas creciendo irás aprendiendo y entendiendo muchas otras cosas de Dios que aún no sabes. De hecho, si sigues explorando la Palabra de Dios nunca dejarás de aprender de él por muy viejo que puedas llegar a ser.
No te preocupes si aún no entiendes todo. Sigue estudiando sobre Dios y sobre su amor por ti y aprenderás algo nuevo cada día.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ATENTO AL CLAMOR DE SUS HIJOS


Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. (Éxodo 2:23)

¡Después de muchos días!», comienza diciendo el versículo de hoy. Los israelitas tuvieron que dejar pasar muchos años para entender lo que significaba vivir lejos de Dios y las consecuencias que implicaba hacerlo. Fue necesario que sufrieran todo tipo de maltratos, humillaciones y vejaciones para que entendieran finalmente que podían clamar y acudir a Dios reconociendo que él era el único que podía rescatarlos del horror en el que vivían.
Cuando murió aquel rey del que habían estado dependiendo, se dieron cuenta de la necesidad que tenían de poder adorar a Dios en libertad. Por haber permanecido como esclavos de aquel rey durante varias generaciones habían olvidado los caminos de Dios, la forma correcta de adorarlo, de servirlo, de buscarlo, de entrar en su presencia. Bajo el mandato de aquel faraón sus corazones se habían vuelto duros, toscos, faltos de entendimiento, y fueron distanciándose del amor de Dios, de su compasión, de su misericordia y de su justicia. Distaban mucho de conocer a su Dios.
Como hemos leído en el versículo de hoy, ellos clamaron. Al hacerlo llegó su dolor y su angustia hasta aquel que ya tenía el plan perfecto para rescatarlos de la esclavitud. «Como nunca antes necesitamos apresurarnos a servir juntos a aquel que ha preparado su trono en los cielos y cuyo reino gobierna sobre todos. Dios no ha desamparado a su pueblo y nuestra fuerza depende de no separarnos de él» (El ministerio de la bondad, p. 141).
Puede que en tu vida tengas tu propio faraón, un rey que te impide gobernar tu libre albedrio para que coincida con la voluntad de Dios para tu vida. Quizá, como el pueblo de Israel, gimes por haber perdido el contacto con Dios y estés vagando cada vez más lejos de él. ¿Acaso tendrán que morir tus faraones para que reenfoques tus pensamientos en Dios? Acude a Dios en oración y súplica, para que él haga de ti una mujer libre para amarle.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Isabel Salinas de Martín

NO HAY LUGAR MÁS SEGURO


Que todas las naciones de la tierra sepan que tú, Señor; eres el único Dios. 2 Reyes 19:19

Uno de los grandes reyes del pueblo judío fue, sin duda, Ezequías. Su éxito fue tan grande que el registro sagrado dice que «entre todos los reyes de Judá... no hubo ninguno como él» (2 Rey. 18:5,6). ¿Cuál fue el secreto de su éxito? Dice la Escritura que «Ezequías puso su confianza en el Señor, el Dios de Israel» (vers. 5). Mientras confió en Dios, nada ni nadie pudo contra él.
Un día, los temibles ejércitos asirios bajo el mando de Senaquerib comenzaron a amenazar con conquistar Jerusalén. Ante las murallas de la ciudad, los mensajeros de Senaquerib se burlaron de Dios, de Ezequías y del pueblo judío. ¿Qué hizo Ezequías? Oró a Dios (ver 2 Rey. 19:14-19). La respuesta no tardó mucho en llegar. Esa misma noche un ángel de Dios mató a 185,000 hombres del ejército asirio.
Poco después Ezequías enfermó gravemente. Por medio de Isaías Dios le informó al rey que debía ordenar sus cosas porque moriría (2 Rey. 20:1-7). Cuando escuchó esta terrible noticia, ¿qué hizo el rey? Nuevamente, oró a Dios. Y Dios escuchó su súplica: le añadió quince años de vida (vers. 6).
Luego vino una tercera prueba. Cuando el rey de Babilonia supo que Ezequías había sanado, le envió regalos por medio de sus embajadores. Ezequías los atendió con mucha cortesía, pero cometió un grave error: les mostró todos los tesoros de su reino. En lugar de hablarles del Dios de Israel, quien milagrosamente lo había salvado en dos ocasiones, su orgullo lo llevó a revelar secretos de estado a una nación enemiga. Años más tarde los babilonios saquearían todos esos tesoros.
Ezequías superó grandes pruebas mientras se apoyó en Dios. Pero fracasó cuando se olvidó de Dios. Su historia nos enseña que cuando vengan las pruebas hay un lugar al que con toda confianza siempre podemos acudir: al trono de Dios.
Ya se trate de una crisis severa, de una tentación fuerte, o de algo que parezca insignificante, tu Padre celestial te recibirá con los brazos abiertos. Él escuchará tu oración y, en el momento oportuno, te dará mucho más de lo que puedes imaginar.

Padre celestial, gracias porque siempre puedo acudir a ti en busca de ayuda, confiado en que nunca me rechazarás

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

CONSUELO CON PACIENCIA


«Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en aquel que él ha enviado"» (Juan 6:29).

A Jesús se le partía el corazón, no porque su amigo Lázaro hubiera muerto, sino por la tristeza y la incredulidad de Marta, la hermana de su amigo. Ella creía en el Señor, en teoría, pero su corazón seguía desconsolado.
El Señor trató a Marta con gran sabiduría. En primer lugar, no se enojó con ella. En su voz no había rastro alguno de irritación. No le dijo: «Marta, me avergüenzo de que me tengas en tan poca consideración». Ella pensó que honraba a Jesús al decir: «Sé que, incluso ahora, cualquier cosa que le pidas a Dios, él te la dará». Pensaba que Jesús era un gran profeta que podía pedirle a Dios cualquier cosa y que recibía respuesta a todas sus oraciones.
No consiguió darse cuenta del poder personal de Jesús para dar y sostener la vida. Pero el Salvador no la regañó. No creo que el pueblo de Dios aprenda mucho de los regaños. Si alguna vez encuentra a un hijo del Señor que no logra alcanzar el ideal, no lo amenace ni lo reprenda. Sea amable con los demás, así como el Señor ha sido amable con usted. Que los siervos pierdan la paciencia es inapropiado, sobre todo cuando el Maestro ha mostrado tanta.
Con espíritu compasivo y amable, Jesús comenzó a enseñarle más cosas referidas a sí mismo. Qué reconfortantes debieron sonar a sus oídos estas palabras: «Yo soy la resurrección y la vida». No es que dijera: «Puedo conseguir la resurrección con mis oraciones»; sino: «Yo, y ningún otro, soy la resurrección».
Al decir: «Yo soy la resurrección y la vida», el Señor le indicó a Marta que la resurrección y la vida no son bendiciones que él tuviera que pedir a Dios, ni siquiera dones que tuviera que crear; sino que él mismo es la resurrección y la vida. Esto es así, allí donde esté. Él es el Autor, el Dador y el Sustentador de la vida; él mismo es la vida. El Señor quería que Marta supiera que él era lo que ella pedía para su hermano.
Si tiene el corazón dolorido por el fallecimiento de alguien a quien amaba, las palabras del Salvador también son para usted.  Basado en Juan 11:1-44

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill