miércoles, 1 de junio de 2016

ALEGRÍA EN EL CIELO

Materiales: Monedas, Biblia.

«Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte». Lucas 15: 10

Aquí tengo varias monedas, ayúdame a contarlas. ¿Qué podemos comprar con ellas? Comida, ropa o juguetes. También podemos guardarlas en una alcancía para luego tener más.
Vamos a guardarlas [deje caer una intencionalmente]. ¡Mira, se ha caído una! ¿Dónde podrá estar? Vamos a buscarla juntos, ¿qué te parece? ¿La has encontrado? ¿No? ¡Qué pena! Ahora buscaré la escoba y barreremos la casa, quizás así la encontremos.
¡La encontré! ¡Qué alegría! ¡Gracias, Señor, por ayudarme a encontrarla! Vamos a aplaudir para celebrar. ¿Estás contento porque apareció la moneda? ¡Qué bien!
La Biblia dice que así como nos hemos alegrado por la monedita que ha aparecido, también Jesús y los ángeles se alegran cuando amamos a Dios. ¿Quieres que Jesús se alegre hoy? Pues dile que quieres ser su amigo especial.

Oración: Gracias Jesús por amarme.

Tomado de devocionales para preescolares 2016
Pasito a pasito, Crezco y aprendo
¡Vive y crece sanamente!
Por: Kathy Hernández de Polanco
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EL TACTO

Tu Oración: Querido Dios, gracias por tu amor y por la piel que pusiste en mi cuerpo para que pueda sentir.

Versículo para hoy: “Los pliegues de su piel son un tejido apretado; firme son, e inconmovibles”. Job 41:23.

Gracias al tacto puedes sentir la suavidad de la piel de tu mamá o lo áspero de la corteza de una piña. También nos ayuda a sentir la temperatura, como cuando el agua está caliente o fría. Esto se debe principalmente a las sensaciones que tenemos en nuestra piel y la información que envía al cerebro.
La piel es un órgano muy importante. Cubre todo tu cuerpo por fuera. La piel ayuda a conservar los músculos y los demás órganos en su lugar, también es útil para mantener la temperatura del cuerpo.
Por tanto, procura no quedarte afuera al sol demasiado tiempo. Usa protector solar para proteger tu piel. Báñate todos los días con un jabón suave y una buena esponja. Si sufres algún rasguño pide que laven tu herida pronto y la cubran con una bandita.

Tomado de Devoción matutina para niños pequeños 2016
Pequeños científicos de Dios
Por: Cesia Alvarado Zemleduch
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LA MANO DE DIOS

¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mi… Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Salmo 3:1,3.

Después de que el pecado de David se hizo conocido, el reino de Israel nunca más fue el mismo. Aunque el Rey estaba profundamente arrepentido, parecía incapaz de decir algo en contra del mal; incluso sintió que no podía corregir a sus propios hijos.
Absalón, el apuesto hijo de David, creció haciendo la suya. Y antes de que el Rey supiera lo que estaba pasando, este hijo planeó en secreto derrocar el gobierno de su padre.
Absalón reunió un gran ejército y marchó contra la ciudad capital. Cuando las noticias alarmantes llegaron a David, se dio cuenta de que debía actuar rápidamente. En lugar de pelear en Jerusalén, huyó con sus súbditos leales, para salvar la hermosa ciudad.
David se sentía mal por toda esta rebelión porque sabía que era su culpa. Como señal de su aflicción, subió el Monte de los Olivos, al este de la ciudad, descalzo. Estaba llorando. Pero “jamás fue el gobernante de Israel más verdaderamente grande a los ojos del cielo que en esta hora de más profunda humillación exterior” (Patriarcas y profetas, p. 798).
Después, un mensajero trajo las noticias de que Ahitofel, un consejero real, se había unido a la rebelión de Absalón. Cuando David oyó esto, oró: “Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel” (2 Samuel 15:31).
En respuesta a su oración, Husai, un sabio consejero real, vino a David anunciándole su lealtad. David vio la mano de Dios en esto y lo envió de regreso a Jerusalén como espía. Cualquiera que fuera el consejo que Ahitofel diera a Absalón, Husai iba a decir lo contrario.
Ahitofel aconsejó a Absalón que inmediatamente persiguiera a David. Cuando Absalón se volvió a Husai por consejo, este sacudió su cabeza y dijo que eso no era una buena idea. En lugar de ello, sugirió que el príncipe esperara hasta que pudiera hacerlo con una fuerza más grande. Cuando Ahitofel descubrió que Absalón había seguido el consejo de Husai, supo que la causa estaba perdida, y fue a su casa y se ahorcó.
Y así Dios respondió a la oración del Salmo 3, que David elevó durante su fuga. El Señor ya era el escudo de David. Y por eso, a pesar de toda la culpa que pesaba sobre sí, el Rey sería capaz de mantener su cabeza en alto una vez más.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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EXPLOSIÓN DE IRA

Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones (Santiago 4:7, 8).

Patricia, una niña dulce con un temperamento ardiente, vivía con su maestra, quien la había adoptado. Cuando ella pidió permiso para asistir a un programa acerca de la muerte de Cristo en una iglesia cercana, se le permitió ir; pero luego le surgieron un montón de preguntas acerca de lo que le había sucedido a Jesús y por qué.
-¿Por qué los hombres colgaron a Jesús en la cruz? -le preguntó a su maestra-. ¿Por qué no huyó? ¿Por qué no se defendió?
La señorita Ávalos le respondió lo mejor que pudo, pero Patricia se ponía cada vez más nerviosa, repitiendo las preguntas una y otra vez. Cinco días después explotó: gritando, aullando, trepándose a los muebles, tirando las cosas y dándose golpes contra las paredes. Nada la calmaba, y la señorita Ávalos, desesperada, pidió ayuda a la policía. A medida que el oficial hablaba con la niña, ella se fue calmando poco a poco.
Cuando la niña finalmente recobró el aliento, su maestra le preguntó: -¿Patricia, qué te lleva a hacer estas cosas?
-Estaba pensando en la obra que vimos acerca de Jesús -dijo-. No fue justo que aquellas personas le hicieran eso. Realmente me hizo enojar mucho.
La señorita Ávalos oró con Patricia y luego llamó a un amigo para que viniera a ungir a la niña y pedirle a Dios que sanara la ira que la controlaba tan a menudo.
-¿Sabes? -le dijo este amigo a Patricia-, Santiago 4:7 nos recuerda quién tiene el poder. La próxima vez que te sientas a punto de expresar tu ira de esta manera, puedes pedirle a Dios que te ayude. Solamente está esperando que nosotros lo aceptemos.
Estaba verdaderamente arrepentida. Ella alabó a Jesús por sanar su mente y quitarle el deseo de ser destructiva.

¿Y AHORA?
Menciona ejemplos bíblicos de la ira de Dios. ¿De qué formas puedes expresar tu enojo correctamente? ¿Qué prácticas ayudan a clamar tu enojo?

SPLASH:
En 2006 investigadores nombraron a la ira con comportamiento hostil o agresivo Trastorno Explosivo Intermitente; generalmente llamado mala educación, falta de madurez o rabietas. El Roanoke TIMES se preguntaba si se trata de trastorno o falta de autocontrol.

Tomado de Matinal para Adolescentes 2016
“Intensamente, Ejercita tu Cerebro”
Compilado por Penny Estes Wheeler
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PASAR POR ALTO LA OFENSA

Enseñemos a perdonar; pero enseñemos también a no ofender. José Ingenieros

Joseph Parker, ministro cristiano en Londres, subió al púlpito una mañana y comenzó a predicar. Mientras hablaba, una mujer le arrojó un papel. Parker lo recogió y, asombrado, vio que tenía una palabra escrita: “¡Estúpido!” Entonces comentó: “He recibido muchos anónimos en mi vida. Todos eran textos sin firma pero hoy, por primera vez, he recibido una firma sin texto”.*
Todas estamos expuestas a ofensas, insultos y comentarios negativos, porque nuestras acciones resultan visibles: como madres en el hogar, como maestras en la escuela, como líderes en la iglesia… somos blanco fácil del menosprecio. La gran pregunta es: ¿Cómo reaccionamos cuando lo recibimos?
Parker, por ejemplo, respondió a la ofensa con otra ofensa, pero ¿es ofender la mejor opción para una persona cristiana? Yo me inclino más por imitar a Ana. Su caso tampoco fue fácil. Ella simplemente estaba orando a Dios y, de la persona que menos hubiera sospechado por considerarlo un hombre espiritual, recibió un latigazo: “¿Hasta cuándo vas a estar borracha? ¡Deja ya el vino!” (1 Sam. 1:14). ¡A saber cómo hubiera reaccionado yo, con mi corazón a veces inconverso, si me hubieran llamado borracha así, de buenas a primeras! Pero Ana, a diferencia de mí, respondió a la ofensa con gran suavidad y entereza: “No es eso, señor. No es que haya bebido […], sino que me siento angustiada y estoy desahogando mi pena delante del Señor. No piense usted que soy una mala mujer, sino que he estado orando todo este tiempo porque estoy preocupada” (1 Sam. 1:15, 16). ¡Se le notaba que era una mujer de oración! Por eso respondió a la ofensa con palabras que fueron un bálsamo pacificador.
Pero ni Ana ni el pastor Parker son nuestro modelo a imitar, sino Jesús. Cuando “los hombres que estaban vigilando a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. Le taparon los ojos, y le preguntaban: ‘¡Adivina quién te pegó!’ Y lo insultaban diciéndole otras muchas cosas” (Luc. 22:63-65), sin embargo, él no respondió ni reaccionó ante la ofensa. Jesús no estaba sordo, pero sí hacía oídos sordos porque sabía que, en realidad, cuando alguien quiere ridiculizar a otra persona, la que queda en ridículo es ella misma. No nos humillemos poniéndonos al mismo nivel. Aprendamos a perdonar y, sobre todo, a no ofender.

“El prudente pasa por alto la ofensa” (Prov. 12:16).

* John Stott, El cristiano contemporáneo (Michigan: Nueva Creación, 1995), p.

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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¿QUIÉN ES JUSTO?

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios” (Romanos 5:1, RV95).

El padre se acercó a su hijo de veintidós años y le dijo: “Hijo, como ya somos una familia de clase media es indispensable que te cases con una buena mujer y que te matricules en Derecho”.
El joven quedó encantado con la oferta del papá, pues su futuro como jurista lucía bastante prometedor. Sin embargo, había algo que le mantenía en permanente zozobra: les temía a los demonios y le aterraba la idea de verse de pie frente al tribunal divino. Una mañana de 1505, poco antes de que comenzara a estudiar Derecho, imprevistamente un tempestuoso viento y una violenta lluvia desataron su furia sobre el temeroso joven. Creyendo que ese sería su último día en la tierra, Martín Lutero se tiró al suelo y clamó: “Santa Ana, ayúdame. Te prometo que seré monje”. Quince días después ingresó al monasterio.
Allí se propuso salvar su alma y derrotar al pecado llevando una vida piadosa y haciendo buenas obras. Años más tarde, cuando visitó Roma por primera vez, subió la “santa escalinata” de rodillas y repitió el Padrenuestro en cada uno de sus veintiocho escalones; además visitó todas las iglesias de la ciudad. No obstante, aunque se afanaba por conseguir la santidad sin la cual nadie verá al Señor mediante el cumplimiento de estrictos ejercicios espirituales, Lutero no lograba alcanzar la paz interior.
Afortunadamente, toda su angustia concluyó cuando, mientras repasaba la Epístola a los Romanos, se encontró con este pasaje: “El justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Leyendo Romanos, Lutero comprendió que ser justo, más que el cumplimiento de un código ético, conlleva vivir un cristianismo basado en que somos salvos por fe, y no por nuestras obras. En Romanos 1:17 encontró el aliciente que necesitaba para tranquilizar su consciencia pecadora. Ya no tenía que recurrir a Santa Ana, ni a los rezos, ni a las indulgencias, ni a sacrificios de rodillas… solo tenía que creer que era salvo por la fe en Cristo Jesús.
Si, como Lutero, te sientes espiritualmente fracasado, entonces es urgente que te adueñes del mensaje de Romanos 1:17. Tu futuro eterno no radica en lo que tú hagas, sino en creer y aceptar lo que Jesús hizo por ti.

Tomado de Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“VISITA MI MURO, 366 MENSAJES QUE INSPIRAN”
Por: J. Vladimir Polanco
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“¡EN LA CONFLUENCIA DE ETERNIDADES!”

Thomas Carlyle
“Estas cosas […] fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos”. 1 Corintios 10:11, LBA.

Una noche, el gran filósofo inglés Thomas Carlyle se encontraba en una casa llena de invitados en una fiesta de Año Nuevo en un hogar del norte de Inglaterra. Al extenderse la velada, la ociosa cháchara y el frívolo palique de los asistentes a la celebración empezaron a crisparlo. Decidiendo dejar al gentío a su danza y sus canciones, Carlyle salió un momento de la casa y se adentró en la noche negra y ominosa, ocultas las argénteas estrellas por furiosas nubes de tormenta que cruzaban el oscuro horizonte. Un viento frío y quejumbroso le tiraba de la capa. En la oscuridad, Carlyle se orientó hasta el mar embravecido, hasta que al fin se encontró de pie en la costa inglesa. Mientras las grandes olas barridas por el viento se estrellaban a sus pies, los truenos de medianoche retumbaban en lo alto y la negra noche se vertía en la oscuridad del abismo. El año viejo se desvanecía ante el nuevo, y el alma del gran filósofo, atrapada en la enormidad de todo ello, exclamó: “¡Me hallo en el centro de inmensidades, en la confluencia de eternidades!” (Llewellyn A. Wilcox, Now Is the Time, p. 15).
Y nosotros también, porque nunca ha habido una generación sobre la tierra que haya afrontado las “inmensidades” acumuladas que afrontamos nosotros. Ecológicamente, los agoreros predicen la desaparición del ecosistema delicadamente equilibrado de nuestro planeta. Económicamente, los expertos más sabios de la tierra pierden la esperanza de dar la vuelta alguna vez a nuestras economías globales en caída libre. Moralmente, la sociedad se desangra, y ningún poder parece capaz de detener el mal. Políticamente, los gobiernos de la tierra buscan desesperadamente algún dirigente carismático que aún pueda unir al mundo en la paz. Espiritualmente, las religiones de esta civilización buscan urgentemente una colaboración para salvar a los habitantes del planeta.
¿Y proféticamente? Los antiguos profetas, unánimemente, pronosticaron la unión de estas mismas fuerzas en vísperas de la destrucción (léase liberación) de la tierra. Sin embargo, tras su propia letanía de predicciones escatológicas (que suenan a los titulares cotidianos de nuestros días), Jesús cambió radicalmente el centro de interés, pasando del juicio a la esperanza, cuando prometió: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Luc. 21:28).
Y eso quiere decir que a esta generación de los elegidos, “para quienes ha llegado el fin de los siglos”, ha sido legada la mayor “confluencia de eternidades”, la mayor esperanza de todas: el próximo regreso de Cristo. ¡No es de extrañar que nos mande erguirnos con esperanza!

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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