jueves, 8 de marzo de 2012

NO DEJES QUE TUS PLUMAS SE LEVANTEN

«Pueden comer de toda ave pura, pero hay algunas de las cuales no deben comer: [...] la cigüeña, la abubilla y el murciélago» (Deuteronomio 14:11-18).

Hemos caminado y caminado observando aves una y otra vez. ¡Allá hay una garza, mira una abubilla y más allá un murciélago! Dios dijo que no podíamos comer esta clase de aves, y no lo haremos. Espera un momento, ¿dijiste abubilla? ¿Qué es eso? Todos los animales en este versículo vuelan, así que seguramente la abubilla también vuela. ¿Crees que es un ave? Pues tienes razón. Las abubillas son unos pájaros muy hermosos. En su cabeza tienen plumas marrones y rosadas, y en su cuerpo rayas blancas y negras. Lo más lindo que tienen es un grupo de plumas en su cabeza que pueden levantarse y formar una majestuosa cresta.
Hay una expresión que dice: «No dejes que tus plumas se levanten». Lo que quiere decir es que te calmes y no te molestes. En otras palabras, que te tomes las cosas con calma. La Biblia dice que la paciencia es uno de los frutos del Espíritu. Sigue el consejo de Dios. No comas abubilla y tampoco seas como ella. Cuando te molestes, no dejes que la rabia te domine. ¡Detente!, y toma las cosas con calma.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA VIDA ES MARAVILLOSA

En su mano está el alma de todo viviente y el hálito de todo el género humano (Job 12:10).

Un día, mientras estaba conectada a Internet, encontré el mensaje de una amiga que hacía tiempo no saludaba. El título de su comunicación era: «La vida es aburrida».
Había conocido a mi amiga en la universidad. Para ese tiempo yo era una chica alegre y jovial. Sin embargo, me impresionó el triste concepto que ella tenía de la vida. Parecía una persona aburrida y amargada. Después de conocerla me di cuenta de que había perdido su fe y se había alejado de Dios. No estaba asistiendo a la iglesia, había dejado de tener comunión con el Señor y como resultado había perdido las ganas de vivir.
Me preguntaba qué podría hacer para ayudar a mi amiga a despojarse de aquellas ideas. Decidí establecer una buena comunicación con ella a través de mensajes de correo electrónico. Un día, mientras oraba buscando al Señor, me vino a la mente el versículo de esta mañana: «En su mano está el alma de todo viviente y el hálito de todo el género humano». No tengo la menor duda de que Dios me hizo pensar en dicho texto para que entendiera el secreto de la vida. Al saber que el Señor nos tiene en sus manos, nuestra vida adquiere un significado diferente. Elena G. de White nos dice: «Mejorar las oportunidades del presente, con corazones prontos y dispuestos, es la única manera de crecer en gracia y en el conocimiento de la verdad. Siempre debiéramos albergar la impresión de que, individualmente, estamos de pie frente al Señor de los ejércitos; no debiéramos permitir que ni una palabra, ni un acto, ni un pensamiento ofendan el ojo del Eterno [...]. Si sintiéramos que en todo lugar somos siervos del Altísimo, seríamos más circunspectos; toda nuestra vida tendría para nosotros un significado y una santidad que los honores terrenales no pueden dar» (La maravillosa grada de Dios, p. 205).
Realmente estar vivo es algo maravilloso, y lo es aún más cuando Dios es nuestro guía. Como hijas de Dios deberíamos vivir de tal forma que los demás se contagien con ese mismo gozo. Sería incoherente de nuestra parte que, siendo cristianas, fuéramos por la vida desmotivadas, quejándonos y lamentándonos, con rostros tristes. Hagamos nuestras las palabras del apóstol Pablo: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!» (Fil. 4:4).

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Emilet Poloche

¿SERÁ ÉL? ¿SERÁ ELLA?

De los padres se reciben casa y riquezas; del Señor la esposa inteligente. Proverbios 19:14.

Después de la decisión de aceptar o no a Cristo como Salvador personal, ¿cuál piensas que podría ser la decisión más importante de tu vida? En mi opinión, la decisión que le sigue en importancia es la elección del compañero o la compañera de toda la vida. Si te equivocas en la elección de una carrera profesional, siempre tendrás abierta la opción de cambiar de carrera. Es verdad que perderás tiempo y algo de dinero, pero siempre podrás cambiar. Lo mismo podría decirse si te equivocas en la elección de tu lugar de trabajo o el lugar de residencia, o en la selección de tus amistades. En cada caso tendrás la posibilidad de cambiar. Pero no sucede lo mismo cuando te equivocas en la elección de tu cónyuge, porque cuando del matrimonio se trata, la elección es para toda la vida. Una vez que «abordas esa embarcación», no existe la opción de bajarte en cualquier parada. A menos que tu cónyuge cometa adulterio. Pero, ¿quién quiere vivir deseando que su cónyuge sea infiel para que uno pueda casarse de nuevo?
Por todo lo mencionado, cuando un joven me pide que le dé la instrucción prematrimonial, le pregunto: «¿Eres consciente de que tendrás que vivir con esta persona durante el resto de tu vida?».
Si todavía no has decidido con quién te casarás, lee con atención las siguientes «pruebas» que sugiere el escritor Walter Trobisch en su libro I Married You (Me casé contigo, pp. 75-77):
  1. La prueba del respeto. ¿Siento admiración por esta persona? ¿Podría presentarla a mis familiares y amigos sin avergonzarme? ¿Deseo que sea la madre (el padre) de mis hijos?
  2. La prueba de los hábitos. ¿Es aseada esta persona? ¿Tiene mal aliento? ¿Qué come? ¿Qué bebe? ¿Cuáles son sus pasatiempos?
  3. La prueba del trato. ¿Cómo se relaciona con el sexo opuesto? ¿Mantiene las distancias? ¿Cómo trata a sus padres, a sus hermanos, a los niños?
  4. La prueba del perdón. Después de una pelea, ¿cuán fácil o difícil es para esta persona reconciliarse? ¿Sabe perdonar?
  5. La prueba del tiempo. ¿Puedo decir que conozco bien a esta persona? ¿Conozco su familia, su pasado, sus principios, sus valores morales y espirituales?
Y la pregunta más importante de todas ¿Qué piensa de Cristo?
Señor, por nada del mundo me quiero equivocar al escoger mi pareja. Guíame, por favor, al tomar esta gran decisión.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿SUMISIÓN O ACEPTACIÓN?

«El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón» (Salmo 40:8).

De niño a menudo preguntaba a mis mayores: «¿Por qué?». Me irritaba su respuesta: «Porque lo digo yo». En realidad no deseaba escuchar su explicación de por qué yo no podía hacer lo que quería. Ya me había hecho una idea de las causas de la negativa. Preguntar el por qué no era otra cosa que una maniobra para desviar la atención, quejarme y alargar la discusión tanto como pudiera hasta que se me ocurriera una buena razón por la que tuvieran que darme el sí. No era más que un combate entre nuestras respectivas voluntades.
Del mismo modo, en la vida cristiana siempre habrá una tensión, y a veces una contradicción, entre nuestros deseos y la voluntad de Dios. Él mismo nos revela la causa: «Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos [...]. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isa. 55:8-9).
Por su propia naturaleza, el pecado está en contradicción con la voluntad de Dios. Nuestro instinto nos mueve a ser «respetables» pecadores, mientras que Dios desea que seamos santos y obedientes. Con todo, ¿es la mera sumisión el objetivo más elevado al que podamos aspirar? Someterse significa que nos rendimos, sucumbimos, capitulamos o cedemos. Aunque someterse no es lo mismo que rebelarse, tampoco tiene por qué equivaler a cooperar.
Si bien Dios acepta nuestra rendición a su voluntad, su deseo es que vayamos un paso más allá y, además de someternos a su voluntad, la aceptemos. La sumisión a la voluntad de Dios es un acto pasivo, mientras que la aceptación implica una acción. Una persona bien podría someterse a la voluntad de Dios y, a la vez, detestar todo lo que él hace en su vida.
Puede haber ocasiones, especialmente en tiempos de prueba y dificultades o cuando no entendemos el porqué, en las que es mejor rendirse y someterse a la voluntad de Dios. El mismo Jesús llegó a esta situación en el Getsemaní (Mat. 26:39). Su petición fue: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa». Pero acto seguido añadió: «No sea como yo quiero, sino como tú».
Aunque la vida cristiana comienza con la sumisión a la voluntad de Dios, nuestro objetivo es llegar a poder decir: «¡Cuánto amo yo tu ley! ¡Todo oí día es ella mi meditación!» (Sal. 119:97). (Basado en Mateo 6: 5-13).

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill