lunes, 28 de marzo de 2011

UN DÍA MUY FELIZ

Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero (Apocalipsis 19:9).

Era un día agitado, todos parecían inmersos en tareas concretas. El decorador entretejía cintas y lazos, los cocineros hacían gala de sus habilidades, los músicos ensayaban sus melodías y la maestra de ceremonias lanzaba al viento un anuncio especial: «28 de marzo de 1989...». Aquel era un día feliz, en el que el amor envolvería en un beso dos corazones. Los invitados... ¡ansiosos! Los padres... ¡exhaustos! Los novios... ¡nerviosos! Todo parecía un carrusel de eterna felicidad.
Por fin las puertas del templo se abrieron para agasajar a los invitados. El novio estaba hecho un manojo de nervios, la novia iba envuelta en su vestido blanco, las parejas acompañantes estaban más elegantes que nunca. Todo estaba listo, pero algo no iba bien. El pastor que debía oficiar la ceremonia no había llegado. Recuerdo muy bien aquel intenso día... porque era el día de mi boda.
Nos sentimos muy felices cuando nos invitan a una boda o a algún evento especial. Pero ser invitados al evento más grandioso de la historia del universo debe ser considerado el honor más grande y la mayor oportunidad que jamás se nos hayan concedido. Tú y yo somos llamadas a participar de ese extraordinario evento. ¿Estás tomando en serio esa invitación? Unirnos para siempre bajo el manto del amor era nuestro mayor anhelo. ¿Piensas con frecuencia en el día en que participes de las bodas del Cordero? ¿Qué preparativos estás haciendo?
¿Está tu familia entera preparándose para asistir a las bodas celestiales? Aquel 28 de marzo el pastor llegó justo a tiempo y hoy mi esposo y yo nos encontramos felizmente casados y disfrutando de un amor que crece con el tiempo. El gran Pastor muy pronto llegará para unir a su iglesia con Cristo por toda la eternidad. ¿Estarás lista para ese día? ¿Has establecido tus prioridades en función de una fecha tan señalada? No dejes que nada ni nadie te quite ese privilegio. Clama fervientemente cada día: «Señor, gracias por llamarme. Guía mi vida para que tu llamado se convierta en realidad con mi presencia en las bodas del Cordero».

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

ERRORES SIN SOLUCIÓN

Un pecador destruye mucho bien. Eclesiastés 9:18.

Hay errores que no pueden ser reparados. Al igual que los vidrios de los automóviles viejos, que al sufrir un golpe o un impacto se trizan y luego se resquebrajan en cientos de partes irreparables, hay errores que dejan una huella irreparable.
Esto le ocurrió al novio de una alumna muy querida. Se enamoraron desde la adolescencia y contrajeron un noviazgo serio por un tiempo. Con sus diecinueve años, este joven sintió que perdía el tiempo al estar en una relación formal y en diversas ocasiones engañó a su novia. Todo parecía funcionar sin problemas, y él razonaba que el hecho de que los padres de ella no le daban muchas libertades, le daba a él el derecho de llevar una doble vida.
El tiempo pasó, y llegó el día en que una de sus aventuras amorosas no terminó como lo esperaba: la chica quedó embarazada. Con un dolor inmenso debió contarle a su novia, mi alumna, el error que había cometido. Como ella decidió terminar con el noviazgo, él insistió en que la relación continuara, ya que no amaba a la madre de su futuro hijo. Poco después del fin del noviazgo, se dedicó a las drogas, porque no podía aceptar vivir separado de aquella a quien consideraba el amor de su vida. Por otra parte, había un hijo en juego, y toda la responsabilidad que eso significaba. Nunca más volvieron a ser novios, aunque los dos se amaban muchísimo.
Esta dolorosa "novela" se podría haber evitado si él hubiera valorado a la persona que tenía a su lado. La Biblia procura mostrarnos de antemano que quien se dedica a una vida de pecado, "destruye mucho bien", porque hay errores que tristemente no pueden ser reparados. Reconocer la equivocación, arrepentirse y confesar la falta no son suficientes para borrar toda la historia y comenzar de nuevo. Hay consecuencias que no pueden ignorarse, al igual que cuando se rompe un vidrio.
Dios, como nuestro Padre de amor, procura prevenirnos de esa clase de errores. Él sabe por anticipado cuáles serán los amargos resultados de vivir en pecado. Por eso, en su Carta de amor, intenta llamar la atención a cada hijo suyo para que evite todo contacto con el mal. La doble vida y el engaño en el amor no deben tener parte entre los hijos de Dios.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

MÁS GRATITUD

Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Efesios 5:20.

El versículo de ayer hablaba de la gratitud "en todo". Hoy, el apóstol Pablo te lleva a seguir creciendo en la experiencia cristiana: No es suficiente con agradecer a Dios "en todo"; es necesario llegar al punto de ser grato "por todo". Hasta por el dolor y las lágrimas; por la muerte, incluso. Por las cosas que no entiendes y que te hacen sufrir. Por el misterio de las injusticias, que te deja el corazón partido.
El mundo en el que vives es un mundo de dolor. El pecado trajo sufrimiento y muerte. La tristeza, hoy, es ley de esta vida. Sufren los buenos y los malos; nadie es inmune al dolor.
Entonces, Dios toma el dolor y lo transforma en un instrumento pedagógico. Es en el sufrimiento que creces y te haces grande; es su fuego que te conduce al valle de la purificación. Como el oro y como el diamante que, en el fuego de las dificultades y en el dolor del esmeril, se hacen más puros.
Tal vez no lo entiendas hoy. Quién sabe, en este momento tu mundo se derrumba a pedazos. Miras hacia adelante, y nada ves. Las sombras te asustan. ¡Y ahora viene San Pablo a decirte que debes ser agradecido por todo!
¿Cómo serlo, cuando el dolor te asfixia? Entonces, déjame decirte por qué es necesario ser agradecido.
Cuando dices "Gracias, Señor", reconoces que, por detrás del dolor y de las lágrimas, hay Alguien allá, arriba. Al hacerlo, tu inconsciente se siente seguro aunque no lo percibas conscientemente. La noche continúa, pero tu cielo se ilumina de estrellas; y puedes caminar aunque el sol todavía no haya salido.
Por eso, hoy, dirige tus ojos a Dios y dile: "Señor, no entiendo nada. Desde mi punto de vista, lo que me está sucediendo parece absurdo e injusto, pero tú eres mi Dios y, aunque no entiendo ni imagino por qué permites que sufra, acepto tu plan soberano en mi vida, y te agradezco".
En ese instante verás cómo, desde el fondo de tu ser; de allí donde solo había un ser tímido y pesimista, nace un guerrero con actitud victoriosa. Y partes para la lucha sabiendo que, aunque tengas que sangrar, la victoria está asegurada.
¿Qué esperas? Sal a tus actividades diarias "dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón