viernes, 23 de noviembre de 2012

GRACIAS


«Pues la Escritura dice: "No le pongas bozal al buey mientras esté trillando", y "El trabajador merece que se le pague su salario"» (I Timoteo 5:18, NVI).

¿Alguna vez has visto un buey? Un buey es un toro especialmente criado para el trabajo. En los tiempos de la Biblia se los usaba para tirar de carretas, arar y otras tareas.  Uno de los trabajos que los granjeros tenían para los bueyes era moler granos. Los bueyes le daban vueltas a una pesada piedra una y otra vez sin paran.  Esta pesada piedra estaba colocada sobre otra pesada piedra y en el medio de las dos piedras se colocaban los granos. Cuando el buey giraba una de las piedras el grano se molía y se convertía en harina. La harina se usaba para hacer pan.
El versículo de hoy dice que al buey no se le debe poner bozal. Eso significa que no se le debe cerrar la boca y evitar que coma. Nos explica que como el buey está trabajando se le debería dejar comer.
Pablo también le estaba tratando de decir a Timoteo que los pastores trabajan fuerte y que su trabajo debe ser apreciado. ¿Por qué no le haces saber a tu pastor cuánto aprecias su trabajo? Agradécele por ayudarte a ti y a tu familia a estar más cerca de Jesús. ¿Por qué no lo llamas hoy y le das las gracias?

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL VERDADERO ENCANTO


Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos. (1 Pedro 3:3).

La conocida autora estadounidense Helen Andelin afirmó que «el encanto y la hermosura son de poco valor en sí mismos. Algunas mujeres de cuerpo y rostro hermosos no son tan bellas bajo las presiones del ajetreo diario. La belleza es alabada por los que no piensan, pero la mujer que realmente tiene valor, hermosura y encanto es la que teme al Señor».
La mujer ha de analizarse a sí misma a fin de desarrollarse adecuadamente para el cumplimiento de sus objetivos. La fortaleza de su carácter reside en que ejerza control sobre sus emociones; en que supere todas las pruebas y tensiones sin quebrantarse; en que sepa escuchar y aceptar un consejo sabio y oportuno; en que no permita que la subestimen; en que respete las decisiones y actitudes de los demás pero conservando su propia identidad e individualidad. El verdadero encanto femenino reside en poseer un carácter moldeado de acuerdo a los principios de la Palabra de Dios.
La apariencia es importante, pero una mujer debe tener algo más que una buena imagen para llegar al corazón de los demás. Aunque algunas personas dicen: «Como te vistes te ven, y como te ven te tratan», se necesita algo más que una fachada atractiva para despertar verdadera admiración y un cariño profundo.
Helen Andelin también afirmó que «el hombre juzga por una norma distinta a la nuestra. Aunque hay muchos tipos de hombres en el mundo y no todos desean tener el mismo tipo de mujer, incluso con sus diferencias ellos consideran que "la mujer ideal" es una mujer auténtica. La belleza que no se marchita satisface a la mujer que la posee, y a los que la rodean». Ser auténtica, ser natural, ser espontánea, mostrar un carácter curtido por la oración y la dependencia de Dios, son la clave para la belleza que todo hombre anhela ver en una mujer.
Conserva siempre la sencillez y la dignidad. Parafraseando al sabio Salomón diríamos que la mujer hermosa es «prudente, fuerte, vigorosa, sabia, de gran estima, es una esposa excelente. Hace de su marido un rey y es temerosa de Dios». Puedes poseer esos encantos sin cosméticos de ninguna clase que opaquen la belleza genuina.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa

NO BASTA CON SOÑAR


En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios. 1 Corintios 10:31, NVI

El profesor Hal Urban pide a los alumnos de su clase que escriban diez metas que les gustaría alcanzar en la vida. Luego les pide que compartan con los compañeros solo una de esas metas. Diana es la primera en hablar.
—Siempre he soñado con vivir en Europa.
—Lo que acabas de expresar Diana —dice el profesor— es «casi» una meta. Para que sea una meta necesitas hacer dos cosas. En primer lugar, tienes que darle nombre al lugar específico de Europa donde deseas vivir. Recuerda que Europa es un continente.
—¿Y qué otra cosa tengo que hacer? —pregunta Diana.
—Lo segundo es ponerle fecha a tu meta. Las metas son sueños con una fecha tope.
Tiene mucha razón el profesor. La mayoría de nuestros sueños no pasan de ser solo eso: sueños. Son demasiado generales, muy amplios. Y como son muy amplios, no nos impulsan en ninguna dirección específica. Además, no tienen una fecha definida para la cual ya deberían ser una realidad. ¡Con razón no logramos más en la vida!
Pero la historia de Diana y sus sueños no terminó ahí, en solo un sueño. Tres años después de haber terminado el curso escolar, el profesor recibió una carta proveniente de Europa. Cuando abrió el sobre, ahí estaban las palabras:
«LAS METAS SON SUEÑOS CON FECHA TOPE»
Era una carta de Diana: Le había puesto un nombre específico a su sueño (Austria). Y en lugar de «algún día», le había puesto una fecha tope (Hal Urban, Life's Greatest Lessons [Las lecciones más grandes de la vida], pp. 129, 130).
¿Qué ideales tienes en tu vida? ¿Cuáles son tus sueños? Este es mi desafío para ti: Pon nombre y fecha a tus sueños. En lugar de decir «Algún día aprenderé a... (tocar el piano, hablar inglés)» o «Algún día completaré mi maestría»; di más bien: «De aquí a dos (tres cuatro, cinco...) años, con la ayuda de Dios, habré logrado la siguiente meta» (y a continuación escribe tu meta). ¿Qué tal si, comenzando hoy mismo, le pides a Dios que ponga en tu corazón un sueño, una meta, que glorifique su nombre?  Como bien decía William Carey, hagamos grandes cosas para Dios y esperemos grandes cosas de parte de Dios.

Señor, revélame tus sueños para mi vida y ayúdame a cumplirlos para la gloría de tu nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NUESTRO SALVADOR


«Encamíname en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día» (Salmo 25:5).

En palestina, donde vivió Jesús, los pastores solían tener dos apriscos: uno en la ciudad y otro en el campo. El que estaba en la ciudad solía tener una puerta que permitía cerrarlo. El que estaba en el campo, en lugar de puerta, solo tenía una abertura en el muro. El propio pastor hacía las veces de puerta porque dormía delante de la entrada. Si algo entraba o salía, él se enteraba porque nada podía pasar sin que lo viera.
Donde quiera que estén, el Buen Pastor protege a las ovejas de Dios. Cuando salen no son tratadas como extraños, sino que tienen libertad para volver a entrar. Cuando están dentro tampoco se las encierra como intrusos, sino que pueden volver a salir libremente. Salen al campo por la mañana, por la noche regresan al redil y, durante el día, el Pastor las conduce, las alimenta y las protege.
Un guía turístico me contó que, en cierta ocasión, acompañaba, medio dormido, a un grupo de turistas que iban de Jerusalén a Jericó. Había hecho ese mismo viaje muchas, muchas veces. De repente, el autobús frenó bruscamente y lo despertó. Un pastor estaba de pie en medio de la carretera. Verá, si yo viera un autobús con 48 turistas que se me echa encima, no me quedaría tan tranquilo en medio de la carretera; pero ahí estaba él... Y las ovejas comenzaron a cruzar. No todas a la vez, sino de dos en dos o de tres en tres. No obstante, el pastor no las espantó ni las obligó a correr; sencillamente, se quedó hasta que la última oveja se encontró a salvo fuera de la calzada. Luego, siguiéndolas, se abrió paso a través del rebaño y se puso de nuevo a la cabeza, abriendo la marcha.
Así hacen los pastores. Protegen a sus ovejas. Jesús quiere ser su protector. Quiere ser la puerta de su corazón. Desde el principio, todos sus hijos han entrado por esa puerta. A través de él somos introducidos en el redil de su gracia. Muchos han tratado de entrar en el redil con ceremonias, métodos y tradiciones humanos con la esperanza de que les trajeran la justificación y la paz para con Dios. Pero la única puerta del redil es Cristo. Buen Pastor, tuyo es mi corazón. Basado en Juan 10:7-9.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill